Ayer se celebraron las elecciones a una nueva Asamblea Constituyente. Resulta evidente la actitud violenta mantenida por los grupos de oposición, que las han boicoteado y, allá donde han podido, han destruido las mesas de votación. Aun con ello, la participación ha sido alta. Más de lo esperado.
Aún faltan los datos oficiales definitivos, los que corresponden al Consejo Nacional Electoral, pero han superado los ocho millones de personas. La oposición, sin embargo, la ha minimizado, llevándola a un 11%, que sería algo así como que ha habido alrededor de dos millones de votantes. Hace una semana, en el simulacro de consulta que la oposición organizó contra el gobierno venezolano, se anunció apresuradamente una participación de más de siete millones, sin que se sepa cómo se validaron los datos.
Una de los aspectos que más se han resaltado de la jornada electoral de ayer ha sido la violencia habida y, por supuesto, la que pretendidamente han ejercido las fuerzas policiales. Ya a primera hora del día se conoció el asesinato de un candidato del PSUV, al que apenas se han referido los medios de comunicación del sistema. Pronto se fueron sucediendo imágenes de disturbios y muertes, todas a cargo de las fuerzas policiales y simpatizantes del gobierno. Una de las imágenes, que ha sido portada de numerosos medios, incluidos algunos españoles, está relacionada con la explosión de un vehículo en Caracas, que además estaba rodeado por policías sobre motocicletas. Se ha presentado como un acto más de la violencia gubernamental. Pero en realidad se ha tratado de un acto contra un vehículo de la Guardia Nacional Bolivariana, cuyos ocupantes resultaron heridos tras el lanzamiento de una bomba incendiaria.
Ésa es la información que nos ofrecen. La que consume la mayor parte de la gente. Muestra, una vez más, de la dictadura del capital y sus medios.