El curso 1980-81 fue el último de mi carrera de Geografía Historia. Una de las asignaturas fue la optativa "Las ideologías sociales obreras en la España Contemporánea. 1868-1910", impartida por la profesora María Dolores Gómez Molleda, que a la sazón era la catedrática de Historia Contemporánea. Fue una experiencia muy interesante, porque la forma de afrontarla difería completamente de las otras asignaturas, basadas sobremanera, en la mayor parte de los casos, en las disertaciones del profesorado y los exámenes memorísticos finales.
Como ya había ocurrido con la misma profesora durante el curso anterior, el método de trabajo consistió en una sesión semanal de varias horas y en la búsqueda de información en base a una bibliografía que previamente nos iba indicando. Las sesiones de grupo eran, pues, un momento de intercambio de conocimientos, tanto por parte de la profesora como por lo que cada alumno o alumna podíamos aportar. Leí prácticamente todo lo que se propuso y eso hizo que durante las sesiones de grupo participara con frecuencia y entusiasmo. Repito, una experiencia muy enriquecedora, de la que soy consciente de haber aprendido mucho.
Al final de los dos cursos teníamos que presentar un trabajo que registrara, a modo de memoria, una síntesis-esquema del contenido y la bibliografía que habíamos consultado. De 4º tengo unos recuerdos difusos, aunque las lecturas se centraron en la Teoría de la Historia, con especial énfasis en la historiografía francesa de la conocida como Escuela de Annales. Y fue precisamente en torno a los tiempos en la Historia el tema que la profesora me planteó al final del curso, cuya composición tuve que realizar a lo largo de una tarde. En el caso de 5º tuvimos que realizar un trabajo de uno de los aspectos y que elegimos libremente.
De 4º no conservo la memoria realizada, que entregué a la profesora sin haber hecho una copia. Distinto fue el caso del último curso, pues me preocupé de hacer una copia de la memoria correspondiente y, además, del trabajo. Opté por el socialismo y más concretamente el PSOE, dándole el título "La línea ideológica socialista oficial". Es lo que se puede leer en la entrada, respetando su contenido tal y como se lo presenté a la profesora, y sólo haciendo ahora una modificación en lo relativo a la forma de reflejar las citas.
Después de haberlo leído el trabajo estos días, creo que su contenido puede resultar interesante y, en parte, hasta curioso.
1. Bases
teóricas
1.1.
La huella guesdista
El socialismo
español ha sido caracterizado por los historiadores españoles como guesdista en
sus primeros tiempos, por las influencias que vinieron de Francia y que
marcaron el carácter del primer partido obrero español. El guesdismo es una
doctrina o corriente ideológica socialista poco renovadora y que adolece de
investigaciones originales (en parte por un desconocimiento profundo del
marxismo), reduciendo al marxismo a una pedagogía política basada en criterios
abstractos. De esta manera, se dedica a mantener entre los obreros la esperanza
y la inminencia de la revolución[1]. La
vulgarización que se hace del marxismo impregna al partido, su acción política
y sus programas de unos rasgos característicos, que, en cierta medida, actúan
–al menos en el caso español- como lastres
o frenos para su desarrollo y su influencia entre la clase obrera[2].
En los orígenes del
guesdismo juega un papel muy importante la influencia lassalliana, referida en
tres aspectos: la aceptación de la ley de bronce de los salarios; el desinterés
de todo tipo de reformas en el capitalismo; y el interés prioritario por la
organización[3].
El guesdismo puede
resumirse en los siguientes rasgos: en primer lugar, sobresale la idea de la
inminencia de la caída del capitalismo a favor del orden socialista. En segundo
lugar, y como consecuencia, urge la tarea de reforzar la organización, como
principal instrumento para alcanzar los objetivos revolucionarios. En tercer
lugar, su determinismo hace que se menosprecie la lucha reformista. Y en cuarto
lugar, el obrerismo o inflexibilidad en la política de alianzas le lleva a una
práctica sectaria, le aísla del resto de las fuerzas sociopolíticas y provoca
recelos sobre la cooperación de los intelectuales. En suma, la base teórica es
esencialmente revolucionaria, si bien,
andando el tiempo, se irá tornando en una práctica reformista.
A pesar de esta
etiqueta –real, verdaderamente-, cabe preguntarnos hasta qué punto las
influencias exteriores que penetraron en España (a través de José Mesa,
primero, y de los contactos entre los partidos francés y español, después) son
o no condicionantes para calificar su carácter. Como señala Pérez Delgado,
puede decirse que en España hay diversas prácticas e ideologías obreras
anteriores a la constitución de la Federación Regional Española de la AIT que
persisten e influyen posteriormente, coexistiendo con la penetración de
doctrinas y formas organizativa desde Europa[4]. ¿Acaso
no existe una similitud, por ejemplo, entre la “obsesión” socialista por el
reforzamiento de la organización y aquella anarquista que la concebía como
embrión de la sociedad futura?
Pero veamos ahora
cómo son los rasgos de la línea socialista oficial, donde veremos las
influencias del exterior, la herencia del pasado, las limitaciones de los
primeros socialistas, los cambios que se van operando en su interior, etc.
1.2.
El análisis del capitalismo
En el Programa del
PSOE de 1879[5],
redactado bajo la inspiración de Francisco Mora, se dice que en la sociedad
existe un antagonismo de clases que agrava las diferencias sociales
progresivamente, de tal manera que cada vez hay más pobres. La clave de esas
diferencias reside en la explotación de los ricos sobre los pobres, como
poseedores, aquéllos, de las tierras, máquinas y demás instrumentos de trabajo.
Se añade que el poder político garantiza la explotación de la clase media.
Un año después este
Programa es reformado[6] y, pese
a que la esencia sigue siendo la misma, se introduce una serie de novedades que
lo hacen más rico en contenido. Ahora se
habla claramente del antagonismo entre burguesía y proletariado. La primera,
como clase dominante y poseedora de los instrumentos de trabajo. Y la segunda,
como dominada y poseedora de la fuerza vital. La consecuencia de esta
explotación es la miseria social, el envilecimiento intelectual y la
dependencia política de la clase obrera. Es interesante el concepto de
envilecimiento intelectual, que tiene su alternativa (y que más tarde
comentaremos) como expresión de una aspiración común dentro de las
organizaciones obreras en pro de una mayor formación intelectual para
comprender mejor su situación de explotación y conseguir una igualación social.
Será en el Informe
que Jaime Vera redacta en nombre del PSOE ante la Comisión de Reformas Sociales
en 1884[7] donde
nos encontramos con el primer documento socialista que tiene mayor rigor
científico y se aproxima de una forma más profunda a un análisis marxista del
capitalismo. Conociendo la formación universitaria de Vera, podremos
comprenderlo. Un Informe que, desde una postura socialista y de clase, está
exenta de sectarismo y alejada de ese verbalismo de los políticos burgueses o
de los proletarios que se disculpaban con la falta de formación[8].
Jiménez Araya
señala en su comentario crítico que Vera hizo una mezcla de textos originales
de Marx y Engels, y de otros de divulgación. Esto es lo que lo llevará a
ciertas confusiones.
Partiendo del
antagonismo entre burguesía-clase explotadora y proletariado-clase productora
de riqueza social y no poseedora, piensa Vera que los intereses de ambos son
contrapuestos, enfrentados entre sí por el régimen de salario. El tratamiento
que hace del salario denota influencias de Guesde y Lassalle (ley de bronce de
los salarios), haciendo desprender el salario, como el precio de cualquier
mercancía, del juego de la oferta y de la demanda, cuyo punto de equilibrio
determinaría su nivel máximo, es decir, el coste de sostenimiento del obrero y
su familia[9].
La crítica que
realiza al capitalismo la hace desde tres puntos. Lo considera como un régimen
transitorio entre el feudalismo y el colectivismo, en contra de los ideólogos
burgueses de culminación del progreso social en la sociedad capitalista. El
origen del capital se encuentra en el robo que el patrono realiza sobre el
obrero a través de la plusvalía. Y, por último, tiene en su seno las
contradicciones que lo harán desmoronarse: engendra al proletariado, que lo
destruirá; aun reconociendo la propiedad privada, roba al obrero y despoja al
pequeño propietario; la producción es anárquica, provocando crisis cíclicas.
Para Jiménez Araya
la referencia que hace a las crisis cíclicas coincide con Marx en cuanto a su carácter
autodestructivo, pero busca Vera las causas en la teoría del subconsumo (ajena
a Marx y propia de los socialistas franceses y alemanes), que habla del
desequilibrio creciente entre la evolución de la producción y la capacidad
adquisitiva menor de la mayoría de los consumidores[10].
Dentro de la óptica
del materialismo histórico, reconoce el carácter progresivo del capitalismo,
influido por El Manifiesto Comunista.
Este carácter progresivo lo explica en el paso que se produce de la producción
individual (artesanado) a la colectiva (gran empresa), antesala, esta última,
del socialismo.
A nivel político,
la democracia en el sistema capitalista tiene un valor relativo, pues no existe
una verdadera igualdad política sin otra económica. Los derechos políticos han
de ser un medio, nunca un fin. El gobierno es un instrumento de las clases
dominantes para perpetuar su posición. Los obreros, por ello, no han de apoyar
a los partidos burgueses, ni siquiera a los radicales.
Aquí se ve una
característica del obrerismo guesdista, que será caballo de batalla a lo largo
de años, sobre la alianza con los partidos burgueses más avanzados. El mismo
Vera, un año más tarde, será el primero en dar la batalla sobre ese asunto.
En lo referente al
estado capitalista y la acción política de la clase obrera, el Informe de Vera adolece
de lagunas importantes en lo referente a la situación española, como las
relaciones de clase, la estructura del poder de la Restauración, el grado de
desarrollo de las fuerzas productivas, la ausencia del problema agrario…[11]. Este
defecto será general de todo el partido, nada realista en su análisis de la
sociedad española y que provocará defectos tan garrafales como olvidar que la
población agraria española era superior a la mitad de la del país.
1.3.
La transición al socialismo y el socialismo
Dentro de la
estrategia marxista sobre la transición de la sociedad capitalista a la
comunista, figura como condición previa la posesión del poder político por la
clase obrera, a través del cual se puede acometer la tarea de destruir el
estado social existente y socializar los medios de producción, abolir las
clases sociales y emancipar a los trabajadores. Este punto será incluido
siempre en los programas de 1879, 1880 y en el Informe de Vera.
La nueva sociedad
se organizará sobre la base de colectividades obreras unidas por reciprocidad e
interés común (Programa de 1879) o de la federación económica (programas de
1880 y 1888)[12],
de clara influencia proudhoniana[13]. En el
Programa de 1880, no obstante, hay una
clara referencia al estado obrero, como delegación administrativa, no
arbitrario y cuyos funcionarios tengan un carácter revocable. Como se ve en
esto último, se acerca a lo expuesto por Marx en su comentario sobre la Comuna
de París[14].
La transformación
de la propiedad individual o corporativa en propiedad social, colectiva o común
será otro rasgo de la sociedad nueva (programas de 1879, 1880, 1888 e Informe
de Vera).
Jiménez Araya
señala, refiriéndose al Informe de Vera, pero que puede hacerse extensible a
los otros documentos, que la utilización del término colectivismo es confuso,
pues lo equipara a socialismo, socialismo colectivista o comunismo. Tal
utilización era frecuente entre los socialistas franceses y los anarquistas,
mientras que Marx prefirió el término comunismo[15].
La apropiación del
producto íntegro del trabajo y la retribución en base al trabajo realizado son
otros rasgos de la nueva sociedad. Morata comenta que por aquella época se daba
una polémica entre los socialistas, según considerasen que la retribución se
hiciese bajo el principio “a cada uno según sus servicios” (colectivistas) o el
de “a cada uno según sus necesidades” (comunistas)[16]. Incluso
dice que en el Programa de 1879 se eluden los vocablos colectivista y comunista.
En realidad, como
ya se ha dicho anteriormente, existe una falta de conocimiento de las fuentes
primarias del marxismo, cosa que era inherente a la corriente guesdista del
socialismo europeo. El derecho al producto íntegro del trabajo es premarxista,
al no tener en cuenta la necesidad de reproducir y ampliar los instrumentos de
reproducción[17].
Marx deja la cuestión bastante clara al diferenciar las dos fases de la
sociedad comunista, la primera de las cuales (fase inferior), recién salida de
la sociedad capitalista, retribuye el producto del trabajo desde la óptica del
derecho burgués y desigual, es decir, “según su trabajo”. Por el contrario, en
la fase superior la retribución se hará “según las necesidades”, una vez
desaparecida la subordinación de los hombres a la división del trabajo y la
oposición entre trabajo manual e intelectual[18].
La consecución de
una enseñanza integral de la ciencia, la industria y el arte (Programa de 1880)
o de una enseñanza general, científica y especial en cada profesión (Programa
de 1888) va en la línea de conseguir una nivelación de las desigualdades
intelectuales y, por tanto, sociales (por cuanto la oposición trabajo manual y
trabajo intelectual es una forma de división del trabajo), y hacia una
formación integral del hombre. Asimismo, la equiparación por igual de ambos
sexos en la impartición de la enseñanza va en la línea de la igualdad entre el
hombre y la mujer, aunque ya veremos más adelante en las medidas de corto plazo
cómo hay una referencia a la imposibilidad de la mujer para ciertos trabajos.
2. Los
instrumentos de la clase obrera
2.1.
El partido
Uno de los puntos
de la polémica en el seno de la AIT entre bakuninistas y marxistas giró en
torno a la estructura de la organización obrera. Los bakuninistas querían dar
más autonomía a las organizaciones de base y a las nacionales con respecto a la
comisión central. Los marxistas, tachados de autoritarios, veían en la
centralización una mayor garantía en la eficacia de la acción[19].
Esta diferencia
habría de perdurar posteriormente entre los respectivos herederos de las dos
corrientes, de tal manera que en España el PSOE se organizaría de una forma
similar a la de sus hermanos europeos.
En el Congreso de
1888 se trasluce que el objetivo del partido de la clase obrera es el de
organizar al sector más avanzado de la clase, con vistas a lograr la aspiración
de toma del poder político[20]. De esta manera el partido se erige en elemento
director de la lucha contra el capitalismo, la organización desde la que los
trabajadores han de ir tomando conciencia. Desde la posición guesdista, su
reforzamiento significa la base del éxito.
El carácter
elitista que Pablo Iglesias le dio al PSOE contribuyó a que su imagen de cara
al exterior no fuera positiva, en especial entre los círculos anarquistas, que
añadían a ello su odio al burocratismo y la jerarquización.
2.2.
La prensa
La consecución de
órganos de prensa como vehículos propagadores de las ideas socialistas supone
una tarea auxiliar para el propio partido. El
Socialista habría de ser el periódico principal del PSOE. Un año antes de
su salida a la luz, que fue en 1886, se discuten las bases del periódico, que son
las siguientes[21]:
a) como medio de defensa del PSOE y de organización de sus simpatizantes; b)
para apoyar a los movimientos de resistencia; c) ante la necesidad de crear una
central sindical; y d) como medio de combate a los partidos republicanos, sobre
todo los más avanzados, aunque se prefiriera la república a la monarquía como
forma de gobierno.
Como se ve, el
primer punto está en relación directa con el partido, como medio de propaganda.
El último punto, que habría de ser el más polémico, tiene un claro carácter de
lucha ideológica, en especial con los grupos republicanos radicales,
competidores suyos en la búsqueda de una base social, muy posiblemente porque
en aquellos años la influencia de los partidos republicanos entre las masas
populares aún se conservaba. No hay que olvidar que la clase obrera española
tenía una tradición republicana, problema que también se le presentará a los
anarquistas en los primeros años. Los otros dos puntos afectan indirectamente
al partido y sobre sus implicaciones hablaremos en el punto siguiente.
Según se va desarrollando
el partido van apareciendo otros periódicos, como La Aurora Social de Oviedo, La
Lucha de Clases de Bilbao, etc. Este último es un claro ejemplo de la
prensa que sigue la línea más ortodoxa del partido, teniendo gran relevancia en
Vizcaya, al menos en relación a la importancia del PSOE en aquella zona[22].
2.3.
Los sindicatos
El Congreso de
fundación de la UGT en 1888, unos días antes del celebrado por el PSOE, marca
como objetivo central la mejora de las condiciones de trabajo de la clase
obrera, apelando a la huelga si fuera necesario (se subraya el carácter de bien
organizada) y recabando del gobierno una legislación social[23]. Como
se ve, sus objetivos eran de claro matiz reformista.
Sin embargo, para
Pérez Ledesma los motivos que en un principio movieron al PSOE para la
formación de la UGT eran los de desarrollar la conciencia obrera, más como una
especie de escuela del socialismo que como instrumento de mejoras económicas y
sociales[24].
Pone esto de nuevo en relación con el carácter guesdista en estos años.
En el Congreso del
PSOE de ese año se marca perfectamente la diferencia de tareas y objetivos
entre el partido y los sindicatos. Éstos tendrían como misión la de organizar a
la clase obrera, sin necesidad de que sus afiliados sean socialistas. Sería un
campo de reclutamiento y medio de ampliar la influencia del partido. Si en
teoría no existía ninguna vinculación orgánica, en la práctica sí la habría[25].
A partir de los
años 90 el reformismo social, en conexión con los cambios que se van
produciendo en el partido, irá tomando importancia. El 1 de mayo de 1890 tuvo para
el PSOE un carácter reivindicativo, a favor de una legislación protectora del
trabajo y en clara discrepancia con la postura anarquista de convocar huelga
general. Los socialistas sólo eran partidarios de la huelga general con fines
políticos, como medio para la toma del poder, y sólo en momentos muy precisos, pero
siempre que estuviese bien organizada[26]. En
1902 volvieron a dejar solos a los anarquistas, otra prueba más del
distanciamiento socialista de cualquier práctica revolucionaria, inmerso en un
reformismo social, que para Iglesias suponía un medio de fortalecer la
conciencia revolucionaria[27].
En cuanto al desarrollo
de los conocimientos económicos entre los socialistas españoles, el mismo Pérez
Ledesma habla que se hace a través, sobre todo, de la entrada de las ideas de
Deville (partidario de un socialismo más evolucionista, cuya obra Principios socialistas se tradujo en
1898) o la traducción de El Capital[28].
2.4.
Las juventudes
La formación de las
Juventudes Socialistas es una expresión más del descontento que se iba
incubando en el PSOE, en oposición a la línea ortodoxa “pablista”. Pese al
carácter rebelde y heterodoxo con que nacieron y que seguirá teniendo (no
olvidemos su participación en la polémica sobre la III Internacional), las Juventudes
reciben la aprobación oficial del partido en 1905, celebrando en 1906 su
Congreso Constituyente.
El propósito de las
Juventudes Socialistas es el de servir como auxiliar del partido, sobre todo en
épocas electorales, y difundir las ideas socialistas entre la juventud a través
de conferencias, asambleas y excursiones[29].
3.
Las medidas de acción práctica
3.1.
La participación electoral y las alianzas con la burguesía
La participación
electoral no resultaba ningún problema para los socialistas. Cuando en 1890 se
les presenta la primera oportunidad de hacerlo, tras el restablecimiento del
sufragio universal por Sagasta, no dudan un momento. Pero los resultados
electorales fueron un fracaso en los primeros años (todavía más en relación a
otros partidos europeos) y aunque en 1891 consiguen los primeros concejales en Bilbao, habrían de esperar a 1905 para
obtenerlos en Madrid y a 1910 para colocar su primer diputado en el parlamento,
también por Madrid.
Estos fracasos
iniciales no les hacen desistir y desde 1890 dirigen todo su centro de acción
en la lucha por la conquista de escaños. El nuevo carácter del PSOE, reformista
en lo social y moderado en lo político, tiene como factor esencial el adaptarse
a unas circunstancias desfavorables[30].
La posición ante la
política de alianzas se convirtió en el detonante principal de las sucesivas tendencias
disidentes. La aprobación de la cláusula referente a la lucha contra los
partidos republicanos más avanzados en las Bases de El Socialista provocó la salida temporal de hombres como Vera,
Mora, Calleja, etc., partidarios de un trato más benevolente con los
republicanos mientras éstos no estuviesen en el gobierno[31].
Esta postura fue
mantenida hasta 1908, aunque en el pasar de los años surgieran indicios que
apuntaban hacia lo que al final ocurrió. Mientras que en el Congreso de 1888 se
repite lo adoptado en las Bases de El
Socialista y en 1890 se dice que los partidos burgueses “desde el
conservador al federal, sólo tienen como mira mantener el régimen del salario”[32], en
1899 se acuerda la posibilidad de establecer una cooperación con los partidos
avanzados cuando los principios democráticos estén en peligro de hecho o de
derecho[33].
En 1905 el Comité
Nacional y un referéndum interno desechan el acuerdo de la Agrupación Socialista
Madrileña, a instancias de García Quejido, sobre el apoyo a candidaturas
republicanas donde no las hubiera socialistas[34]. Por
fin, en el Congreso de 1908, coincidiendo con época de declive (en 1907 habían
conseguido 8.000 votos en toda España, frente a los 29.000 de las elecciones
anteriores, de 1903) se acepta la alianza con partidos burgueses a propuesta de
alguna agrupación o del Comité Nacional, y con la aprobación de los 2/3 del
partido[35].
3.2.
Medidas políticas y económicas
En los programas y
las resoluciones de los congresos se va aprobando una serie de medidas de orden
práctico con vistas a ir madurando la conciencia de la clase obrera. Si en 1879
se habla de libertades políticas, desde 1880 se desglosa su contenido en varios
puntos, tales como los derechos de asociación, reunión, manifestación, etc., el
sufragio universal, la libertad de prensa, etc. Otros puntos van en la línea de
proteger la inviolabilidad e intimidad del individuo, como la seguridad, la
inviolabilidad del correo y de la vivienda, la abolición de la pena de muerte,
etc.; o las garantías jurídicas, como la justicia gratuita, los jurados para
toda clase de delitos, la reforma de las leyes de desahucio, inquilinato o
similares…
Como puede verse,
las reivindicaciones van en una línea democrática y bastante avanzada.
En las medidas de
carácter económico, desde 1879 se pide la estatalización de los transportes,
minas, bosques, etc. y su adjudicación a las sociedades obreras, medida
claramente socialista. En 1888 se pide la abolición de la Deuda Pública y de
los impuestos indirectos, que serán sustituidos por otro directo y progresivo
sobre rentas superiores a 3.000 pesetas anuales.
En las medidas de carácter
laboral, en 1879 se pide la reducción de las horas de trabajo, y la prohibición
del trabajo a menores de 9 años y de trabajos duros para las mujeres. Fueron
reformadas en 1888 con la petición de 8 horas de jornada laboral, la
prohibición del trabajo para menores de 14 años y una jornada laboral de 6
horas para los jóvenes entre 14 y 18 años. Y también ampliadas, como la
fijación de un salario mínimo, el descanso dominical, etc.
Referentes a la
protección en el trabajo, se pide en 1879 la formación de comisiones de
vigilancia del trabajo y la vivienda, el derecho de huelga, la promulgación de
leyes protectoras de la salud y la vida, la formación de socorros mutuos,
pensiones para los inválidos por accidente de trabajo, etc. Y en 1880, la
reglamentación del trabajo en las prisiones, la responsabilidad empresarial en
los accidentes de trabajo, etc.
Medidas todas
ellas, tanto las políticas como las económicas, que son reflejo de las
aspiraciones de la antigua AIT o de la posterior Internacional Socialista[36].
3.3.
Educación, ejército y cuestión religiosa
En el Programa de
1879 se propone una escuela de primera enseñanza y una formación profesional
gratuitas y laicas. Al año siguiente se añade un segundo grado de enseñanza,
también gratuito y laico.
A estas medidas
programáticas le acompañan otras complementarias educativo-culturales, que se fueron
realizando a iniciativa del partido o de organizaciones afines, como la escuela
profesional de la Asociación del Arte de Imprimir, las secciones culturales del
Centro de Sociedades Obreras de Madrid y de las casas del pueblo, etc.[37]
La importancia de
la educación desde la óptica socialista queda reflejada en las palabras
pronunciadas por Julián Besteiro, al considerar que el marxismo había influido
en la clase obrera a la creación de una conciencia de su misión histórica, a
liberarla de sus pasiones inferiores y de prácticas violentas estériles, y a
elevar, racionalizar y dotar su pasión[38].
En el tema militar
el PSOE propone un servicio obligatorio y universal mientras exista estado,
para convertirse posteriormente en una milicia popular (Programa de 1880). Sin
embargo, en 1979 y 1888 pide, respectivamente, sin especificar nada, un
servicio militar obligatorio y la supresión de los ejércitos permanentes,
además de la formación de la milicia popular. Esta posición coincide con lo
expuesto por Marx, partiendo de la premisa de que en la sociedad burguesa el
ejército es un instrumento de defensa del régimen establecido[39].
El reflejo de esta
postura en el campo del antibelicismo coincide con la de otros partidos
socialistas europeos, por considerar que la guerra es un conflicto de intereses
entre los capitalistas. Su lucha contra la guerra de Cuba, por el abandono de
las colonias, incluida Marruecos, contra
la involucración en el conflicto de Transvaal, etc. son pruebas evidentes[40]. En
suma, el PSOE defiende una estrategia pacifista que, con el lema “guerra a la
guerra”, la Internacional había adoptado desde finales de siglo. Más tarde
ocurrirían otras cosas, cuando la amenaza de una confrontación mundial fue aumentando
día a día, pero eso ya no nos corresponde tratarlo aquí.
Sobre el tema
religioso Gómez Llorente afirma que el PSOE no era un partido ateo, sino
anticlerical, pero con un carácter distinto del radicalismo burgués, en el
sentido de desacralizar la vida política y civil española y no de quemar
conventos. Concluye diciendo que la razón de este anticlericalismo hay que
encontrarla en el antisocialismo de la teoría social pontificia y la actitud
práctica de la Iglesia[41].
Hasta 1888 no
aparece el primer pronunciamiento programático sobre el tema. En concreto se
pide la supresión del derecho que tiene el clero a la subvención estatal y la
confiscación de sus bienes[42]. La
medida coincide con la de cualquier partido republicano avanzado, siendo la
primera parte de esa propuesta uno de los caballos de batalla de carácter
religioso que tradicionalmente separaban a clericales de anticlericales a lo
largo del siglo XIX español, como quedó reflejado, por ejemplo, en la Constitución
de 1869.
En el Congreso de
1899 se rechaza una propuesta tendente a excluir del partido a militantes
católicos[43].
Es en el discurso que Pablo Iglesias pronunció en el Congreso de 1902 donde hay
una clarificación bastante interesante: “no quemamos iglesias, pero combatimos
ideas (…). Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotación de
la burguesía; para ello educamos a los hombres, y así le quitamos conciencia.
Pretendemos confiscarles los bienes (…); queremos que desaparezcan los unos y los otros (curas
y frailes)”[44].
Por encima de las razones de tipo filosófico-ideológico que hacen incompatible
marxismo y religión, hay otras razones, de tipo en cierta medida coyuntural y
con una tradición en unos sectores de la sociedad española, que hacen tomar al
PSOE la postura que adoptaron.
4. Evolución
ideológica general del socialismo español de 1879 a 1910
Las bases teóricas
sobre las que se fundamenta el PSOE a lo largo del periodo comprendido entre
1879 y1910 apenas cambian. Van en la línea de un revolucionarismo teórico,
propio de partidos como el francés o el alemán. Pero en el terreno de la
aplicación práctica de esos principios las cosas demuestran que poco a poco se van
introduciendo novedades. Bien por propio convencimiento, por la presión de las
tendencias de oposición en el seno del propio partido, por las influencias del
exterior o por las tres cosas a la vez. Y si el posibilismo es una fe sencilla,
que pone mucho el acento en la superioridad de la clase obrera y la necesidad
de que los socialistas se separen de la sociedad burguesa[45], pronto
se dan cuenta Iglesias y su grupo que la inminencia de la revolución no está a
la vuelta de la esquina.
La nueva práctica
reformista que se inicia desde finales de los 80 se basa en la necesidad de
alcanzar acuerdos UGT-patronal y de conseguir representación parlamentaria,
cuyo factor principal radica en la necesidad de adaptarse a unas condiciones
que le son desfavorables[46]. Esto
se empieza a ver con el carácter puramente reivindicativo que le dan al 1 de
mayo de 1890 y el reconocimiento un año más en El Socialista de que, sin renunciar al carácter revolucionario, no
se ve la posibilidad de la revolución a corto plazo[47].
En 1895 Pablo
Iglesias escribe en el periódico del partido que la emancipación de los
trabajadores no se va a conseguir de golpe y porrazo, siendo condición
necesaria que se vayan adoptando reformas con vistas a ir mejorando la
situación moral y material de la clase trabajadora[48]. Las
resoluciones del Congreso de 1899, la posición ante la huelga de Barcelona de
1902, la tentativa de García Quejido y la Agrupación Socialista Madrileña en
1903, etc. son pruebas o señales de lo que en 1908 se adopta y en 1910 se
consuma.
Con todo, este
partido se encuentra falto de realismo. Entre la multitud de errores que se le
pueden achacar, unos más graves que otros, hay uno que supone una “ceguera
política” flagrante, como es el problema, el olvido del problema del campo, el
sector de la economía española que tenía ocupado a más de la mitad de la
población.
Este menchevismo
del PSOE de la primera década del siglo XX está alejado ya del viejo guesdismo,
pero lo separa del revisionismo bersteiniano, al no perder la perspectiva
revolucionaria[49].
El nuevo reformismo práctico es la prueba de que el socialismo español ha
cambiado algo y a partir de 1910 su influencia en la vida política y social va
dejándose sentir de una manera mayor.
Notas
[1] Reberioux (1979, pp. 147-148).
[2] Sobre este tema han escrito, entre
otros, la autora antes citada, Tuñón de Lara (1972), Pérez Ledesma (1972); Pérez
Delgado (1981) y Meaker (1978).
[3] Pérez Delgado (1981, pp. 208-210).
[4] Pérez Delgado (1981, pp. 6-7).
[5] Morato (1976, pp. 82-84).
[6] Morato (1976, 87-88).
[7] Gómez Llorente (1972, pp. 91-92).
[8] Jiménez Araya (1973, p. 46).
[9] Jiménez Araya (1973, p. 56).
[10] Jiménez Araya (1973, pp. 56-57) y Marx
(1973, pp. 517-543).
[11] Jiménez Araya (1973, p. 64).
[12] El Programa de 1888 se encuentra en
Morato (1976, pp. 116-117).
[13] Vilar (1979, p. 318) y Tuñón de
Lara (1972, p. 323).
[14] Marx (1971b, p. 66).
[15] Jiménez Araya (1973, p. 63).
[16] Morato (1976, pp. 84-85).
[17] Marx (1971a, pp. 17-25).
[18] Marx (1971a, pp. 17-25).
[19] Molnar (1974, cc. IX y X).
[20] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[21] Tuñón de Lara (1972, p. 285).
[22] Fusi (1975, p. 168).
[23] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[24] Pérez Ledesma (1972, pp. 31-32).
[25] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[26] Tuñón de Lara (1972, p. 327).
[27] Meaker (1978, p. 26).
[28] Pérez Ledesma (1972, pp. 43-44 y 54).
[29] Meaker (1978, p. 283).
[30] Pérez Ledesma (1972, pp. 38-39).
[31] Morato (1976, p. 105).
[32] Tuñón de Lara (1972, p. 326).
[33] Morato (1976, p. 153).
[34] Tuñón de Lara (1972, pp. 399-400).
[35] Tuñón de Lara (1972, p. 400).
[36] Morato (1976, pp. 84-85).
[37] Gómez Llorente (1972, pp. 184-185).
[38] Gómez Llorente (1972, p. 183).
[39] Marx (1971a, pp. 65-66).
[40] Gómez Llorente (1972, p. 139).
[41] Gómez Llorente (1972, pp. 166-167).
[42] Morato (1976, pp. 116-117).
[43] Gómez Llorente (1972, pp. 167).
[44] Gómez Llorente (1972, pp. 169).
[45] Meaker (1978, p. 26).
[46] Pérez Ledesma (1972, pp. 38-39).
[47] Pérez Ledesma (1972, pp. 38-39).
[48] Pérez Ledesma (1972, p. 39).
[49] Pérez Ledesma (1972, p. 54).
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