El otro día la cantante Marta Sánchez estrenó su versión del himno de la España monárquica. La novedad más destacable, más que el estilo de cantarlo, ha sido hacerlo con letra, que, además, ella misma la ha escrito. Con ello podría desaparecer el "la-la-la-la..." que entonan la aficiones de las distintas selecciones deportivas o incluso podría sustituir la versión franquista -la del "¡Viva España, / alzad los brazos, / hijos del pueblo español / que vuelve a resurgir..."-, escrita por José Mª Pemán y que todavía mantiene más de uno o una.
Ha habido dirigentes políticos -de la derecha, por supuesto- que no han desaprovechado la ocasión para saludar el gesto de la cantante. Mariano Rajoy, Albert Rivera, Rosa Díez... han lanzado sus mensajes, dejando muestra de su fervor. Incluso el propio González Pons ha propuesto que sea cantado en la final de la Copa del Rey de fútbol. Varias plumas también han querido dejar constancia de lo que en el fondo consideran un hito, pues vendría a tapar ese hueco aún no rellenado.
Pero no está de más aclarar algunas cosas. Tengo el recuerdo de su presencia en los momentos previos a la primera guerra habida contra Irak, entre 1990 y 1991, animando a las tropas españolas que pasaron por el golfo Pérsico. Su amor patrio me recuerda al de esa clase de artistas, deportistas o gente famosa, siempre con posibles, que le gusta ubicar su residencia fiscal allende las fronteras, buscando el calor de lugares más ventajosos para sus bolsillos.
Por mi parte poco más puedo decir. Como sobre gustos no hay nada escrito, que disfrute quien quiera de la versión musical, intensamente empalagosa, y de la letra, calificada por un articulista de El País de "embarazosa". Que sigan con su "a Dios le doy las gracias por nacer aquí".