A principios de noviembre 1975 el rey de Marruecos, Hassan II, activó la Marcha Verde, una movilización militar disfrazada de civil que tenía como objetivo ocupar el Sáhara Occidental, la provincia africana española que estaba en proceso de descolonización. Contó el apoyo internacional de EEUU y Francia, y, en plena agonía del dictador, se aprovechó de la debilidad del gobierno. El final ya se conoce: la colonia fue entregada a Marruecos y Mauritania en el vergonzoso Acuerdo Tripartito de 14 de noviembre, apenas ocho días después de iniciada la movilización marroquí. Y lo que vino después, incluido el abandono por parte de Mauritania de su territorio y la entrega a Marruecos, ha sido, por parte del gobierno de este último país, la vulneración constante de los acuerdos internacionales, sobre todo en lo referente a la celebración de un referéndum de autodeterminación, y de los derechos humanos.
Protegida la ocupación marroquí por EEUU y Francia, y aceptada por los distintos gobiernos españoles, hemos llegado a la situación actual. La excusa ha sido la atención médica que está recibiendo en un hospital español el presidente de la república Árabe Saharaui Democrática y secretario general de Frente Polisario, el legítimo representante del pueblo saharaui, no lo olvidemos. Y el resultado, la apertura por parte de las autoridades marroquíes de la frontera en Ceuta y Melilla, lo que ha propiciado la entrada de miles de personas en territorio español, preferentemente en la primera de las ciudades.
La crisis está servida y ahora toca reponer la normalidad en un contexto difícil. Primero, porque la llegada masiva de personas se ha disfrazado de un componente humanitario. Y segundo, porque el gobierno marroquí ha sabido aprovechar la debilidad del gobierno español, derivada de las diferencias existentes en su seno, del resultado de las recientes elecciones madrileñas y del acoso permanente por parte de la oposición.
Al igual que en 1975, se ha lanzado a población civil en busca de un objetivo. Entonces fue apropiarse del Sáhara Occidental. ¿Y ahora? Consolidar la ocupación, en la que nunca ha faltado la resistencia del pueblo que se ha visto despojado de su territorio, el pueblo saharaui. Hace unos meses, en noviembre pasado, las autoridades saharauis, que desde 1975 se encuentran instaladas en el territorio argelino de Tinduf, hicieron frente a la agresión marroquí en El Guerguerat, situado en la frontera con Mauritania. Fue algo que no gustó al gobierno marroquí, que al poco, eso sí, consiguió redoblar los apoyos de EEUU e Israel. EEUU lo hizo a través del recién derrotado electoralmente Donald Trump, e Israel, con un Benjamin Netanyahu inmerso en ese momento en una campaña electoral y, a la vez, en un proceso judicial por corrupción. Curiosamente, los dos han intentado solapar esas dificultades con sendas agresiones: el primero, en el fracasado intento de ocupar el Capitolio a principios de enero; y el segundo, lanzando la actual ofensiva contra la población de palestina de Gaza. Guerreros donde los haya, que se nutren de la violencia para conseguir sus objetivos y, a la vez, ayudarse entre sí.
El gobierno marroquí tiene una larga experiencia en obtener ventajas de sus maniobras políticas y diplomáticas. Y lo está haciendo de nuevo, en esta ocasión para presionar al gobierno español en el asunto del Sáhara Occidental mediante el chantaje moral de la creación de una crisis humanitaria en las fronteras de Ceuta y Melilla. Y, por supuesto, lo sigue haciendo también para sacar la correspondiente tajada económica, la misma que recibe por parte de la UE, y también de España, para dedicarse, como una especie de subcontrata de seguridad, a controlar sus fronteras. Esto es, en Ceuta, Melilla y las islas Canarias.
Esperamos que el eslabón débil de este conflicto no acabe pagando lo que no se merece, teniendo en cuenta la actitud que puede surgir desde la derechona española que, a la vez que carga contra el gobierno, sostiene comportamientos cargados de xenofobia. Y, por supuesto, esperamos que el otro eslabón débil del problema, el pueblo saharaui, consiga poner fin al asedio permanente del gobierno marroquí.