Evo Morales ha vuelto a ganar las elecciones presidenciales en Bolivia. Es la tercera vez que lo hace desde 2005. Ha obtenido el 60% de los votos, cuatro puntos menos que en 2009. La diferencia con los dos candidatos de la derecha es grande, ya que han sumado sólo el 34,5%. Evo ha ganado en todos los departamentos del país, excepto en el norteño de Beni. Lo ha hecho incluso en Santa Cruz, con el 50%, después de los problemas habidos hace unos años cuando llegó a fraguarse una secesión promovida por su oligarquía, apoyada por EEUU y al amparo de la riqueza petrolífera de la que dispone.
Estos resultados suponen un nuevo e importante espaldarazo a la política llevada a cabo por lo gobiernos del MAS y sus aliados. Desde su acceso a la presidencia ha nacionalizado los hidrocarburos, aumentado el gasto social y reducido la pobreza extrema. El ritmo de crecimiento se sitúa en el 5% anual de media. Así mismo, ha promovido una reforma territorial y electoral, en la que se tiene en cuenta a algunas minorías indígenas y se les garantiza su presencia en la llamada Asamblea Legislativa Plurinacional.
En el campo internacional una seña distintiva es el distanciamiento del imperialismo estadounidense, lo que está conllevando numerosas fricciones e intentos de desestabilizar el país. Evo está contrarrestando el peligro actuando en una doble dirección. Una, reforzando la nacionalización de su política, entendida como la defensa de su soberanía nacional. La otra, impulsando la presencia de su país en diversos foros y entes supranacionales. Bolivia es miembro de organismos de integración latinoamericana y caribeña como ALBA, UNASUR y CELAL, y está participando como invitada en MERCOSUR, integrado por los países del cono sur americano.
De esta manera se pueden entender cuáles son las claves del éxito electoral de Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera, y su partido, el MAS, cuyo desgaste está siendo pequeño y, además, con escasas posibilidades por ahora de que las fuerzas conservadoras puedan revertir la situación.