La llamaron la "Dama de Hierro", por aquello de la contundencia con la que gobernó. No hay duda, ella fue la cabeza visible de una forma de hacer política basada en la mano dura y un discurso vigoroso. Pero, ante todo, fue la cabeza de un programa político de nuevo cuño por esos años, que acabó resultando decisivo para lo que le siguió. Ganó sus primeras elecciones en 1979 al frente del Partido Conservador, precediendo en algo más de un año a Ronald Reagan, el otro líder de la contrarrevolución conservadora. Líderes, ex aequo, del inicio de la llamada gran divergencia. Fue la pionera en la aplicación sistemática de medidas neoliberales, tales como la privatización de empresas públicas, la bajada de impuestos a las rentas altas, el recorte de derechos sociales, el acoso a la acción sindical... Fue, por ello, la artífice de la derrota de los sindicatos, minando su base social mediante la represión, el cierre de fábricas y minas, y mucha demagogia. Ésta, por supuesto, con la ayuda de los medios de comunicación, que participaron con un gran entusiasmo en la estrategia de recuperación de la hegemonía ideológica conservadora.
Thatcher aprovechó, además, la popularidad que le aportó un acontecimiento inesperado -¿o provocado?-, cual fue la Guerra de las Malvinas. Desatada tras el ataque a ese archipiélago por parte de los dictadores militares argentinos, hizo resucitar en el Reino Unido un nacionalismo neoimperialista exacerbado. Fue también la principal aliada de EEUU en la reactivación de la guerra fría y con ello en su política hacia Latinoamérica, donde mantuvo excelentes relaciones con sus dictadores, en especial con Augusto Pinochet.
La década de los ochenta fueron años de una fuerte conflictividad social en el Reino Unido, consecuencia de la durísima ofensiva lanzada por el gobierno. Hubo una resistencia tenaz, que poco a poco fue cediendo ante una maquinaria poderosa. Fue el momento en que se hablaba de la sociedad de los tres tercios: el de los sectores sociales acomodados, el de los intermedios y el formado por los grupos subalternos, precarizados o en paro.
Hay una película, hecha algunos después, que refleja maravillosamente esos años tristes años: Full Monty, de Peter Cattaneo. La lucha por la supervivencia de una clase -la obrera-, de lo que iba quedando de ella, en regresión y que acabó siendo derrotada. La historia del tercio de abajo, de las familias obreras que iban sufriendo cómo el padre o el hermano mayor perdían sus trabajos, que veían reducidas las ayudas sociales, que sentían el estigma de la marginación... Y fue la Thatcher con su gobierno quien dejó a esa gente con el culo al aire.
Después de once años al frente del gobierno, la Tahtcher acabó siendo desplazada en 1990 por su propio partido. Había ido demasiado lejos -en ese momento- cuando intentó imponer la poll tax. Pero no por el contenido en sí de la medida, de clara naturaleza neoliberal y basada en un impuesto municipal común independientemente de la renta. Lo fue, porque se disparó su impopularidad y con ésta la de su partido. Le sustituyó John Major, de imagen más moderada, que abrió el camino años después al laborista Tony Blair. La sociedad, una limpiada por abajo, estaba ya lista para que los escalones intermedios y superiores legitimasen el nuevo estado de cosas. Ya no se necesitaba a una "Dama de Hierro" que metiera en vereda a los sindicatos o a los argentinos. El modelo neoliberal se fue perfeccionando en ese país con los Major, Blair, Brown o Cameron, que siguieron la senda marcada por la Thatcher. Algo parecido a lo que ocurrió en los otros países del entorno. Una historia que ya nos sabemos. ¿O no?