miércoles, 1 de abril de 2020

Recibiendo abril con José Martí y Pablo Milanés



























Ha llegado el mes de abril, cuando la primavera intenta dar un paso más en su camino hacia el verano. D
esde hace mucho tiempo es un mes que me hace venir a la cabeza una canción de Pablo Milanés, que en 1979 puso música a un poema de José Martí. No fue la única vez, pues años antes, en 1973, le había dedicado el álbum Versos sencillos (1973). "Abril" pertenece al disco Aniversario, que es para mí uno de los mejores del cantante cubano. Una invitación a sentir la alegría contenida que nos transmiten los versos del poeta más querido en la isla del Caribe.


Milanés ha musicado también poemas de otro grande de la poesía cubana: Nicolás Guillén. Lo hizo en exclusiva en Pablo Milanés canta a Nicolás Guillén (1975), al que pertenece "Solo de flauta",  y luego, en otras canciones que ha ido incluyendo en discos posteriores. 

"Para vivir" es una de las canciones más conocidas de Milanés. Forma parte del álbum La vida no vale nada (1976), pero también ha sido incluida en otros posteriores. Es una canción de amor, un tema que, como es lógico, resulta muy recurrente en la obra del artista. De ella llegó a decir Luis Eduardo Aute en los años ochenta que se encontraba entre las más bellas del género.  

Y también es de las más conocidas "Años", que apareció en 1978, dentro un álbum que ha tenido varios nombres, pero siempre destacando el nombre del artista. Lo escuché por primera vez a través de una cinta en el verano de 1979, durante una breve estancia en Miraflores de la Sierra (en Madrid, después de dos intentos fallidos de encontrar trabajo en Barcelona y en Andorra). Al poco me hice con el disco de vinilo y que conservo todavía. En "Años" el relato que Milanés hace del amor a través del paso del tiempo me parece la realidad misma. Quizás por eso sea una canción que ha sido interpretada más artistas. Lo hizo en varias ocasiones Mercedes Sosa, como en el disco Querido Pablo, editado en 1985, que es la versión que ofrezco para escuchar. 

Con el paso de los años Milanés, y sobre todo desde los años noventa, ha ido evolucionando hacia un mayor intimismo, dejando al lado el sentido combativo y hasta épico que tuvieron bastantes de la canciones anteriores. En "Canto de la abuela", que da nombre al álbum de 1990 donde está incluida la canción, se refugia en el recuerdo de la infancia en Bayamo, en el sur de la isla, de donde es originario. Y lo hace a través de la figura de su abuela.  


Abril 

Juega el viento de Abril gracioso y leve
con la cortina azul de mi ventana:
da todo el sol de Abril sobre la ufana
niña que pide al Sol que se la lleve.

En vano el Sol contemplará tendidos
hacia su luz sus brazos seductores,
estos brazos donde cuelgan las flores,
como en las ramas cuelgan los nidos.

También el Sol, también el Sol ha amado
y como todos los que amamos, miente:
puede llevar la luz sobre la frente,
pero lleva la muerte en el costado.


Solo de flauta

La flauta gemía
su melancolía.
La flauta decía:
no hay pena tan grande cual la pena mía.

La flauta gemía
su melancolía.
La flauta decía:
si lloro, mi llanto parece el estruendo de loca alegría...

La flauta gemía
su melancolía.
La flauta decía:
si canto, mi canto parece suspiro de cruel agonía...

La flauta gemía
su melancolía.
La flauta decía:
no hay pena tan grande cual la pena mía.

Yo soy cual la flauta que ritma con ritmo sonoro
su fino y sonoro quebranto:
si canto parece que lloro;
si lloro, parece que canto...


Para vivir

Muchas veces te dije
que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien.

Que a esta unión de nosotros
le hacía falta carne y deseo también
que no bastaba que me entendieras
y que murieras por mí.
que no bastaba que en mis fracasos
yo me refugiara en ti.

Y ahora ves lo que pasó,
al fin nació al pasar de los años,
el tremendo cansancio
que provoco ya en ti.
Y aunque es penoso,
lo tienes que decir

Por mi parte esperaba
que un día el tiempo
se hiciera cargo del fin,
si así no hubiera sido,
yo habría seguido jugando a hacerte feliz.

Y aunque el llanto es amargo,
piensa en los años que tienes para vivir,
que mi dolor no es menos
y lo peor es que ya no puedo sentir.

Y ahora a tratar de conquistar
con vano afán este tiempo perdido,
que nos deja vencidos
sin poder conocer
eso que llaman
amor para vivir.
Para vivir…


Años

El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo como ayer.
En cada conversación,
cada beso, cada abrazo
se impone siempre un pedazo de razón.

Pasan los años
y cómo cambia lo que yo siento.
Lo que ayer era amor
se va volviendo otro sentimiento,
porque años atrás
tomar tu mano, robarte un beso,
sin forzar un momento,
formaban parte de una verdad

El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo como ayer.
En cada conversación,
cada beso, cada abrazo
se impone siempre un pedazo de temor.

Vamos viviendo,
viendo las horas
que van muriendo.
Las viejas discusiones
se van perdiendo entre las razones.
A todo dices que sí, a nada digo que no
para poder construir
una tremenda armonía
que pone viejos los corazones.

El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo como ayer.
En cada conversación,
cada beso, cada abrazo
se impone siempre un pedazo de razón.


Canto de la abuela 

Iba yo de tu mano pequeñito.
Las cosas gigantescas que miraba
eran como por siempre inalcanzables,
pues el tiempo a mi edad nada importaba.

Al evocar tu voz y tu ternura
en hermoso paseo hacia el Más Luz,
me volcabas la fe de tu alma pura
para que un día creyera como tú.

Y llegabas saludando a tus hermanos,
al señor Evangelino, a doña Flor,
y en aquella enorme silla me sentabas
y entonábamos un cántico de amor.

Y aquel verso y aquella melodía,
que tal vez repitiera sin pensar,
se me fueron quedando en la agonía
de los años que me iban a cambiar:

Padre nuestro que estás en los cielos
circundado de gloria inmortal,
esperanza del alma que eleva
al amor y a la ciencia a un altar.
Deja, deja
que en nuestro hogares
nunca falte,
¡oh Dios!, tu bondad,
una chispa de luz para el alma,
para el cuerpo un pedazo de pan.

Hoy me recuerdo, abuela, pequeñito,
descubriendo tu voz y tu ternura
y, aunque sólo en el hombre crea, admito
que tu canto creció con mi estatura.

¡Ay, abuela!, ¡ay, Bayamo!,
cuanto más pasan los años,
más recordamos.

El ocaso es una forma
de acercarse a la niñez
y si son recuerdos dulces
se disfrutan otra vez.
Tú ves.

Los mejores pensamientos,
viniendo de donde vengan,
siempre ennoblecen el alma
sin nada que los detenga.

Dame un baño de dulzura,
invítame a caminar
junto a tu huella inmortal
y límpiame de amargura.

Hoy me recuerdo, abuela, pequeñito,
descubriendo tu voz y tu ternura
y, aunque sólo en el hombre crea, admito
que tu canto creció con mi estatura.

(El retrato de José Martí es obra del artista Kamil Bullaudy)