La semana pasada El Mundo desveló la existencia del pago de sobresueldos en el PP mediante una contabilidad oculta. Apuntaba a Luis Bárcenas, extesorero y muy vinculado desde hace más de dos décadas a las altas finanzas del partido, a la vez que implicaba dirigentes de calibre como receptores de las prebendas, cuando no responsables. Ayer El País hizo público documentos que ponen de manifiesto nombres de beneficiarios y donantes de ese dinero, así como parte de las cantidades que han manejado. El escándalo está servido y una consecuencia inmediata sería una más que previsible caída, esta vez vertiginosa, de la popularidad del PP. Teniendo en cuenta que los sondeos de opinión estaban dando ya una fuerte caída en la intención de voto a ese partido y una elevada impopularidad del gobierno, las cosas le pintan bastante negras. Como también le están resultando al PSOE, que, tras el varapalo de 2011, sigue en su declive. E incluso, por qué no, a CiU, a quien ha salvado su pacto con ERC, pero inmerso en una grave crisis interna y de credibilidad.
Una de las cosas que ha comentado estos días gente del periodismo afín al PSOE ha sido lo referente a las razones por las que El Mundo decidió sacar a la luz la información que ha supuesto una carga de profundidad sobre el partido con el que ha mantenido hasta ahora unas relaciones excelentes. Eso de "algo está buscando Pedro J." se lo ha preguntado más de un o una periodista.
¿Cuál es mi sospecha? Lo que se está buscando es crear un clima político para retirar a la vieja "clase política", muy mal vista en las altas esferas de la UE e impopular entre el electorado, con el fin de instalar un gobierno de nuevo tipo, de tecnócratas claramente identificados con los postulados de la troika. Un gobierno a la griega, como se hizo en un primer momento, o a la italiana, como se ha dado con Monti a la cabeza. ¿Para qué? Pues para seguir apretando las tuercas a la gente.