jueves, 21 de octubre de 2010

Las rosas también se marchitan

"Vivir está sujeto a constantes opciones, sujetas a condicionantes sociales y mentales, y elegidas con mayor o menor grado de libertad. En el universo político-ideológico de nuestra civilización y de nuestro tiempo, básicamente, la del mundo occidental de algo más de los dos últimos siglos, han venido configurándose distintas opciones que, en lo general, apuestan por mantener lo establecido o, al menos, por ponerlo en duda. En esa continua dialéctica por conservar o progresar es en lo que se ha asentado la dicotomía existente entre lo que convencionalmente llamamos derecha e izquierda. Así, desde la derecha ha habido siempre resistencias a ceder, mientras que desde la izquierda se ha apostado por introducir novedades y cambiar. Cuando desde la izquierda surgieron propuestas de modelos sociales igualitarios, lo que en el siglo XIX se conoció indistintamente como socialismo o comunismo, se abrió todo un horizonte lleno de esperanza para quienes no tenían nada y para quienes, teniendo más o menos, se pusieron de su lado. En todos estos años no ha parado de haber mejoras en muchísimos aspectos, de manera que en muchas de las cosas que ayer se negaban desde la derecha, hoy son aceptadas. No han parado tampoco los cambios en las situaciones de las personas y con ellas en la evolución en su manera de ver el mundo. El siglo XX ha sido escenario quizás de los peores horrores conocidos a lo largo de la historia y en eso no se libra nadie. Pero el anhelo de conseguir un mundo mejor no ha desaparecido (...).

Quizás sean unos versos de un dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, lo que mejor ilustre cuál ha sido mi intención en todo esto: “Hay hombres que luchan un día y son buenos./ Hay otros que luchan un año y son mejores/. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos./ Pero hay los que luchan toda vida:/ esos son los imprescindibles”. En los términos de Brecht, ha habido en la historia muchos hombres buenos, mejores y hasta muy buenos. La lucha de mucha gente (de buenos, mejores e imprescindibles) impidió, por ejemplo, que siguiéramos bajo los monarcas absolutos o los señores de las rentas y el buen vivir que entendían el trabajo como ruin (y por eso no trabajaban), pero vivían del trabajo ajeno.

Para la gente que nos sentimos de izquierda (es decir, que dudamos de lo existente) y que anhelamos un mundo mejor, todavía siguen existiendo imprescindibles. Sin ir más lejos, en nuestro país fue mucha la gente (aunque menos de la deseada) que luchó contra el franquismo y que sigue sin resignarse a aceptar tantas injusticias y tropelías que vivimos. Lo de imprescindible no es una herencia genética ni un grado que imprime carácter y ni siquiera una marca de heroísmo. Pero es que, por suerte, hay mucha gente imprescindible en la vida, anónima y humilde en su mayoría, que labora día a día para sobrevivir y para ayudar a mejorarse (Gramcsi dixit)".

(2001)