Sí, eso es lo que se desprende desde que hace un par de semanas se anunció la convocatoria de elecciones para el 26 de junio. Una campaña muy dura, sí, pero contra la coalición Unidos Podemos y las confluencias en Cataluña, Galicia y País Valenciano. La posibilidad de ser una alternativa real de gobierno frente al PP tras el acuerdo entre IU y Podemos está preocupando mucho al resto de partidos, que no paran de lanzar ataques directos y a través de los medios de comunicación afines, donde no les faltan sus voceros y voceras profesionales y con remuneraciones bien convenidas.
Que en todo momento se utilice expresiones con sentido peyorativo como comunistas, extrema izquierda o izquierda radical no es que sorprenda, pero es un síntoma. Como lo es también que se esté generando un clima de alarmismo en torno a las pensiones, la inestabilidad económica, el aislamiento internacional, etc., claramente dirigido a los sectores de población más sensibles a admitirlo, esto es, la gente de más edad, que no en vano es la más proclive a votar al PP y el PSOE. Desde este partido se quiere asociar, con Julio Anguita de por medio, la actual situación con la vivida en los años noventa, cuando se lanzó la idea falsa de la pinza. Que hace una semana se viviera el episodio de la prohibición por la delegada del gobierno en Madrid de la estelada en la final de la Copa, como ya apunté en este cuaderno, es otro síntoma. Los ataques furibundos a Ada Colau y su gobierno por cualquier motivo no son una mera coincidencia. O lo más reciente, el traslado de la precampaña a Venezuela y en torno a Venezuela. Primero, con el gobierno interfiriéndose en los asuntos internos de ese país. Luego, con la visita del José Luis Rodríguez Zapatero. Y ahora, con la presencia de Albert Rivera y los continuos mensajes a Podemos sobre su financiación y lo que denominan dictadura.
Me ha llegado al oído de ciertos dirigentes del PP que ya están mencionando en reuniones de diversa índole el término guerra civil. Lo que expresa un tono más elevado y conlleva una mayor gravedad. Se hace desde el mismo partido que está corrompido hasta la médula con exministros, expresidentes de comunidad, expresidentes de diputaciones, exalcaldes y exalcaldesas, exaltos dirigentes, exconcejales y exconcejalas, exconsejeros y exconsejeras y cualquier otro tipo de ex que están o han estado en la cárcel o tienen condenas, imputaciones, sospechas y cuantas figuras judiciales existan. El mismo partido que tiene a dirigentes (la vicepresidenta en funciones, el portavoz del partido, el portavoz del grupo parlamentario, la exvicepresidenta del Congreso...) que se atrevieron a decir ayer sucesivamente que el juez que está investigando su financiación ilegal y el pago en negro de la remodelación de la sede central resulta poco de fiar (dicho moderadamente por mi parte).
Y es que, según los sondeos, se consolida que Unidos Podemos superaría al PSOE y que, a su vez, se estaría acercando al PP. La posibilidad de un vuelco electoral, por difícil que pueda ser y parecer, es real. Y para que se pueda materializar, deberían ocurrir dos cosas: que hubiera la menor abstención posible, especialmente entre la gente joven, que es más proclive a hacerlo, aunque también lo sería a votar a Unidos Podemos; y que se ganara cuanta más mejor a las personas de mayor edad, atenazadas por el miedo que insufla sobre todo el PP.
En fin, lo que nos queda por ver y sufrir.