sábado, 23 de mayo de 2015

Montevideo azul






























Hace unos días acabé de leer Raúl Sendic. Por la huella de Artigas, una biografía del célebre revolucionario uruguayo escrita por Daniel Chavarría y editada por Txalaparta. Mientras leía el libro me vino a la memoria un breve escrito que hace 30 años dediqué a ese país, surgido de varias circunstancias personales. Ahora he decidido reproducirlo, con algunas ligeras correcciones de estilo.


A Montevideo me la imagino bajo un cielo azul claro. Pero confieso que nunca he pisado sus calles. Pocas imágenes he visto de la ciudad, sólo a través de la televisión o por fotografía. Pero Montevideo está en mi mente por tantas veces oída y leída. Mi admirado Mario Benedetti ha titulado un libro suyo de relatos como Montevideanos. Casi toda su obra tiene como protagonistas a las gentes que la habitan. Y en uno de sus versos ha escrito que siente "(...) como un cielo / azul pero lejano". Montevideo, mirando hacia arriba, me parece azul. Quizás por ello el sol y el azul de las dos franjas que aparecen en su bandera reflejen o confirmen lo que digo. Montevideo, capital de Uruguay. ¡Qué país más enigmático me resulta! Y no puedo quejarme de no haberme preocupado por él al menos un poquito. Allí viven hombres, hechos, hazañas, canciones que tengo grabadas. ¿Conozco en persona a algún uruguayo? Ahí me rindo: a nadie. Sólo he visto a uruguayos. Y los he oído. Aún recuerdo con simpatía la salsa con hierbas de allá que condimentó la riquísima carne -no uruguaya, pero por razones imponderables- que nos comimos hace dos años en un verano de Madrid y nos hizo tanta gracia: el chimichurri. Uruguay, tierra de exilio. Medio millón de hombres y mujeres fuera de su patria he leído y oído ¡Medio millón! Cuando sólo dispone de pocos millones de habitantes (tres me dice un libro consultado). ¡Qué lejos está esa tierra! "¡Qué lejos está mi tierra", dice Daniel Viglietti. Que también quiere cambiar la vida. "Porque somos militantes de la vida", podría contestar Mario. Escondidos en sus calles que albergaban multitud de anónimos marchaban Raúl y los suyos. No puedo más que sentir admiración por la impresionante obra que realizaron. Había algo más que una artesanía colectiva. Sin embargo, hubo algo más que un proyecto bello. Porque lo suyo acabó como una lástima. Se defendieron como héroes. Lo he visto yo con mis propios ojos. Aquí, en mi Plaza. Sí, no desvarío, mis ojos han podido ver la entereza de quien moró diez años por las jaulas construidas para embrutecer al hombre. Y ese hombre no salió embrutecido. Y tantos como él, que salieron gigantes. Los gritos al unísono de las gentes de allá han sido maravillosos. Fueron quienes sacaron a los héroes de las jaulas. Fueron quienes hicieron volver a los exiliados y los recibieron entre lágrimas. Los gritos unánimes son un arma invencible. Por ahora han servido. Uruguay, cuna de Artigas, refugio de Garibaldi, marco de Líber, medio de Raúl, inspiración de Mario, melodía de Daniel, esperanza de multitudes... Montevideo, capital de la República Oriental, ciudad del cielo azul. Montevideo, enigma que excava mi curiosidad hasta convertirla en deseo.

(Salamanca, 6 de junio de 1985)