Estamos
ante el centenario del fin de la Gran Guerra (1914-1918), el mismo conflicto que dos
décadas después pasó a denominarse como Primera Guerra Mundial. Habían pasado casi
cuatro años y medio desde su inicio, cuando la firma el 11 de
noviembre del armisticio entre el Imperio Alemán y las potencias aliadas puso fin al
conflicto. Años de una violencia extrema
que se cebó más que nunca sobre la gente. Una violencia desconocida hasta
entonces por su dimensión en víctimas, destrucción material, estados contendientes
y extensión territorial. Sin embargo, hasta semanas antes su final no dejó de ser
realmente una incógnita, dado el equilibrio de fuerzas que se había dado hasta
entonces. Veámoslo de una forma breve.
El año 18 se abrió con dos acontecimientos de
gran importancia. El primero, en enero, la propuesta de paz formulada por el
presidente estadounidense Woodrow Wilson, conocida como los “14 puntos”. Un
documento donde EEUU planteó sus intenciones de cara al futuro como primera
potencia mundial: libertad marítima, reducción de armamentos, restituciones
territoriales, soberanía plena de los pequeños estados, evitación de
castigos duros contra los responsables
de la guerra, etc. El segundo, en febrero, la firma del tratado de paz de Brest-Litovsk entre los gobiernos bolchevique
ruso y alemán. Para este último supuso un gran alivio, dejando libre el frente
oriental, mientras que para los nuevos gobernantes rusos, deseosos del fin de
la guerra, supuso el pago de un precio muy alto, al perder territorios en Ucrania,
Finlandia, Bielorrusia, Polonia y lo que acabaron siendo las repúblicas bálticas.
Llegada la
primavera, la ofensiva alemana lanzada sobre Francia acabó en fracaso, lo que posibilitó
la correspondiente contraofensiva aliada, que en poco tiempo resultó ser definitiva.
Y no tanto por los resultados militares como por el ambiente general que se estaba
viviendo en el seno del bando de los imperios centrales.
En el caso
de Alemania los problemas internos se fueron agravando ante las disensiones en las
altas esferas del estado y del mando militar, las crecientes deserciones e
incluso los brotes revolucionarios que iban apareciendo. La abdicación y huida de
Guillermo II el día 9 de noviembre y la inmediata proclamación de la república precipitaron
la firma del armisticio, que en la práctica fue el reconocimiento de la derrota.
El resto de estados que habían combatido en el bando de los imperios centrales
acabaron haciendo lo mismo.
Lo que vino
después, en mayor medida en 1919, pertenece
a otro momento. Ya habrá tiempo de tratarlo, como también de hacerlo con el balance de destrucción. Fue una guerra, como casi todas las de los dos últimos siglos, de las potencias capitalistas. Las mismas que siguen pontificando sobre la paz, la democracia, la civilización, la libertad, el progreso... y tantas palabras bonitas más.
(Imagen: "Las madres", de Khäthe Kollwitz, grabado en madera).