Ayer fue detenido Julian Assange. Tras la deriva seguida por el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, ha resultado lógico. Desde el primer día de su mandato empezó a alejarse de lo que había sido la conocida como "revolución ciudadana", con el presidente Rafael Correa al frente. Desde entonces todo ha sido un cúmulo de decepciones y entre ellas, su acercamiento a EEUU y apoyando su política exterior. Y lo ocurrido ayer forma parte de ese nuevo rumbo.
Detenido Assange, tiene por delante tres contenciosos en tres países diferentes, dos de ellos con la amenaza de la extradición. El primero, en el propio Reino Unido. Siendo el menos grave, con una acusación por haber quebrantado la libertad provisional, de las autoridades de este país depende lo que pueda ocurrir en los otros dos. En el segundo, Suecia, tiene pendiente acusaciones de acoso sexual a dos mujeres, algo que, desde un primer momento, tiene visos de ser una grave manipulación. Y en el tercero, EEUU, con el asunto de WikiLeaks de por medio, se enfrenta a la triple acusación de conspiración, robo de propiedad gubernamental y violación de la Ley de Espionaje, lo que podría suponer la pena capital. Recomiendo leer un artículo de Eloy Osvaldo Proaño que publica hoy Rebelión.
Que el gobierno de Ecuador se ha bajado los pantalones, resulta evidente. Que los argumentos esgrimidos son ridículos, también. Lo importante es que las presiones de tres estados, dos de ellos poderosos, han surtido efecto. Assange no es una persona cualquiera. Su plataforma digital, WikiLeaks, ha puesto al descubierto las maniobras que EEUU lleva realizando desde tiempos atrás. El espionaje a amigos y enemigos, como práctica habitual.
¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Lo iremos viendo. Pero la cosa parece complicada. Para Assange, claro, pero también para quienes osen desentrañar las trampas del imperio.