El escándalo de las tarjetas black de las que se han beneficiado los directivos de Bankia está en plena ebullición. A mí me resulta especialmente doloroso que quienes han estado representando a IU y CCOO en el máximo órgano de esa entidad hayan participado de esa orgía. Las han dañado y en el peor de los momentos, cuando la ofensiva neoliberal ha herido de gravedad al sindicalismo y pretende demonizar a IU. Con este comportamiento se ahonda más en ello.
Por lo que se puede leer u oír, parece que se quiere focalizar esa práctica en Bankia, que quizás sea la empresa que mejor ilustre el nivel de corrupción existente en el país. Es cierto que es el no va más de la desfachatez. Sin embargo, sería un error quedarse ahí: es sólo la punta de un iceberg gigantesco. La simbiosis entre poder económico y poder político, que está devorando todo lo que encuentra y arrastra en ello a gentes que en teoría deberían estar en contra. El sistema que es corrupto en su esencia y que nos domina.
Por eso me duele que gente de IU y CCOO hayan caído en la garras de la corrupción. Sin embargo, no debemos por ello extender su responsabilidad a esas organizaciones y con ellas, a su militancia. Pido por ello que se les expulse de inmediato de sus respectivas organizaciones. Sé que se llevan tomando medidas desde hace un tiempo, incluidas las judiciales. Puede que haya otro tipo de responsabilidades por parte de quienes no han actuado con la contundencia necesaria a la hora de detectar lo que estaba ocurriendo. En todo caso, quienes han sobrepasado el umbral de la decencia ética sólo merecen el oprobio de la ciudadanía y también de quienes les prestaron su confianza.