La
represión en Barbate tras el golpe militar de julio de 1936 supuso el asesinato
de nueve personas. Cuatro murieron en las primeras semanas tras el golpe,
durante los meses de julio y agosto: Manuel Abel Romero, Francisco Braza
Basallote y Francisco Tato Anglada. De otras tres se perdió el rastro mientras
se encontraban encarceladas: de Juan Porta Crespo, en agosto; de Antonio Oliva Ramírez,
en septiembre; y de Francisco Domínguez Benítez, en octubre. Tres de las
víctimas murieron en los primeros meses de 1937: Francisco Utrera Rivera,
posiblemente en febrero; y José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera,
en marzo, que en estos dos casos fueron ejecutados por sendas sentencias de un
consejo de guerra. A esa lista se puede añadir el nombre de José Miranda
de Sardi, residente en la capital, pero que con anterioridad, entre 1923 y
1931, había sido vecino de Barbate, donde tomó parte activa de la
vida del pueblo.
Fueron
muertes violentas, asesinatos, sobre los que existen muchos puntos oscuros. En
nueve de los casos no se sabe ni dónde ni cuándo ocurrió, a la vez que se
desconoce el lugar donde fueron enterrados, por lo que entran en la categoría
de desaparecidos. Sólo de Francisco Tato Anglada sabemos más sobre lo ocurrido
y se conoce el lugar donde fue, y sigue, enterrado.
En la localidad de Barbate vivían siete: Francisco Tato Anglada, Juan Porta
Crespo, Antonio Oliva Ramírez, Francisco Domínguez Benítez, Francisco Utrera
Rivera, José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera. Dos, en las
localidades que a partir de 1938 pasaron a ser parte del nuevo municipio:
Manuel Abel Romero, en Zahara de los Atunes; y Francisco Braza Basallote, en
San Ambrosio. Y la décima, el por entonces ya vecino de Cádiz José Miranda
de Sardi.
Diez
personas a las que pueden añadirse dos más: los hermanos Juan y Manuel Caro
Marín. Los dos, víctimas del atentado llevado a cabo por un pistolero falangista
siete días antes del golpe militar. Víctimas por los mismos motivos por los que
se asesinó a las otras diez. De esta manera, el número de asesinatos ascendería
a doce.
En su
mayoría eran trabajadores,
ocupados en diversas actividades. Cinco tenían que ver con la mar: Juan Porta
Crespo, Antonio Oliva Ramírez, Francisco Utrera Rivera, José Melero Ladrón de
Guevara y José Utrera Rivera. Dos eran albañiles: Juan y Manuel Caro Marín. Y Francisco
Domínguez Benítez no lo sabemos. Los otros cuatro pertenecían a las clases
medias: Francisco Braza Basallote era agricultor; Manuel Abel Romero, maestro; Francisco
Tato Anglada, farmacéutico; y José Miranda de Sardi, periodista.
En todos
los casos se trataba de personas con una gran sensibilidad social, cada uno en
su medida. Algunos destacaron por su capacidad de liderazgo: Francisco Tato Anglada,
entre otras cosas, como alcalde pedáneo; Juan Caro Marín; como principal referente
de las Juventudes Libertarias y de la CNT; y Francisco Utrera Rivera, líder de
los trabajadores almadraberos de la provincia. Formaba parte de la corporación
municipal de Vejer de la Frontera Francisco Braza Basallote y de la de Cádiz,
José Miranda de Sardi.
La CNT era el grupo abrumadoramente dominante. Al sindicato anarcosindicalista pertenecían diez: Juan
Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez, Francisco Domínguez Benítez, Francisco Utrera
Rivera, José Melero Ladrón de Guevara, José Utrera Rivera, Juan Caro Marín, Manuel Caro Marín y José Miranda de Sardi. Dos
eran de adscripción socialista: Francisco Braza Basallote y Manuel Abel Romero.
Francisco Tato Anglada pertenecía a Izquierda Republicana. Y José Miranda de
Sardi, además, era del Partido Sindicalista.
En conjunto, cada uno en su medida, formaron parte de esa generación que fue partícipe de “una pedagogía
emancipadora, de autoestima, y una conciencia de su protagonismo en la
historia”, como en su día definió el historiador Francisco Moreno a la generación d personas que protagonizaron la lucha esperanzadora de los años de la Segunda República.
No sabemos
del paradero de Francisco Braza Basallote, que fue detenido en el mes de julio
en su domicilio de San Ambrosio. Ni el de Manuel Abel Romero, también
desaparecido en el mismo mes. Ni de Juan Porta Crespo ni de Antonio Oliva Ramírez, detenidos en julio, compañeros
de Francisco Tato Anglada en las cárceles de Vejer de la Frontera y Cádiz, y de
los que se ha perdido su rastro, respectivamente, en agosto y septiembre. Ni de
Francisco Domínguez Benítez, detenido en septiembre, recluido en la cárcel de
Cádiz, trasladado en octubre a la de El Puerto y sin que sepamos nada más.
Tampoco sabemos
dónde se encuentra Francisco Utrera Rivera, recluido desde el primer momento en
la cárcel de Cádiz y que, oficialmente trasladado a la de El Puerto en febrero
de 1937, no llegó a esa prisión. Ni José Melero Ladrón de Guevara y José
Utrera Rivera, que huyeron en julio hacia Málaga, combatieron en el frente
occidental de esa provincia hasta su detención en febrero de 1937, fueron trasladados
a Barbate y, de inmediato, juzgados en Algeciras por sendos consejos de guerra
que los condenaron a muerte.
José Miranda de Sardi, que residía en Cádiz desde unos años antes, fue detenido el 19 de julio mientras resistía al golpe en el Ayuntamiento, luego se le recluyó en el buque Miraflores, para ser finalmente fusilado a principios de agosto. Se dice que en El Puerto, en Puerto Real, en su Chipiona natal...
Apenas hay
constancia de esas muertes en la mayor parte de los casos. A lo sumo, vaguedades. Es una
excepción lo ocurrido con los dos hermanos Caro Marín, dado que murieron antes
del golpe y que, por tanto, ya se había empezado la instrucción de su caso. Dos
años después se condenó al autor de los disparos, no así a quienes instigaron sus
muertes.
De Manuel
Abel Romero se ha dejado constancia en uno de los documentos que murió “al
principio del Glorioso Movimiento Salvador de España, debido a sus actividades
pasadas”. En otro se escribió que fue “víctima de sus yerros”. A Francisco Braza
Basallote, Juan Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez y Francisco Domínguez
Benítez se les aplicó el “Bando de Guerra”. Durante el juicio en el que debía comparecer
José Miranda de Sardi a mediados de agosto se informó que ya había fallecido. José
Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, como ya se ha dicho, fueron
condenados en Consejo de Guerra.
Por los datos que conocemos, a Francisco Tato
Anglada se le aplicó la conocida “ley de fugas” en las cercanías de Barbate, después que se hubiera ordenado el 21 de agosto su traslado desde la prisión de Cádiz. Y de Francisco Utrera Rivera sabemos que en un documento de una entidad de ahorros se hizo constar
como fecha de su muerte el 17 de febrero, coincidente con el día que salió de
la cárcel de Cádiz para ser trasladado a la El Puerto, a donde nunca llegó.
En
estos días en que se acude masivamente a los cementerios para recordar a las
personas fallecidas, sólo Juan Caro Marín, Manuel Caro Marín y Francisco
Tato Anglada permanecen en el lugar en que fueron enterrados. En los
restantes casos no sabemos dónde se encuentran sus cuerpos. Sus familiares
nunca han tenido la ocasión de honrarlos ante una tumba. Una deuda que sigue
pendiente. Como lo está también su reparación.