Portugal vivió el domingo pasado una nueva cita electoral, esta vez para elegir al presidente de la República. La participación ha sido bastante baja: 39'5%. Ha supuesto nueve puntos menos sobre la que hubo hace cinco años, que, con el 48'8%, ya no fue capaz de llegar a la mitad del total del electorado.
Marcelo Rebelo de Sousa, del Partido Social Demócrata, ha obtenido casi el 60'7% de los votos, superando en casi nueve puntos los resultados de hace cinco años. A continuación ha quedado Ana Gomes, del Partido Socialista, con el 13% de los votos, pero que se ha presentado sin el apoyo oficial de su partido. La tercera posición, con el 11'9%, ha sido para André Ventura, líder del grupo de extrema derecha Chega! (¡Basta!). Los dos candidatos de los grupos a la izquierda del PS han obtenido unos resultados muy pobres: Joao Ferreira, de la Coalición Democrática Unitaria, con el Partido Comunista Portugués como referente, un 4'2%; y Marisa Matias, del Bloco de Esquerda, el 3'9%. Por último, Vitorino Silva, de Reaccionar, Incluir y Reciclar, y Tiago Mayan, de Iniciativa Liberal, se han quedado, respectivamente, con el 2'9 y el 2'3% de los votos.
Portugal, por tanto, seguirá viviendo la situación especial que se inició en 2015, cuando el PS accedió al gobierno, para lo que contó con el apoyo parlamentario de los dos grupos a su izquierda: la CDU/PCP y el BE. Desde entonces se inició una especie de cohabitación entre la derecha, con la presidencia de la República en manos del moderado.
¿Qué ha pasado, pues, en Portugal? Veámoslo por partes.
En primer lugar, ha vuelto a ser elegido como presidente un político que tiene un perfil moderado dentro de su partido y de la propia derecha portuguesa. En realidad ha sido un candidato de consenso de los dos principales partidos conservadores (el propio PSD y el Centro Democrático Social) y del PS. Este partido rehusó a presentar oficialmente un candidato, consciente de no poder ofrecer una figura que compitiera con la popularidad del presidente reelegido. Algo, por otra parte, que no es nuevo, pues en 2015 ese partido tampoco presentó oficialmente un candidato. Se puede decir que Rebelo de Sousa ha sido, y sigue siéndolo, el candidato del gran magma de centro político de la sociedad portuguesa.
En segundo lugar, no puede perderse de vista la crisis derivada de la pandemia del covid-19, que, además, a diferencia de lo ocurrido durante la primera ola, está castigando con gran dureza al país, tanto en lo sanitario como en lo económico. Esta situación ha afectado en un doble sentido: en la participación tan baja y en la necesidad de no alterar la estabilidad de las instituciones. A diferencia de lo que está ocurriendo nuestro país, en líneas generales la actitud de la derecha no está siendo de hostigamiento hacia el gobierno del PS, consciente de la emergencia nacional.
En tercer lugar, están los apoyos obtenidos por la extrema derecha. La coalición Chega! y su candidato André Ventura representan claramente a esa corriente política, pese a que, como ocurre en los demás países, tengan su especificidad. Tienen una matriz nacionalista y antidemocrática, a lo que se une su postura neoliberal en lo económico. Lo más llamativo ha sido el fuerte incremento en el número de votos, muy por encima de los obtenidos en las elecciones europeas y las legislativas del 2019. Está por ver si esos apoyos los va a seguir manteniendo Chega! o si tan sólo han sido la expresión de los sectores más extremistas de la derecha portuguesa, furiosos por el perfil moderado de Rebelo de Sousa y su actitud colaboradora con el gobierno del António Costa.
Y en cuarto lugar, está el fuerte retroceso de la izquierda. Entre las tres candidaturas (PS, CDU/PCP y BE) apenas han sumado el 21% de los votos. Ana Gomes se presentó sin el apoyo de su partido y, además, como parte de su ala más a la izquierda, lo que supuso el rechazo del aparato. Joao Ferreira se ha mantenido en el nivel obtenido por la CDU/PCP hace cinco años, pero ha vuelto a quedarse lejos de lo que esa coalición suele obtener en otras citas electorales. Y Marisa Matias, del BE, ha sufrido un fuerte varapalo, pues ha perdido más de seis puntos sobre 2015, cuando obtuvo el 10'2%.
Esta división, desde luego, no ha ayudado, como tampoco el escenario de emergencia sanitaria, lo que puede explicar en parte que haya habido una fuerte retracción en la participación del electorado de izquierda. En el caso del BE tampoco debemos olvidar el papel que jugó a finales del año pasado durante la discusión y aprobación de los presupuestos generales del 2021. Su voto negativo en ese momento puede no haber sido entendido ahora por una buena parte de su electorado. De hecho, las encuestas ya anunciaron entonces que los electorados de la CDU/PCP y el BE preferían que se facilitara la gobernabilidad.
Boaventura de Sousa Santos ha señalado hoy en su artículo "¿El fin del sueño portugués?" que "La lucha de la izquierda debe ser hoy por profundizar las virtudes y
neutralizar los vicios. A esto llamamos radicalizar la democracia (…). Esto
significa que en ningún caso puede dar argumentos ni espacios a los
antidemócratas. Los dos extremos ya no se tocan, por la sencilla razón de que
solo hay un extremo, la extrema derecha".
Unas palabras que pueden servir de ayuda para entender las cosas.