Hace una semana el gobierno de Iván Duque decretó una subida de impuestos. Como ocurre con los gobiernos de la gente rica, insertos en el modelo neoliberal, no se ha hecho para que paguen más quienes más tienen. Por ello es la gran mayoría de la población la que más lo sufre. Quienes son más o menos pobres, o, creyendo que no lo son, están lejos de la minoría opulenta. Colombia lleva décadas, ancladas en el siglo XIX, gobernada por una oligarquía depredadora aliada de los imperios de turno. Primero, con Gran Bretaña y a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del actual, con EEUU. Una oligarquía feroz, capaz de disponer de sus propias bandas paramilitares con tal de hacer valer su poder y cortar de raíz cualquier conato de resistencia y no digamos de rebeldía. Una oligarquía que controla un aparato del estado diseñado a su medida, protegido por el poderoso imperio del norte, aliado en todo y, sobre todo, en lo militar.
Colombia es un país muy violento. Pero no por culpa de la insurgencia revolucionaria, que fue tomando vida en los años sesenta. Una insurgencia que ha tomado el camino de la paz, pero que ahora está sufriendo los rigores de una represión que parece invisible, mientras el gobierno mira para otro lado. El país vive ese clima, sobre todo, por la violencia ejercida por los grupos paramilitares, el propio estado y las bandas dedicadas al narcotráfico de cocaína. Unos terratenientes que siguen apropiándose impunemente de tierras. Un ejército que hacen de ellos su carrera profesional. Unos narcotraficantes que actúan con su connivencia y la del imperio del norte. Y este último, mientras tanto, vigilando, desde unas bases militares estratégicamente situadas, al país y a los países circundantes.
Es así como lo ha descrito el escritor y cineasta colombiano Hernando Calvo Ospina, que vive una especie de exilio en París: "Los grupos paramilitares hacen parte del régimen colombiano desde hace seis décadas. Perfeccionados por especialistas israelíes, ingleses y estadounidenses en los años ochenta del siglo pasado, fueron y siguen siendo financiados con dinero del narcotráfico. Ellos se encargan de hacer el 'trabajo sucio' del ejército y de 'limpiar' las zonas campesinas de posibles opositores a las transnacionales y terratenientes, que se apoderan de los inmensos recursos estratégicos".
Una semana lleva el país ardiendo. Una situación que pone de manifiesto una rabia que ha estado contenida durante décadas por mucha gente, y que ha aflorado por las medidas tomadas por el gobierno y la dureza empleada por las fuerzas policiales y bandas paramilitares. Una situación que deja al descubierto la pantomima de "democracia ejemplar" con que es tratado su régimen político. Y en las circunstancias que se está viviendo con la pandemia, uno de los peores ejemplos de cómo se gestiona desde los parámetros del neoliberalismo.
Y un añadido final: ¿qué se está diciendo en "nuestros medios de comunicación"? Son la voz de sus amos.