Después de que estallara el caso Lezo, con Ignacio González como figura más relevante, empezaron a sucederse episodios sorprendentes, entre ellos la presencia de miembros de la administración de justicia. Eso, a la vez, iba dando sentido a determinados movimientos que con anterioridad se habían dado, relacionados con las altas esferas de la fiscalía, con José Manuel Maza, Fiscal General, y Manuel Moix, Fiscal Anticorrupción, como protagonistas.
La trama de González y compañía, como ya señalé en otras entradas, es mucho más compleja que, por ejemplo, la conocida como Púnica, con Francisco Granados como centro. Son numerosas las empresas involucradas (públicas y privadas) e importantes los políticos del PP o sus entornos los señalados (Eduardo Zaplana, José Mª Ruiz Gallardón...), y como novedad, el hecho de que miembros destacados de la fiscalía hayan entrado en las sospechas de actuaciones, cuando menos, dudosas.
Que Moix era el preferido de González y Zaplana para que Maza lo nombrara como Fiscal Anticorrupción, no cabe duda. Que lo era porque ya como fiscal jefe de Madrid tenía una larga trayectoria de trato de favor a dirigentes y cargos públicos del PP en situaciones difíciles (espionaje en la Comunidad de Madrid, multa de tráfico al Esperanza Aguirre, detención de Rodrigo Rato, Miguel Blesa...), tiene poca duda. Que Maza fuera muy criticado en amplios sectores del mundo fiscal por nombrar a Moix, es una realidad. Que éste intentó separar a los fiscales que están investigando la trama, es otra. Y que, pese a todo, Maza lo sigue defendiendo a capa y espada, lo es también. Todo, muy absurdo.
Los últimos días está redoblándose el cerco sobre el secretario de Estado de Interior, José Antonio Nieto, que el día anterior a la detención de González y su hermano, recibió a este último en su despacho oficial. Pese a que tuvo lugar en pleno desenlace de la operación Lezo, Nieto no ha parado de repetir que no hablaron de nada importante y menos del estado de las investigaciones. Todo, más absurdo aún.
Ayer mismo saltó otro episodio, con el mismo Maza en el centro, después de que una nota de prensa salida de su propio despacho mencionase que desde la secretaria de estado de Interior se había "chivado" la información. No tardó en rectificar el propio Maza, pidiendo disculpas por lo que consideró un error en la redacción de la nota, para luego empezar a divagar acerca del contenido de la frase. Absurdo por demás.
Sospecho, y no lo digo ahora, sino que lo he sentido casi desde el principio, que, dado la dimensión que está adquiriendo el conocimiento de la trama, con un PP enfangado hasta la médula y la participación de importantes empresas, se está buscando cortocircuitar la investigación judicial. Haciéndolo mediante la excusa de defectos de forma, supuestos o reales. Para lo que están las filtraciones, las imputaciones que luego se señalan como no probadas, la indefensión... Nada nuevo, como ya ocurrió en los noventa con la financiación de AP y el PP, cuyos responsables quedaron exonerados por errores en la obtención de pruebas, pese a la evidencia de delitos. Nada nuevo tampoco en la salida de rositas, temporal o definitiva, de personajes corruptos. O en el castigo de quienes los investigaban. Como ocurrió cuando se buscaron tres excusas para retirar a Baltasar Garzón de la investigación de la trama Gürtel, llegándose incluso a su condena por prevaricación. O la sanción más reciente contra el juez Elpidio Silva, que tramitaba el caso Bankia y en el que el mismo fiscal Moix actuó protegiendo a Blesa. O el caso de la real esposa de Urdangarín, con un fiscal que jugó el papel de abogado defensor de hecho.
Cómo acabará la cosa, está por ver, pero a mí no me extraña nada sobre lo que pueda pasar. Porque estamos en un estado de corrupción permanente.