Recuerdo ese final de invierno de 1979 en Salamanca, cuando en el "peté" preparábamos la campaña de las primeras elecciones municipales, después de haber dejado atrás, casi de inmediato, las generales. Buscábamos financiar la campaña y a alguien se le ocurrió la idea de hacerlo trayendo a un cantante conocido (¿os acordáis, Maxi, Pedro, Julio, Chema...?). Y fue buena idea, porque, no tanto por ser el elegido, como el que nos propusieron, acabó siendo el propio Aute. Me tiré un par de días montado en un coche, en el que me correspondía alternar sus canciones con el llamamiento a la asistencia. El recital no resultó nada mal. Fue mucha gente a esa discoteca/sala de música, llamada La Tartana, aunque la recaudación apenas sirvió para cubrir los gastos. Por mi parte, esa experiencia me permitió empaparme de buena parte de lo que Aute había grabado hasta ese momento.
Fueron los años siguientes cuando empezó a actuar más en público y en la televisión, permitiendo que su voz fuera más reconocida, más allá de reducidos círculos. Y he dicho su voz, que no sus canciones o, al menos, algunas de ellas. Suyas eran canciones tan conocidas como "Rosas en el mar", interpretada por Massiel nada menos que desde 1967, o "Al alba", por Rosa León desde 1976. Éxitos musicales, como se dice en el argot de ese mundo, que luego el propio Aute fue incorporando en sus recitales, discos con otros artistas, discos de homenaje...
Estamos ante una figura multifacética en lo artístico y lo literario. Pintor, escultor, cineasta, cantante, poeta..., pero, ante todo, dicho por él mismo: "Empecé a escribir poemas, tocaba la guitarra y era natural que acabara haciendo canciones, aunque jamás pensé que grabaría discos. Y hasta aquí he llegado. Pero sigo pintando, exponiendo. (...) Lo mío es la pintura"*. ¿Y la música, nos podemos preguntar? Consciente de lo que ha hecho a lo largo de su vida, supo poner los límites en lo que pudo y supo: "Llamarlo música es mucho llamarlo. Yo escribo canciones, la música es otra cosa"*.
Y estamos también ante una persona que ha puesto sus pies sobre la tierra y ha mirado hacia el cielo. Sobre esto último ha llegado a decir: "Ateo no soy. Todo este invento debe tener una razón de ser. Hay un sentido de las cosas. A partir de que un ser humano, que es un ser racional y sobre todo reflexivo, capaz de verse desde fuera, de reconocer su subjetividad, su yo, de hacerse preguntas sobre sí mismo"*.
Sobre el mundo en que ha vivido ha sido pocas veces, más allá del amor, explicito en lo concreto. Ha preferido, en las más de las ocasiones, que fueran las imágenes que salían de sus canciones las que dejaran en el aire sus apegos. Cuando en 1967 compuso "Rosas en el mar", poca gente podía imaginar que, además de un canto a la libertad y un alegato contra la dictadura franquista ("La libertad, la libertad, / derecho de la humanidad"), estaba basada en algo más concreto. Nos lo ha contado, por ejemplo, Margarita Alarcón Perea: "Cada año este día [el 28 de octubre] el pueblo de Cuba de todas las edades sale a la calle y se dirige al agua, ya sea un río, un lago o el mar, no importa donde estén, le llevan flores a Camilo Cienfuegos. (...) Luis Eduardo Aute escribió 'Rosas en el Mar' para esa misma revolución cubana por la cual luchó Camilo. Aute le dedicó la canción a la Revolución Cubana en el 67 y nunca se ha arrepentido de ello"**.
En otra de sus canciones famosas, "Al alba", ha habido no tanto equívocos como cierta confusión. En los momentos finales de la dictadura, cuando la cantaba Rosa León, sabíamos que estaba dedicada a los cinco militantes antifascistas fusilados el 27 de septiembre de 1975. O que había superado la censura a base de introducir en una canción de amor imágenes que evocaban metafóricamente lo ocurrido ("Si te dijera, amor mío, / que temo a la madrugada (...). / Miles de buitres callados / van extendiendo sus alas...).
Reconozco, empero, que he estado en esa confusión hasta que he leído, hoy mismo, unas declaraciones suyas de hace no muchos años: "Es una canción que no fue escrita para eso. Es una canción de amor. Yo quería en esos tiempos, año 74 o 75, hacer una canción sobre el fusilamiento, y no salía, no había manera de encontrar el punto de vista de hacer la narración (...) y abandoné el proyecto, (...) y de pronto surgió 'Al alba', que, sin quererlo, sí insinuaba una situación de alguien que iban a fusilar. (...) Rosa León cantaba mis canciones, escuchó esa canción y me dijo:'parece que esto es esto, ¿no?'. (...), y a partir de ahí la canción fue vinculada a los hechos del 27 de Septiembre, y con el tiempo ha quedado como un alegato contra la pena de muerte que asumo y me parece muy bien"***.
Dicho lo cual, voy a invitar a escuchar cinco de sus canciones. Casi todas o todas, de las más conocidas. Para mí, de las más representativas y preferidas. Algunas, que hemos cantado tantas veces. Lo hice en mi juventud en Salamanca. Y posteriormente, en el campo bajo las estrellas, por la noche con la compañía de algunas copas... ¿Os acordáis -Chema, Pili, Pedro, Charo, Perico, Felisa, Carlos, José Manuel, Tere, Valdo...-, los momentos en que cantábamos "Rosas en el mar", "Al alba" o "Las cuatro y diez"?
He elegido, en primer lugar, las dos antes referidas: "Rosas en el mar", interpretada junto con Massiel; y "Al alba", sólo por Miguel Ríos y Rosa León.
Otras dos canciones son "Las cuatro y diez", un relato prosaico del recuerdo de lo que fue un viejo amor ("Ten esta foto, es muy fea, /el más pequeño acababa de nacer. (...) / Llámame el día que puedas, / date prisa, que ya son las cuatro y diez"). Y "Sin tu latido", más cargada de poesía y que interpreta a dúo con Silvio Rodríguez ("Ay, amor mío, / qué terriblemente absurdo es estar vivo / sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido").
Y para el final he dejado la que, para mí, puede ser la canción que sintetiza lo que ha sido una figura grande del mundo de la cultura y, dentro de ella, del arte: "La belleza". Un alegato contra contra los mercaderes de todo ("Míralos, como reptiles, / al acecho de la presa, / negociando en cada mesa /
maquillajes de ocasión") y una apuesta por una utopía que aúne el amor y la belleza ("Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / la belleza…").
No hace mucho lo dejó bien claro: "[La belleza] no se debería rendir ante el poder, lo que pasa es que el poder tiene mucho poder, tiene una capacidad de destrozarlo todo, pero se trata de mantener esas premisas de la condición humana. Hay que resistir, hay que sacar al poder de su sitio, que está ocupando casi todo el ámbito de lo que corresponde a la vida"***.
Rosas en el
mar
Voy
buscando un amor
que quiera
comprender
la alegría
y el dolor,
la ira y el
placer,
un bello
amor sin un final
que olvide
para perdonar.
Es más
fácil encontrar
rosas en el
mar.
Voy
buscando la razón
de tanta
falsedad.
La mentira
es obsesión
y falsa la
verdad.
Qué
ganarán, qué perderán,
si todo
esto pasará.
Es más
fácil encontrar
rosas en el
mar.
Voy
pidiendo libertad
y no quería
oír.
Es una
necesidad
para poder
vivir.
La
libertad, la libertad,
derecho de
la humanidad.
Es más
fácil encontrar
rosas en el
mar.
Voy
buscando un lugar
perdido en
el mar,
donde pueda
olvidar
del mundo
la maldad.
La soledad
quiero buscar
para poder
morir en paz.
Es más
fácil encontrar
rosas en el
mar.
Al alba
Si te
dijera, amor mío,
que temo a la
madrugada,
ni sé qué
estrellas son estas
que hieren
como amenazas,
ni sé qué
sangra la Luna
al filo de
su guadaña.
Presiento
que tras la noche
vendrá la
noche más larga,
quiero que
no me abandones,
amor mío,
al alba.
Los hijos
que no tuvimos
se esconden
en las cloacas,
comen las
últimas flores,
parece que
adivinaran
que el día
que se avecina
viene con
hambre atrasada.
Presiento
que tras la noche
vendrá la
noche más larga,
quiero que
no me abandones,
amor mío,
al alba.
Miles de
buitres callados
van
extendiendo sus alas.
No te
destroza, amor mío,
esta
silenciosa danza.
Maldito
baile de muertos,
pólvora de
la mañana.
Presiento
que tras la noche
vendrá la
noche más larga,
quiero que
no me abandones,
amor mío,
al alba.
Las cuatro
y diez
Fue en ese
cine, ¿te acuerdas?,
en una
mañana al este de Edén,
James Dean
tiraba piedras
a una casa
blanca… entonces te besé.
Aquélla fue
la primera vez,
tus labios
parecían de papel
y a la
salida en la puerta
nos pidió
un triste inspector nuestros carnets.
Luego volví
a la academia
para no
faltar a clase de francés,
tú me
esperaste hora y media
en esta
misma mesa, yo me retrasé.
¿Quieres
helado de fresa
o prefieres
que te pida ya el café?
Cuéntame cómo
te encuentras,
aunque sé
que me responderás: muy bien.
Ten esta
foto, es muy fea,
el más
pequeño acababa de nacer.
Oiga, ¿me
trae la cuenta?
Calla, que
fui yo quien te invitó a comer.
No te
demores, no sea
que no
llegues a la hora al almacén.
Llámame el
día que puedas,
date prisa,
que ya son las cuatro y diez.
Sin tu latido
Hay algunos que dicen
que todos
los caminos conducen a Roma
y es verdad,
porque el mío
me lleva
cada noche al hueco que te nombra,
y le hablo
y le suelto
una
sonrisa, una blasfemia y dos derrotas.
Luego apago
tus ojos
y duermo
con tu nombre besando mi boca.
Ay, amor
mío,
qué
terriblemente absurdo es estar vivo
sin el alma
de tu cuerpo, sin tu latido.
Ay, amor
mío,
qué
terriblemente absurdo es estar vivo
sin el alma
de tu cuerpo, sin tu latido.
Que el
final de esta historia,
enésima
autobiografía de un fracaso,
no te sirva
de ejemplo,
hay quien
afirma que el amor es un milagro,
que no hay
mal que no cure,
pero
tampoco bien que le dure cien años.
Eso casi lo
salva,
lo malo son
las noches que mojan mi mano.
Ay, amor
mío,
qué
terriblemente absurdo es estar vivo
sin el alma
de tu cuerpo, sin tu latido.
Aunque todo
ya es nada,
no sé por
qué te escondes y huyes de mi encuentro.
Por saber
de tu vida,
no creo que
vulnere ningún mandamiento.
Tan
terrible es el odio,
que ni te
atreves a mostrarme tu desprecio.
Pero no me
hagas caso,
lo que me
pasa es que este mundo no lo entiendo.
Ay, amor
mío,
qué
terriblemente absurdo es estar vivo
sin el alma
de tu cuerpo, sin tu latido.
La belleza
Enemigo de
la guerra
y su
reverso, la medalla,
no propuse
otra batalla
que librar
al corazón
de ponerse
cuerpo a tierra
bajo el
paso de una historia
que iba a
alzar hasta la gloria
el poder de
la razón.
Y ahora que
ya no hay trincheras
el combate
es la escalera
y el que
trepe a lo más alto
pondrá a
salvo su cabeza
aunque se
hunda en el asfalto
la
belleza...
Míralos,
como reptiles,
al acecho
de la presa,
negociando
en cada mesa
maquillajes
de ocasión.
Siguen
todos los raíles
que
conduzcan a la cumbre,
locos por
que nos deslumbre
su parásita
ambición.
Antes iban
de profetas
y ahora el
éxito es su meta,
mercaderes,
traficantes.
Más que náusea,
dan tristeza,
no rozaron
ni un instante
la
belleza...
Y me
hablaron de futuros
fraternales,
solidarios,
donde todo
lo falsario
acabaría en
el pilón.
Y ahora que
se cae el muro
ya no somos
tan iguales,
tanto
vendes, tanto vales,
¡viva la
revolución!
Reivindico
el espejismo
de intentar
ser uno mismo,
ese viaje
hacia la nada
que
consiste en la certeza
de
encontrar en tu mirada
la belleza…
* Entrevista publicada en marzo de 2010 en la revista Osaca y reproducida el 10-4-2010 en Cuba Debate (http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/04/10/eduardo-aute-revolucion-cubana-es-fundamental/#.XoivfMgzY2w).
** Entrada de Margarita Alarcón Perea en su blog Mesa redonda, publicada el 28-10-2011 (http://mesaredonda.cubadebate.cu/noticias/2011/10/28/rosas-en-el-mar/).
*** Entrevista hecha por Bernardo Rodríguez para la agencia EFE y publicada en La Opinión de Murcia el 21-01-2016 (https://www.laopiniondemurcia.es/cultura-sociedad/2016/01/22/sigue-facil-encontrar-rosas-mar/707864.html).
(Imagen: Autorretrato aparecido en la portada del v. 3 de su disco Auterretratos").