El 4 de diciembre el pueblo andaluz salió a la calle masivamente. Todas las capitales andaluzas acogieron manifestaciones en demanda de la autonomía, con una presencia multitudinaria de cientos de miles de personas. Fue el primer gran acto de una lucha colectiva que hubo de durar varios años, incluido el referéndum del 28 de febrero de 1980. Fue la exposición apoteósica de su bandera, la verde, blanca y verde, que acabó constituyéndose en símbolo de un pueblo. En Andalucía no se quería ser menos, pero no por envidia de otros territorios, sino por la voluntad de querer ser libre.
Y en ese día, el 4 de diciembre, tan glorioso por lo conseguido, se pagó un alto precio: la muerte de García Caparrós. Fue un crimen, porque simbolizó la resistencia del fascismo al deseo del pueblo andaluz por dejar atrás siglos de ignominia. Y sigue siendo un atropello, porque desde los poderes ocultos del estado no se permite que se investigue sobre lo ocurrido. Se impide el acceso a los documentos oficiales para que no salgan a la luz. Lo están pidiendo familiares de la víctima, también lo está haciendo IU, pero… La sombre del fascismo es alargada.
He viajado este fin de semana en Málaga y he aprovechado mi estancia para ir a la manifestación convocada por la Plataforma 4-D. Quería ser partícipe del recuerdo de la fecha y del mártir andaluz a quien segaron su vida. Como miles de personas llegadas de distintos rincones de Andalucía. Había mucha gente del mundo rural, de los pueblos jornaleros que luchan incansablemente desde hace décadas por dar vida a uno de los versos del himno andaluz: "Andaluces [andaluzas], levantaos, / pedid tierra y libertad".