¡Que se vayan los barcos de guerra!
No me gustan los barcos de guerra. Porque no me gustan las guerras ni tampoco quienes las generan. Estos días, como en tantas otras ocasiones, nos están visitando unos cuantos. En la preciosa bahía de Barbate los estamos viendo a lo lejos, y de vez cuando tenemos que oír -mejor, aguantar- los ruidos de bombas y de los vuelos de helicópteros. Cosas de la OTAN, la mayor y más terrorífica maquinaria de guerra que existe. ¡Que se vayan!