El mes pasado salió a la calle un libro de memorias de Tony Blair, donde, entre otras cosas, sigue justificando su decisión de atacar a Iraq en 2003. Vuelve de nuevo con esa cantinela de que no se arrepiente de lo que ha hecho, aunque las razones que dieron para hacer la guerra no fueran reales. Acabo de leer un artículo en Rebelión sobre una entrevista al escritor Jonh le Carré que no tiene desperdicio (Desenmascarando traidores). Como muestra, esto:
“No puedo entender que Blair tenga una vida pública y tal vez un futuro político aún. Me parece que un político cualquiera que haya llevado a su país a la guerra utilizando pretextos falsos ha cometido el máximo pecado. Creo que una guerra, en la que nos negamos a aceptar el número de personas que hemos matado, es una guerra de la que deberíamos estar avergonzados. Siempre hay que tener cuidado con eso. No hablo como un profeta, supongo que simplemente hablo como un ciudadano enojado. Pienso que es cierto que hemos causado daños irreparables en Medio Oriente y creo que vamos a tener que pagar por ello por largo tiempo”.