Hombre con traje: ¡Este es el fin!
Joven: Pero, ¿qué pasó? ¿Dónde está toda la gente? ¿Dónde huyeron?
Hombre con traje: En el fondo del mar.
Joven: Los delfines... Hasta ellos están huyendo. Qué suerte tienen, se pueden ir nadando.
Hombre con traje: De nada les servirá. Los matará la radiactividad. ¡Las nubes! La roja es de plutonio 239; la diez millonésima parte de un gramo causa cáncer. La amarilla es estroncio-90; se mete dentro y causa leucemia. La morada es cesio 137; afecta a la reproducción, causa mutaciones, da origen a deformidades… La estupidez del hombre es increíble, la radiactividad era invisible y debido al peligro le dieron color. Pero eso sólo no deja saber que nos está matando. La tarjeta de visita de la muerte. Hasta luego (y se dirige hacia el mar dispuesto a arrojarse por el acantilado).
Joven: ¡Espere! La radiación no mata enseguida.
Hombre con traje: ¿Y que importa? Una muerte lenta es mucho peor.
Madre con dos niños en brazos: Los adultos mueren. Ya vivieron lo suficiente. Pero los niños ni siquiera vivieron. No es justo.
Hombre con traje: Esperar la muerte no es vida.
Madre con dos niños en brazos: Nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras. Que el peligro son los errores humanos, no la planta en sí misma. Que no habría accidentes, que no había peligro... Eso es lo que nos dijeron. ¡Qué monstruoso! ¡Si no los cuelgan por eso, los mataré con mis propias manos!
Hombre con traje: No te preocupes, la radiactividad los matará. Lo siento, yo soy uno de los que merece morir.
Creo que merece al menos una reflexión.