sábado, 9 de enero de 2021

El trumpismo, como expresión de la crisis política y el declive imperial de EEUU


Hace un par de días salió en Público un artículo de Manuel Ruiz Rico (1) en la que hizo una interesante disección de los grupos de extrema derecha que protagonizaron el episodio del pasado día 6, cuando asaltaron la sede del Congreso de EEUU. Entre ellos se encontraban QAnon, The Proud Boys [Los chicos orgullosos], The Patriots [Los Patriotas], The Kek Flag [La Bandera de Klek], The Three Percenters [Los Tres por Ciento], el movimiento Stop the Steal [Detened el Robo] o el National Anarchist Movement [Movimiento Nacional Anarquista]. 
Ayer leí otro artículo, escrito por Kevin Roose y publicado en la edición en castellano de The New York Times (2), en el que, como su título indica, se centra en uno de esos grupos, el mismo que está siendo considerado desde distintos medios como el más importante, con una expansión creciente durante los últimos meses.

La existencia de esos grupos en la sociedad estadounidense entronca con una tradición que tiene el supremacismo blanco y la defensa del uso de las armas como algunos de los principales elementos comunes, lo que les vincula a una ideología anclada en la extrema derecha. Otros elementos son más variopintos, en relación a la diversidad de grupos religiosos que hay en el país, el eco lejano que en algunos estados del sur sigue teniendo la Confederación surgida en 1861 durante la Guerra de Secesión, la ligazón de algunos sectores con la ideología y los símbolos nazis, etc. 

Toda esa amalgama forma parte de un magma social y político más amplio, que está muy estrechamente relacionado con el Partido Republicano y que eclosionó de una forma especial durante las presidencias de Ronald Reagan y George Bush padre. Fue el momento en que insertaron el credo neoliberal en el sistema económico y, en los momentos finales de la Guerra Fría, cultivaron la idea de unos EEUU todopoderosos. Una y otra cosa persistieron durante los ochos de mandato del demócrata Bill Clinton, quien, salvo algunos guiños de corte progresista (incluido el fracaso a la hora de sacar adelante una reforma sanitaria que hiciera universales los servicios de salud), se encargó de adaptar la maquinaria imperial a los nuevos tiempos.  

Desde 2001, con George Bush hijo como presidente, fue cuando se acabó forjando la alianza del neoliberalismo económico y el neoconservadurismo político. Es lo que hace algo más de una década Susan George analizó en un libro suyo, referido al secuestro del pensamiento por la derecha laica y religiosa en EEUU (3)

Tras el paréntesis de Barak Obama, que apenas varió la senda marcada por su predecesor demócrata y tuvo a Hillary Clinton como secretaria de Estado en sus últimos cuatro años, el acceso a la presidencia de Trump supuso la vuelta al poder de la alianza de las dos neos antes referidos. Aunque, en esta ocasión, con la aparición de elementos de nuevo tipo, que se han hecho visibles cada vez más en los últimos meses y de una manera especial durante el asalto al Capitolio. Durante sus cuatro años de mandato Trump ha sabido entroncar, a la vez, con ese magma conservador tan enraizado en la sociedad y con la aparición y desarrollo de los grupos antes referidos. 

Estos últimos han intensificado las nociones de supremacismo blanco, cristianismo rigorista, gran nación e incluso nación elegida, pero también han incorporado la idea de una conspiración que se ha instalado en los ámbitos interno e internacional. Esto está suponiendo el declive de EEUU como nación y como potencia, y también el de la civilización occidental. Su actividad se ha visto facilitada por el uso intensivo de portales (4chan, 8cham, 8kun...) y redes sociales electrónicas (twiter, facebook, instagram...), que están sirviendo de  plataformas para un permanente lanzamiento de mensajes, intercambio de ideas y experiencias, y, cuando es necesario, convocatoria de acciones. Todo un cúmulo de información, en gran medida falsa o manipulada, que ha ido conformando una visión de la realidad donde las propuestas políticas se han mezclado con lo fantasmagórico. El centro de este gran movimiento en estos momentos es el propio Trump, sobre quien lo esperpéntico de su personaje no sólo está siendo visto como normal por quienes lo siguen, sino que es considerado como el líder que va salvar al país del caos.   

Los guiños que Trump ha dirigido a esos grupos a lo largo de su presidencia han sido continuos. Los ha llevado a cabo tanto a través de sus mensajes por las redes sociales como en los discursos pronunciados en los actos públicos donde ha participado, en su mayoría atiborrados de gente. De alguna manera esos grupos se han comportado como una milicia en las redes y en las calles, haciendo gala de la parafernalia de símbolos y mensajes que les caracterizan. Fueron el aliento del presidente durante los cuatro años de mandato, uno de sus principales agentes electorales durante la última campaña y después, conocidos los datos de una derrota sin paliativos, las voces que han coreado persistentemente la (falsa) noticia de que ha sufrido un robo en el escrutinio de los votos.  

La idea de conspiración está muy extendida por una buena parte del magma social conservador. Con la aparición de la pandemia del covid-19 han encontrado un nuevo motivo para su propagación. Aun cuando existe un elevado grado de escepticismo sobre la existencia de ese virus, junto al mensaje lanzado por Trump de que estamos ante el virus chino, en consonancia con la disputa con el gigante oriental por la supremacía en el mundo, desde otros sectores se defienden posturas negacionistas o de minimización de las secuelas del virus. Esto entronca con los sectores antivacunas, como también lo hacen con los negacionistas del cambio climático.

El grupo QAnon se encuentra entre los que más han contribuido a la difusión de la postura conspirativa. De hecho, su presencia ha sido la más visible durante el asalto al Capitolio. Como ha señalado Kevin Roose en su artículo: "QAnon es el término en general para un extenso conjunto de teorías de conspiración de internet que alegan, de manera falsa, que el mundo está gobernado por una camarilla de pedófilos adoradores de Satán que están conspirando en contra de Trump y al mismo tiempo operan una red global de tráfico sexual de menores". Nada más y nada menos

No se trata de creer que la totalidad de quienes conforman o simpatizan con este tipo de grupos coinciden en todo lo que se propaga por las redes sociales. Puede que los aspectos más esperpénticos no sean aceptados por una buena parte, aunque quién sabe su dimensión, teniendo en cuenta el amplio eco que en esa sociedad se tiene acerca de creencias como, por ejemplo, la del creacionismo. En lo que sí concuerdan es en la idea de una conspiración que busca acabar con la gran nación norteamericana y que ha impedido que su líder, Donald Trump, haya podido revalidar su triunfo electoral.

Lo ocurrido estos días guarda relación, pues, con un amplio movimiento que viene de lejos, pero se ha puesto al día con las nuevas realidades surgidas en EEUU durante los últimos años. El contenido y la forma que tiene están cargados de elementos claramente antidemocráticos. Al buscar el aunamiento de voluntades en torno a un amplio colectivo de gentes, en este caso el de la población blanca, implica la exclusión en su país de quienes no pertenecen a él. Y desde el lema "Haz que EEUU siga siendo grande" pretenden seguir manteniendo la primacía del país como potencia hegemónica en el mundo, incluyendo la tradición intervencionista en el exterior.  

Atilio Borón señaló el otro día en el diario bonaerense Página/12 que "el episodio [del día 6] marca la gravedad de la crisis de legitimidad que hace mucho tiempo está carcomiendo al sistema político norteamericano" (4). Algo que concuerda con lo que intelectuales de ese país defienden, hasta el punto que lo que se denomina comúnmente como democracia estadounidense es calificada por Noam Chomsky, Sheldon Wolin o Jeffrey Sachs como una plutocracia, en la que el 1% de la población acumula nada más y nada menos que el 80% de la riqueza.

En todo caso, lo que está ocurriendo no deja de ser la expresión del declive de una potencia imperial. Algo que tantas otras han ido sufriendo en otros momentos de la historia. El problema derivará de la forma como implosione y las consecuencias que traerá consigo.


Notas

(3) El pensamiento secuestrado. Cómo la derecha laica y religiosa se han apoderado de Estados Unidos (Barcelona, Público, 2009).