En EEUU se están moviendo piezas. Por ahora, que sepamos, han sido la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, y el propio Donald Trump quienes lo han hecho. Pero falta saber lo que están pensando o haciendo otros actores del sistema, como el presidente electo Joe Biden, el vicepresidente cesante Mike Pence, las dos cámaras legislativas, la cúpula del Partido Republicano, los cargos electos de este mismo partido, los organismo de seguridad... Cada cual en su medida y capacidad. De lo que parece que no va a haber duda, dada la gravedad de lo ocurrido, es que la cosa no va a quedar como si no hubiera ocurrido nada.
Pelosi manifestó ayer que hay que actuar contra Donald Trump: o bien se aplica la enmienda 25 de la Constitución, mediante la destitución del presidente a iniciativa del vicepresidente y el apoyo de al menos una minoría simple del gobierno, o bien el propio Congreso iniciará el procedimiento de impeachment. Lo primero resultaría la vía más rápida, pero tiene como dificultad que tendrían que ser los colaboradores más cercanos de Trump quienes deberían llevarla a cabo. Lo segundo, que conllevaría más tiempo, al depender de instituciones más numerosas, tiene como ventaja que las dos cámaras del Congreso están controladas por el Partido Demócrata.
Por otra parte, el propio Trump parece que ha iniciado una especie de retirada. Si nos atenemos a la información dada por The New York Times, está estudiando concederse el perdón, así como a sus colaboradores. Es una potestad sobre la que existen dudas acerca de su legalidad. Según ha declarado en algunas ocasiones, podría hacerlo como presidente del país, pero de ocurrir abriría un precedente peligroso, al situar a esa institución por encima de la ley. Por de pronto, Trump -por fin- ya ha reconocido al nuevo presidente, y ha condenado el asalto al Capitolio y a quienes lo protagonizaron. Quizás lo haya hecho ante el riesgo de que, dada su actuación durante los momentos previos al asalto, alentando a hacerlo, no sólo pueda ser destituido, sino incluso pueda acabar en prisión.
El espectáculo bochornoso de lo que se ha visto sigue rondando en la mente de la opinión pública estadounidense y de la mundial. El país que se ha erigido en campeón de la democracia, arrogante -por decirlo suavemente- contra otros países en nombre de esa democracia, por lo que ha hecho y deshecho gobiernos, intervenido militarmente y cometido tropelías, no puede permitirse quedarse con una imagen tan vergonzosa.
No sabemos qué va a ocurrir en EEUU en los días y las semanas que siguen. Como tampoco lo sabemos de Trump. Pero al tiempo.