Hoy se lleva a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. Pronto sabremos, pues, por dónde se orientará el futuro próximo de ese país y también -no debemos olvidarlo- de América Latina. Ya dije el otro día que Dilma Rousseff y Aécio Neves no representan modelos antagónicos, pero sí bastantes diferentes en varios aspectos. Lula da Silva, primero, y Rousseff, después, han gobernado dentro de un modelo desarrollista capitalista y con bastantes elementos neoliberales, pero con una clara orientación redistributiva hacia los sectores populares, que en muchos casos disponen de rentas muy bajas. Neves es el heredero de Fernando Cardoso, que aplicó en los noventa políticas de ajuste neoliberal muy duras, perjudicando gravemente a los depauperados sectores populares. En la política exterior es donde mejor se ven las diferencias. Rousseff, como antes Lula, está trabajando para que Brasil participe en la integración latinoamericana y en acuerdos, cada vez más significativos, con el grupo de potencias emergentes, conocidas como BRICS. Una política exterior, en suma, más independiente de lo que antes de la llegada de Lula a la presidencia se había dado y distante de los intereses de EEUU. Justo lo contrario de lo que su oponente defiende, cuyo acceso a la presidencia supondría una mayor presencia de EEUU en los asuntos internos.
En los últimos días se están produciendo movimientos en partidos, grupos sociales, colectivos y hasta gente famosa, decantándose públicamente por Dilma o Aécio. Las potencias occidentales, el gran capital, la mayor parte de los medios de comunicación y amplios sectores de las clases medias lo tienen claro en su apuesta por el candidato conservador. A ello hay que unir los partidos menores de la derecha e incluso buena parte de las dirigencias de grupos autodenominados de izquierda o centro-izquierda -como el mismo PSB-. Tampoco han faltado figuras del mundo del fútbol, como Ronaldo, Romario o Neymar.
Rousseff sigue manteniendo un apoyo mucho más popular, sobre todo en los estados más pobres, situados en el norte y noroeste del país. Según parece, ha ido incluso ganando mayor peso entre los segmentos más jóvenes, lo cual podría ser la clave para dilucidar la presidencia. El mundo de la cultura parece que también se sigue decantando por la candidata del PT. Mayores problemas está teniendo con los partidos a su izquierda, varios de los cuales están llamando al voto nulo (PSTU, PCB, algunos sectores del PSOL...). No perdonan al PT la deriva neoliberal en los fundamentos de su política económica. Otros apoyan, en distinto grado, a Dilma, como es el caso de PCdoB o la mayoría del PSOL (una disidencia del PT).
Los últimos sondeos están dando cierta ventaja a Rousseff sobre Neves, algo que a inicio de la segunda vuelta no parecía tan claro. El candidato conservador había prometido mantener los logros sociales de años atrás y estaba recibiendo el apoyo de Marina Silva, pero esa promesa es algo que resulta poco creíble. La forma despectiva de tratar al electorado del PT -entre otras cosas lo ha tildado de ignorante- ha alertado a una parte de la población, que teme las consecuencias de un gobierno de la derecha pura.
En el seno de la izquierda hay una gran diversidad de posiciones en torno a estas elecciones. En muchos casos se resalta la moderación de los gobiernos presididos por el PT. Pero cada vez más se está advirtiendo de los riesgos de que Brasil pueda convertirse en la segunda Colombia del continente, lo que rompería el bloque de países progresistas y reforzaría la influencia de EEUU. Y es que en Brasil, guste o no, se está desarrollando una doble batalla cuyos resultados pueden ser decisivos de cara al futuro.