Las noticias sobre las elecciones en Nicaragua, celebradas el pasado domingo, han acaparado buena parte de la atención informativa en nuestro país. Algo que, por otro lado, se llevaba haciendo con bastantes días de antelación. Y en casi todos los casos advirtiendo de un fraude electoral o de la falta de garantías para la celebración de los comicios. Que eso se haya hecho y destacado en los medios del sistema no tiene nada de extraño. El gobierno de Nicaragua está siendo tratado desde 2018 como una dictadura. Lo que más me ha sorprendido ha sido que en buena parte de los medios españoles de izquierda se ha apuntado a ese tratamiento informativo y definición, como se desprende de editoriales, artículos de opinión publicadas en Público, infoLibre, elDiario.es, ctxt, etc.
Si nos referimos a la postura tomada por parte del gobierno, no ha diferido de la oficial de la UE, con Josep Borrell al frente de la "cartera" de Exteriores, y que a su vez es bastante coincidente con la del gobierno estadounidense. El soniquete de alusiones como dictadura, fraude electoral, falta de legitimidad y demás ha sido la tónica. Otra cosa ha sido la valoración que se ha hecho desde Unidas Podemos, dentro de la cual, sólo ha sido apreciable lo que se ha manifestado desde Izquierda Unida y en mayor medida por el PCE.
Ha habido quien me ha preguntado mi opinión sobre lo que está ocurriendo en Nicaragua, un país al que ya he tratado en otras ocasiones y sobre todo desde los sucesos ocurridos durante la primavera de 2018. Fueron 7 las entradas que le dediqué entre mayo y noviembre: "Crisis en Nicaragua: ¿una nueva intervención del imperio?"; "Indagando en la crisis de Nicaragua"; "Más sobre Nicaragua"; "Nicaragua, sumando y siguiendo con el debate"; "Petras, Dieterich y Borón, acerca de la situación de Nicaragua"; "Nicaragua: grandes contradicciones en los datos sobre las víctimas"; y "Augusto Zamora, sobre la situación de Nicaragua".
Básicamente considero que, sin descartar errores y contradicciones, lo que está sufriendo el gobierno nicaragüense es una nueva y descarada injerencia del imperio del norte.
Pues bien, vuelvo a ofrecer extractos de algunas opiniones emitidas en distintos medios, tanto españoles como latinoamericanos.
Juanlu
González, “Nicaragua sandinista: la década prodigiosa” (Mundo Obrero, 31-10-2021)
“Cuando
Daniel Ortega volvió a la presidencia el 10 de enero de 2007, tras ganar las
elecciones generales, encontró un país devastado por 16 años de gobiernos
conservadores. Los servicios públicos estaban deteriorados por los sucesivos
recortes presupuestarios o simplemente habían desaparecido. La sanidad, por
ejemplo, se había privatizado, dejando indefensa y fuera del sistema a la
inmensa mayoría de la población, especialmente a aquella con menos recursos.
Las recetas neoliberales impulsadas desde Washington y puestas en práctica por
sus pupilos locales al servicio del capital habían despojado al Estado de su
papel como garante de la justicia social, como redistribuidor de riqueza y
protector de la ciudadanía.
(…).
La
marcha de la economía desde 2007 hasta principios de 2018 fue realmente
espectacular y única en la región. No obstante, el intento de golpe de Estado
de abril de 2018 y la violencia desencadenada en las guarimbas provocaron un
retraimiento de la economía que vino a solaparse con la crisis mundial creada
por la pandemia. Pero, a pesar de todo, este año ya se pronostican crecimientos
por encima del 5% (podría llegar al 7%) amparados en un Producto Interior Bruto
que ha aumentado casi un 10% en el primer semestre del año, el mejor dato en 15
años.
(…).
el
país centroamericano está bien pertrechado para resistir muchos tipos de sanciones
externas, gracias a varias reformas emprendidas por el Frente en los últimos
años. Por un lado, dispone de una enorme tasa de soberanía alimentaria que
supone que más del 80% de los productos de los que se consumen en Nicaragua son
originados dentro de su territorio, haciendo imposibles las hambrunas que EEUU
gusta provocar en muchos de los países agredidos por no seguir sus designios o
por utilizar los recursos naturales endógenos en beneficio de su población. Por
otro lado, conseguir un abastecimiento energético usando un 70% de energías
renovables con fuentes internas que proporciona al Estado una capa de
invulnerabilidad realmente apreciable en un contexto donde las guerras de
cuarta generación son la tónica más habitual en los ataques del imperio.
(…).
Durante
los próximos días, seguramente oiremos auténticas barbaridades contra el
presidente Ortega y el Frente Sandinista en los medios de comunicación
corporativos más importantes del mundo. Los políticos de Estados Unidos y la
Unión Europea harán lo propio. Como siempre, practican la injerencia en los
asuntos internos de otros países y se inmiscuyen en todas las elecciones que
pueden, intentando movilizar el voto -casi siempre con chantajes- hacia sus
propios intereses".
Atilio
Boron, “Biden y Nicaragua” (Página-12,
9-11-2021)
"Los
rigurosos comentaristas del proceso político en Nicaragua no han ahorrado
críticas para descalificar al proceso electoral de ayer. El presidente Joe
Biden fue terminante: dijo que todo fue una “pantomima” y que la elección “no
fue ni libre ni justa, y ciertamente no democrática.” Reproduce, curiosamente,
las críticas que millones de personas en Estados Unidos, seguidoras de Donald
Trump, vierten sobre la elección presidencial que lo elevó a la Casa Blanca. Tendría
que ser más cuidadoso al ver la paja en ojo ajeno, sobre todo cuando en menos
de un año el índice de desaprobación popular de su gestión subió del 35 al 51
por ciento. Y también si se comprueba que las credenciales democráticas del
mandamás estadounidense son bastante frágiles.
(…).
es
sorprendente que el jerarca de la Casa Blanca descalifique al gobierno
nicaragüense pero guarde silencio ante la “ejemplar democracia colombiana” tan
ensalzada por el portavoz oficial del imperio, Mario Vargas Llosa. Según la
agencia noticiosa Deutsche Welle, insospechada de simpatías chavistas, “más de
900 líderes sociales fueron asesinados desde 2016” sin que la Casa Blanca y sus
colonizados voceros mediáticos y políticos en toda Latinoamérica abrieran la
boca para condenar el genocidio perpetrado por el régimen de Duque. Entre enero
y agosto de 2021 son 143 las víctimas de la modélica democracia colombiana, un
promedio de un asesinato día por medio. ¿Cómo es posible condenar la imperfecta
democracia nicaragüense y sostener y avalar la interminable matanza que
producen los gobiernos amigos de Estados Unidos en Colombia. Este doble rasero
es suficiente para descalificar moralmente a los críticos de Nicaragua. Si no
quieren condenar al gobierno colombiano lo único decente que pueden hacer es
callar, si es que todavía conservan algo de decencia".
“Los
167 observadores internacionales y los 67 periodistas internacionales
certificaron la absoluta regularidad de la votación, que se desarrolló en un
ambiente de absoluta tranquilidad y en condiciones de transparencia
desconocidas en otros lugares. Fue una formidable prueba de movilización
popular y el 65% de participación atestigua la decisiva inversión del
electorado en su propio futuro.
(…).
Estados
Unidos reaccionó con nerviosismo a su derrota en Nicaragua. Biden salió del
sarcófago para calificar de pantomima la votación nicaragüense y la Unión
Europea reiteró su no reconocimiento, tal y como anunció hace meses, cuando aún
no se habían convocado las elecciones. Se escenificó el mismo guión con
Venezuela, y se recibió exactamente la misma respuesta: a Venezuela no le
importaba en absoluto el no reconocimiento europeo, y Nicaragua hará lo mismo.
Viven pacíficamente y felices incluso sin la UE: la impotencia del Viejo
Continente hacia América Latina es un factor que no se resuelve con sueños
frustrados de neocolonialismo.
(…).
Managua,
por su parte, tiene varias flechas en su arco. La primera es su papel
fundamental en la contención del tráfico de drogas y personas hacia Estados
Unidos. El propio Pentágono ha destacado en repetidas ocasiones que las fuerzas
armadas nicaragüenses son las mejores de la región, tanto en general como, en
particular, para las tareas de patrullaje de su parte del Mar Caribe y del
interior, así como para la represión de los fenómenos delictivos.
(…).
Nicaragua
ha dado un paso de gigante en el camino hacia el fortalecimiento de su
estructura institucional. Han dado la señal que querían dar. El país es
políticamente sólido y fiable y está protegido de los intentos de golpe de
Estado. El gobierno es sólido, goza de una mayoría política abrumadora y no es
concebible despreciar estos datos.
(…).
Mientras
tanto, Nicaragua disfruta de su fiesta cívica. Las palomas han volado alto y
los cuervos han sentido que deben dejar el cielo despejado. La victoria
electoral de ayer nos recuerda a todos, realmente a todos, que la independencia
genera soberanía, que a su vez da lugar a la libertad. La democracia es una
fruta deliciosa para saborear: al menos en esta latitud, se sirve en platos
humildes. Pero irrompibles”.
Rafael
Muñoz, “Nicaragua, Etiopía y las prioridades informativas de los medios españoles”, (Rebelión, 12-11-2021)
“¿Cuál
de los dos creen ustedes que sale en portada de los medios de comunicación
españoles? Han acertado. Y además todos los medios informan exactamente lo
mismo. Daniel Ortega es un dictador, encarcela o exilia a la oposición, no ha
habido participación reseñable y las elecciones son fraudulentas y no deben ser
reconocidas. Probablemente hasta tengan razón pero se agradecería, aunque fuera
tímidamente, que alguna opinión diferente tuviera reflejo en los periódicos,
radios o televisiones públicas o privadas españolas.
(...).
Las
radios abren sus informativos con “la pantomima” y “la farsa” de las elecciones
nicaragüenses, reproducen las declaraciones de Joe Biden con amenazas de
sanciones e informan de siete opositores candidatos encarcelados. Rápidamente
pasan a lo importante: Selección española de fútbol, presentación de Xavi como entrenador del
Barcelona y gran partido de Riki Rubio en la NBA estadounidense. Nada,
absolutamente nada de la guerra en Etiopía o Sudán”.
“La
situación política en Nicaragua después del triunfo electoral de las elecciones
del 7 de noviembre de 2021, donde por cuarta vez volvió a ganar la presidencia el candidato sandinista Daniel
Ortega Saavedra, lejos de reducirse la tensión se ha tensado todavía más. A
ello han contribuido los pronunciamientos de la Casa Blanca y de algunos
gobiernos del continente americano (…), [que] han formado un bloque con el
respaldo de la Secretaria General de la Organización de Estados Americanos
(OEA) para pronunciarse en contra del gobierno de Nicaragua.
(…).
[En
Nicaragua] hay [un] sector de la oposición, con posiciones mucho más radicales
pero claramente antisandinistas que no participaron en el proceso tratando
desde su postura de deslegitimar a la democracia nicaragüense. Campaña a la que
se sumaron diversos medios de comunicación regionales y mundiales en una
narrativa beligerante llena de descalificaciones contra el gobierno del
presidente Daniel Ortega. Especialmente se le brindó una gran resonancia tras las detenciones de varios
opositores ejecutadas por la Policía Nacional de Nicaragua. De igual manera se
le ha dado una amplia difusión a aquellos actores políticos e intelectuales que
figuran en el bloque radicalmente opositor al sandinismo.
(…)
se
busca descalificar y estigmatizar a aquellos gobiernos progresistas que
llegaron al poder en sus respectivos países
por la vía electoral. Para esas corrientes de opinión su mayor
calificativo es designarlos como
dictaduras.
Lo
débil de ese discurso propio de los años de la Guerra Fría, es que hoy en
América Latina y el Caribe lo común es el desarrollo de la democracia electoral
y participativa, donde las fuerzas de izquierda, derecha o centro, se disputan
el voto de la mayoría de la población.
(…).
Sin
duda contra Nicaragua y el FSLN tienen como enemigos y adversarios a la par de
la OEA, organismos como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y a la Fundación Nacional para
la Democracia (NED). Pensemos que desde Washington es donde se diseña la
estrategia antisandinista. El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, es
uno de los estrategas del antisandinismo, pero también sigue actuando por
alentar otro golpe de Estado en Bolivia contra el presidente Arce".
(Imagen: fotografía de Oswaldo Rivas/AFP).