¡Es
el Primero de Mayo! La idea
brota
con el trigo y las flores;
la
Humanidad marcha guiada
hacia
mejores cielos y tiempos mejores.
¡Basta
de esclavos que besan sus cadenas
bajo
el látigo de los amos vencedores!
¡La
brisa cama en las encinas,
el
Sueño vuelve a florecer los corazones!
Las
abejas piden cuentas
a
los zánganos que saquean el rosal silvestre.
Es
la misma savia que sube
en
el espíritu y el árbol orgulloso.
¡Paz
al niño! ¡Gloria a la mujer!
¡Basta
de inocentes castigados!
La
familia humana reclama
su
parte de cielo con los nidos.
(Clovis Hugues).
Sol de Mayo
En
todas partes los trigos ahuyentaron los matorrales.
¿Cuándo,
pues, harán desaparecer el hambre?
Cantaremos
las nutritivas cosechas
cuando
todos los niños tengan pan.
El
mes de abril, ornado de vincapervinca,
luce
en vano sus hierbas;
el
mes de Mayo, cosido de domingos,
hace
sonar mil diapasones.
¡Oh
Primavera, reina de todo!
Sol
de Mayo, cuando todas nuestras frentes
tengan
su parte de sol y de rosas,
sólo
entonces, sol de Mayo, te cantaremos.
Cantaremos
cuando, en la ronda grande,
todos
los niños, tomados de la mano,
todos
los niños del mundo entero,
entonen
el canto del género:
“La
edad de bronce, el tiempo de la barbarie
ha
pasado, han pasado para siempre;
vamos,
niños de todas las patrias,
ha
llegado la edad serena, la edad de oro”.
(Ferdinand Cistac).
Marcha del primero de
mayo
El
mismo corazón late en todas partes,
la
misma esperanza triunfal
en
este clamor que se exhala;
¡de
pie! ¡de pie! ¡de pie!
¡he
aquí la internacional!
¡Primero
de mayo!
Es
la primavera;
como
la savia sube a los árboles
también
la idea al cerebro,
¡y
la social se levanta!
Más
alto que nuestros pequeños burgueses,
Oh
1º de Mayo, pasando los mares,
por
encima de las fronteras y de las leyes,
brilla
nuestro sol sobre ambos mundos.
El
capital convierte en un infierno
a
este pobre mundo en que estamos,
y
nuestro pan es más caro
que
la carne de los hombres para los explotadores.
Demasiado
tiempo nuestro trabajo excesivo
lo
pagaron con la miseria
El
trabajador no es una bestia
ni
menos una máquina.
El
orden social,
¡Oh
patrones,
ha
visto otras metamorfosis!
Los
queremos, los tendremos
Los
‘tres ochos’… y otras muchas cosas.
El
suelo natal es el exilio,
miseria
por todas partes.
¿Qué necesita el pueblo trabajador?
Necesita
la patria con justicia
De
uno a otro extremo del mundo,
que
resuene el mismo grito:
¡los
proletarios están de pie
y
su patria es la justicia!
Por
eso, con corazón alegre y seguro,
cantamos
nuestro PRIMERO DE MAYO
como
una fiesta de la Historia;
nuestra
unión es la victoria.
Cuando
gritamos !adelante¡
a
nuestro empuje la tierra se mueve,
y
sobre nuestra frente restalla al viento
el
gran estremecimiento de la bandera.
(Charles Gross).
Mi primero de Mayo
A
todos,
los
que marchan por las calles
y
detienen las máquinas y talleres.
A
todos,
deseosos
de llegar a nuestra fiesta,
con
las espaldas cargadas de trabajo.
¡Salid
el 1º de Mayo,
al
primero de los Mayos!
Recibámoslo,
camaradas,
con
la voz entrelazada de canciones.
¡Primavera
mía,
derrite
las nieves
¡Yo
soy obrero,
este
Mayo es mío!
¡Yo
soy campesino,
este
Mayo es mío!
A
todos,
tendidos
en las trincheras,
esperando
la muerte infinita:
a
todos,
los
que desde su blindado,
apuntan
contra sus hermanos,
hoy
es primero de Mayo.
Vayamos
al encuentro
del
primero de los Mayos nuestros,
enlazando
las manos proletarias.
¡Callad
vuestro ladrido, morteros!
¡Silencio,
ametralladoras!
¡Yo
soy soldado,
este
Mayo es mío!
A
todos,
a
las casas,
a
las plazas,
a
las calles,
encogidas
por el hielo invernal.
A
todos,
hambrientos
de hambre,
estepas,
bosques,
campos.
¡Salid
en este primero de Mayo!
¡Gloria
al hombre fecundo!
¡Desbordaos
en esta primavera!
¡Verdes
campos, cantad!
¡Sonad,
sirenas y pitos!
¡Yo
soy de hierro,
este
Mayo es mío!
¡Yo
soy la tierra
este
Mayo es mío!
(Vladimir Maiakovski, 1918).
1º de mayo 1937
No
sé qué sepultada artillería
dispara
desde abajo los claveles,
ni
qué caballería
cruza
tronando y hace que huelen los laureles.
Sementales
corceles,
toros
emocionados,
como
una fundición de bronce y hierro,
surgen
tras una crin de todos lados,
tras
un rendido y pálido cencerro.
Mayo
los animales pone airados:
la
guerra más se aíra,
y
detrás de las armas los arados
braman,
hierven las flores, el sol gira.
Hasta
el cadáver secular delira.
Los
trabajos de mayo:
escala
su cenit la agricultura.
Aparece
la hoz igual que un rayo
inacabable
en una mano oscura.
A
pesar de la guerra delirante,
no
amordazan los picos sus canciones,
y
el rosal da su olor emocionante
porque
el rosal no teme a los cañones.
Mayo
es hoy más colérico y potente:
lo
alimenta la sangre derramada,
la
juventud que convirtió en torrente
su
ejecución de lumbre entrelazada.
Deseo
a España un mayo ejecutivo,
vestido
con la eterna plenitud de la era.
El
primer árbol es su abierto olivo
y
no va a ser su sangre la postrera
La
España que hoy no se ara, se arará toda entera.
(Miguel Hernández, de Viento
del pueblo).
1º de Mayo en la España
Leal de 1938
(Coral de primavera)
Primero
de Mayo.
Himnos,
sangre, flores.
Primavera
guerrera de los trabajadores.
-Di,
¿tú qué harás el Primero de Mayo?
-Mi
país está en guerra, campesina.
Yo, como buen soldado de los mares,
haré
que el pabellón de la marina
flote
sobre los vientos ejemplares.
-Di,
¿tú qué harás el Primero de Mayo?
-Mi
país está en guerra. Un aguacero
batir
quiere de balas sus labores.
Yo,
como campesina, marinero,
prepararé
mis brazos segadores.
-Di,
¿tú qué harás el Primero de Mayo?
-Mi
país está en guerra. Por su cielo,
alas
de extraños pájaros ladrones.
Yo
condecoraré de gloria el vuelo
de
los republicanos aviones.
-Di,
¿tú qué harás el Primero de Mayo?
-Mi
país está en guerra. Tercamente
haré
hablar al fusil ese lenguaje
que
empuje a España valerosamente
a
conquistar de nuevo su paisaje.
Primero
de Mayo.
Himnos,
sangre, flores.
Primavera
del triunfo de los trabajadores.
(Rafael Alberti, de Capital de
la gloria).
Preguntas de un obrero que
lee
¿Quién
construyó Tebas, la de las Siete Puertas?
En
los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron
los reyes los bloques de piedra?
Y
Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién
la volvió a levantar?
Quienes
edificaron la dorada Lima, ¿en qué casas vivían?
¿Adónde
fueron los albañiles
la
noche en que se terminó la Gran Muralla?
Llena
está de arcos triunfales Roma la grande.
Sus
césares ¿sobre quiénes triunfaron?
Bizancio,
tantas veces cantada,
¿tenía
palacios para sus habitantes
Hasta
en la legendaria Atlántida,
la
noche en que el mar se la tragó, quienes se ahogaban,
bramando, pedían ayuda a sus esclavos.
El
joven Alejandro conquistó la India.
¿Él
solo?
César
derrotó a los galos.
¿No
llevaba siquiera un cocinero?
Felipe
de España lloró al saber de su flota hundida.
¿No
lloró más que él?
Federico
de Prusia venció en la Guerra de los Siete Años.
¿Quién
la ganó también?
Un
triunfo en cada página.
¿Quién
preparaba los festines?
Un
gran hombre cada diez años.
¿Quién
pagaba los gastos?
Tantas
historias.
Tantas
preguntas.
(Bertolt Brecht, 1938, de Historias
de almanaque).
El pueblo
De
aquel hombre me acuerdo y no han pasado
sino
dos siglos desde que lo vi,
no
anduvo ni a caballo ni en carroza:
a
puro pie
deshizo
las
distancias
y
no llevaba espada ni armadura,
sino
redes al hombro,
hacha
o martillo o pala,
nunca
apaleó a ninguno de su especie:
su
hazaña fue contra el agua o la tierra,
contra
el trigo para que hubiera pan,
contra
el árbol gigante para que diera leña,
contra
los muros para abrir las puertas,
contra
la arena construyendo muros
y
contra el mar para hacerlo parir.
Lo
conocí y aún no se me borra.
Cayeron
en pedazos las carrozas,
la
guerra destruyó puertas y muros,
la
ciudad fue un puñado de cenias,
se
hicieron polvo todos los vestidos,
y
él para mí subsiste,
sobrevive
en la arena,
cuando
antes parecía
todo
imborrable menos él.
En
el ir y venir de las familias
a
veces fue mi padre o mi pariente
o
apenas si era él o si no era
tal
vez aquel que no volvió a su casa
porque
el agua o la tierra lo tragaron
o
lo mató una máquina o un árbol
o
fue aquel enlutado carpintero
que
iba detrás del ataúd, sin lágrimas,
alguien
en fin que no tenía nombre,
que
se llamaba metal o madera,
y
a quien miraron otros desde arriba
sin
ver la hormiga
sino
el hormiguero
y
que cuando sus pies no se movían,
porque
el pobre cansado había muerto,
no
vieron nunca que no lo veían:
había
ya otros pies en donde estuvo.
Los
otros pies eran él mismo,
también
las otras manos,
el
hombre sucedía:
cuando
ya parecía transcurrido
era
el mismo de nuevo,
allí
estaba otra vez cavando tierra,
cortando
tela, pero sin camisa,
allí
estaba y no estaba, como entonces
se
había ido y estaba de nuevo,
y
como nunca tuvo cementerio,
ni
tumba, ni su nombre fue grabado
sobre
la piedra que cortó sudando,
nunca
sabia nadie que llegaba
y
nadie supo cuando se moría,
así
es que sólo cuando el pobre pudo
resucitó
otra vez sin ser notado.
Era
el hombre sin duda, sin herencia,
sin
vaca, sin bandera,
y
no se distinguía entre los otros,
los
otros que eran él,
desde
arriba era gris como el subsuelo,
como
el cuero era pardo,
era
amarillo cosechando trigo,
era
negro debajo de la mina,
era
color de piedra en el castillo,
en
el barco pesquero era color de atún
y
color de caballo en la pradera:
cómo
podía nadie distinguirlo
si
era el inseparable, el elemento,
tierra,
carbón o mar vestido de hombre?
Donde
vivió crecía
cuanto
el hombre tocaba:
La
piedra hostil,
quebrada
por
sus manos,
se
convertía en orden
y
una a una formaron
la
recia claridad del edificio,
hizo
el pan con sus manos,
movilizó
los trenes,
se
poblaron de pueblos las distancias,
otros
hombres crecieron,
llegaron
las abejas,
y
porque el hombre crea y multiplica
la
primavera camino al mercado
entre
panaderías y palomas.
El
padre de los panes fue olvidado,
él
que cortó y anduvo, machacando
y
abriendo surcos, acarreando arena,
cuando
todo existió ya no existía,
él
daba su existencia, eso era todo.
Salió
a otra parte a trabajar, y luego
se
fue a morir rodando
como
piedra del río:
aguas
abajo lo llevó la muerte.
Yo,
que lo conocí, lo vi bajando
hasta
no ser sino lo que dejaba:
calles
que apenas pudo conocer,
casas
que nunca y nunca habitaría.
Y
vuelvo a verlo, y cada día espero.
Lo
veo en su ataúd y resurrecto.
Lo
distingo entre todos
los
que son sus iguales
y
me parece que no puede ser,
que
así no vamos a ninguna parte,
que
suceder así no tiene gloria.
Yo
creo que en el trono debe estar
este
hombre, bien calzado y coronado.
Creo
que los que hicieron tantas cosas
deben
ser dueños de todas las cosas.
Y
los que hacen el pan deben comer!
Y
deben tener luz los de la mina!
Basta
ya de encadenados grises!
Basta
de pálidos desaparecidos!
Ni
un hombre más que pase sin que reine.
Ni
una sola mujer sin su diadema.
Para
todas las manos guantes de oro.
Frutas
de sol a todos los oscuros!
Yo
conocí aquel hombre y cuando pude,
cuando
ya tuve ojos en la cara,
cuando
ya tuve la voz en la boca
lo
busqué entre las tumbas, y le dije
apretándole
un brazo que aún no era polvo:
“Todos
se irán, tú quedarás viviente.
Tú
encendiste la vida.
Tú
hiciste lo que es tuyo”.
Por
eso nadie se moleste cuando
parece
que estoy solo y no estoy solo,
no
estoy con nadie y hablo para todos:
Alguien
me está escuchando y no lo saben,
pero
aquellos que canto y que lo saben
siguen
naciendo y llenarán el mundo.
(Pablo Neruda, 1962, de Plenos
poderes).
Uno de mayo
Mi
tango has sido tú. Recuerdo que te he escrito
con
la mejor ginebra que dio mi corazón.
Contigo
la tristeza fue quizá menos triste
la
soledad tan sólo una mala canción.
Recuerdo
que he llevado tu nombre a los suburbios
y
he visto como el tiempo te convertía en papel.
Inquieta
como un trozo de amor bajo la lluvia
recuerdo
haberte visto temblar sobre mi piel.
Vivimos
codo a codo, nada nos enturbiaba
en
tus ojos la luna parecía charol.
La
ciudad me miraba con su mejor sonrisa,
con
tu mejor misterio desde aquella pensión.
A
ti te he dedicado mis únicos desvelos
y
las dudas que uno sólo siente una vez.
Detrás
de cada esquina siempre estaba mi abrazo
estrechándote
fuerte, esperándote fiel.
Después
llegó el destino vestido de uniforme,
nos
separó de un golpe y me arrojó hacia el mar,
la
libertad, tu nombre, aquél pañuelo blanco
y
en el puerto ese tango que faltó por bailar.
(Luis García Montero, 1998, de En
pie de paz).
(Imágenes, de izquierda a derecha y de arriba abajo: “El
Cuarto Estado”, de Giuseppe Pellizza da Volpedo; “Demostración del Primero de Mayo en la fábrica de Putilov", de Boris Mijailovich Kustodiev; "Unión", de Diego Sánchez; "Mujer con bandera", de Tina Modotti; “Manifestación”, de Antonio
Berni; "Constructores", de Fernand Léger).