El año 2016 ha acabado, siguiendo a feminicidio.net, con 104 casos de muertes de mujeres a manos de varones. Reconocidos por ahora como de violencia de género, 44. Un año que acabó con dos casos conocidos, en los que de palabra o de acción se dejaba al descubierto lo que se esconde detrás del problema. Uno fue la polémica desatada por el alcalde de Alcorcón, Ángel David, para quien las feministas "a veces son mujeres frustradas, mujeres amargadas, mujeres rabiosas y mujeres fracasadas como personas y que vienen a dar lecciones a las demás de cómo hay que vivir y de cómo hay que pensar". El otro fue lo sufrido por Teresa Rodríguez, líder de Podemos Andalucía, que fue víctima de una agresión sexual por parte de un dirigente empresarial.
Y recién empezado el nuevo año, dos nuevos asesinatos volvieron a conmocionarnos. Pero para algunas mentes que se creen privilegiadas, lejos de profundizar en las causas reales, el problema tiene otro cariz, como expresó un magistrado del Tribunal Supremo, Antonio Salas, que lanzó en una conocida red social una frase explicativa: "dificultad de la convivencia, la maldad de muchos seres humanos y la diferencia de fuerza física". Y aunque la reacción fue de crítica generalizada, salió en su defensa Salvador Sostres, un periodista conocido por sus exabruptos y su misoginia, que en su columna de prensa escribió: "No se trata de
justificar una violencia con la otra, pero aunque la violencia que usan las
mujeres contra los hombres no mata, la denuncia falsa, el chantaje de no
dejarles ver a sus hijos y los atracos económicos igualmente conducen a la
destrucción de cualquiera que los sufra". Y precisamente sobre la primera víctima del año otro periodista, Manuel Morales do Val, escribió hace unos días que "mujeres así se convierten voluntariamente en esclavas sexuales de posibles asesinos. Los siguen suicidamente por el placer físico que les proporcionan". Ayer mismo fue destituido de su periódico.
Hace una semana el arzobispo Antonio Cañizares volvió con el sermón de la ideología de género, pidiendo a las Cortes valencianas que "repiensen" sobre la legislación que están preparando.
Y hace varios días saltó la noticia de la condena de seis años y nueve meses a un catedrático de la Universidad de Sevilla por abusos sexuales a tres profesoras. Ahora el condenado ha sido retirado por la institución de su puesto de trabajo, cobrando, eso sí, el 75% de sus emolumentos. Atrás ha quedado la negativa del primer rector a recibir a las víctimas, el apoyo a su jefe de la mayor parte de los compañeros del departamento, el que el agresor siguiera dando clases con normalidad e incluso llegara a ser "premiado" con año sabático... Seis años así, mientras las tres profesoras agredidas tuvieron suertes distintas: bajas médicas, traslados a otros centros, incluso del exterior, y hasta el abandono de la docencia de una de ellas.
Una violencia que suma y sigue.