Sí, eso es. Pero no se trata de dos especies animales, sino humanas. Las dos, con intereses comunes. Una, buscando carroña en forma de viviendas para adquirir lo que se va soltando por quienes no pueden hacer frente a sus deudas o quienes, como veremos, buscan liquidez en sus arcas. Adquiriéndolas a precio de saldo para luego rentabilizarlas al máximo volviéndolas a poner en el mercado, esta vez como alquileres. Pero no baratos, sino con precio de mercado. Un chollo.
La otra especie también resulta necesaria. Porque deja hacer y pone las cosas a disposición de la primera. Lo justifica en nombre de la libertad, que llaman liberalismo y que en realidad es la forma nueva que ha adquirido en los nuevos tiempos. Las gaviotas hacen leyes que dejan mano libre a los buitres para que actúen y también les ofrecen, en este caso, viviendas que estaban destinadas a la gente más humilde. Consiguen, así, tres cosas: poner en práctica su doctrina, obtener fondos para lo que administran y, de paso, llevárselo en B, C o lo que sea a Suiza, los paraísos o los
altillos de sus casas.
Sí, buitres y gaviotas. Entre los primeros está la compañía inmobiliaria Blackstone, la segunda mundial de ese tipo, propietaria, entre tantísimas cosas, de los alquileres protegidos que en Madrid puso en venta la alcaldesa Botella, esposa del señor Aznar; y propietaria también de los narcopisos de Barcelona en el barrio del Raval. Para saber más, invito a leer el artículo de Fátima Martín "Blackstone, el casero buitre global".