La polémica que se originó acabó en 2011 con el gobierno municipal de IU, contrario al proyecto, que pagó así un duro tributo. Una muestra de que la coherencia política en la defensa del bien público por encima de los intereses privados, barruntados de corrupción, no tuvo el respaldo social suficiente. Lo que vino poco después a nivel general, ahora lo seguimos sufriendo.
Estos días Seseña y su famosa urbanización han vuelto a salir a la primera fila de las noticias: por el incendio de un vertedero de neumáticos contiguo, del que se dice que es el mayor de Europa. Un vertedero ilegal, permitido de hecho por los gobiernos de la comunidad castellano-manchega, tanto del PSOE como del PP, que ha acabado siendo pasto de las llamas.
Las consecuencias que está generando no son poca cosa. Una ha sido la evacuación de quienes residen en la citada urbanización, por los riesgos sobre la salud humana que supone la exposición directa a la elevada toxicidad de los gases y las partículas emitidas. Hoy he oído de un experto medioambiental que dichas emisiones a la atmósfera son equivalentes a las que durante un año producen en este país los vehículos propulsados por derivados de hidrocarburos.
A falta de una evaluación final, lo cierto es que la gravedad de lo que está ocurriendo es evidente. Estamos ante un síntoma más de la escasa preocupación de quienes nos gobiernan por el cuidado del medio ambiente.