Tuvo una trayectoria atípica. Fue una persona culta. También, polifacética. Economista de formación y profesión, también se dedicó a la literatura, donde destacó como novelista en la vejez. Se educó en un entorno conservador, de padre médico militar. Al comenzar la guerra civil se sintió anarquista. Luego estuvo en el otro bando. Recuerdo una entrevista que le hicieron en televisión a principios de los 80 donde esquivó la pregunta sobre ese periodo de su vida. Con el tiempo se hizo un hueco en el mundo académico universitario, llegando a catedrático. Fue solidario con los Tierno Galván, Aranguren y García Calvo, por lo que acabó yéndose del país a finales de los 60 para dar clases al Reino Unido. De esos años data un libro suyo que luego leí en mi primera juventud: Las fuerzas económicas de nuestro tiempo. Un ensayo sobre los sistemas económicos del tiempo de la guerra fría y la perspectiva de los países del entonces llamado Tercer Mundo. Abogaba por el socialismo, aun democrático, frente al capitalismo, que consideraba injusto. Ya en España fue directivo del Banco Exterior de España y en 1977 pasó a ser uno de los senadores nombrados por Juan Carlos de Borbón. Luego vino su mayor dedicación a la literatura, con su Octubre, octubre, La sonrisa etrusca... En esta novela presenta a un abuelo y a su nieto desde cuyas vidas se marca el paso del tiempo. ¿Acaso una idealización de su propia vida traspuesta a otro país? Quizás.
Políticamente pertenece a esa rara clase de personas que se radicalizan con el tiempo, sobre todo durante la vejez. Ha imprimido a su vida una gran dosis de cordura, lo que no es poco para los tiempos que corren. En los últimos años no ha parado de lanzar duros ataques contra el capitalismo, del que ha augurado que está en las últimas. En su breve obra El mercado y la globalización, dedicada al gran público, es taxativo en la valoración de ese sistema económico y, más concretamente, de su fase actual neoliberal y globalizadora: tiene un carácter antidemocrático. Y lo es, dice, porque deja en manos de la iniciativa privada la toma de decisiones económicas, lo que resulta contradictorio con que la sociedad pueda elegir a sus representantes. Una idea que no ha parado de repetir en sus otras obras, entrevistas o artículos. Ello le llevó a invitar a la gente a no quedarse quieta, a salir a la calle, a rebelarse. Fue impulsor intelectual del movimiento 15-M y prologó la edición española de Indignaos, de Stéphane Hessel. Hasta el último momento ha estado lanzando su voz contra la injusticia. Y por un mundo posible, sin exclusiones.