Hace ocho años se inició la intervención militar de EEUU y sus aliados, entre los que se encontraba España, en Iraq. Los motivos que se adujeron para el ataque se basaron en lo de las armas de destrucción masiva y la defensa de la democracia y los derechos humanos. Durante los meses anteriores, con el lema "No a la guerra", millones de personas de numerosos países participamos en movilizaciones con el fin de evitar lo que acabó siendo inevitable. Pasados los años los propios responsables del ataque han reconocido que no encontraron esas armas de destrucción masiva. Lo que realmente está habiendo es una destrucción del país, sumido en la ruina y en una violencia que se ha cobrado cientos de miles de muertes. Los derechos humanos y la democracia no se han instalado en Iraq, e incluso en los propios EEUU se ha introducido una nueva modalidad de conculcarlos descaradamente en la base militar de Guantánamo que ocupa en la isla de Cuba.
Esta vez la elegida ha sido Libia. Existe un violento enfrentamiento entre el régimen y la oposición. Una guerra civil. Se inició como una más de las revueltas en el Magreb y otros países árabes. De Egipto y Túnez poco más sabemos tras la salida de sus presidentes. De otros países, como Yemen y Bahrein, nos van contando a cuentagotas las víctimas ocasionadas por sus gobiernos. De Libia la información es permanente, acaparando día tras día las portadas de los periódicos y buena parte de los artículos. Ahora mismo se puede leer en las versiones electrónicas titulares como "Primer disparo en suelo libio de aviones franceses" (El País); "20 cazas franceses sobrevuelan Libia y abren fuego sobre un vehículo militar” (El Mundo); “La operación militar contra Gadafi ‘ya ha comenzado’” (Público)…
Me temo que lo que está ocurriendo está siendo, una vez más, manipulado. Sin negarlo todo, dudo de mucho. Como ocurrió antaño con Iraq, se ha creado toda una imagen negativa del régimen libio y su principal dirigente. También, como antaño, se pretende olvidar que hasta hace poco su líder fuera recibido y agasajado por las cancillerías occidentales. Todo con el objetivo de legitimar un ataque militar.
El pasado 25 de febrero Il Manifesto publicó un artículo de Manlio Dinucci, titulado Libia en el gran juego, en el que se indaga acerca de las razones ocultas de la intervención. Y de nuevo el petróleo emerge de las profundidades. Como en Iraq. Siendo Libia un país soberano en el control de sus recursos energéticos, el conflicto interno se presenta como la ocasión para dar un vuelco a la situación. "Quienquiera que diese el primer paso ha explotado el descontento contra el clan de Kadafi, que prevalece sobre todo entre las poblaciones de Cirenaica y los jóvenes en las ciudades", nos cuenta el analista italiano, para quien, en todo caso, "el levantamiento libio se planificó y se organizó con anterioridad".
En medio de toda una ceremonia de la confusión y de manipulación informativa, hoy Rebelión nos ofrece otro artículo, Cuando veas arder Libia, esta vez de Luis Britto García. A través de ocho partes, a modo de flases, el escritor venezolano intenta desentrañar las claves de lo que está ocurriendo, sin que falte un repaso del pasado del país y las conflictivas relaciones habidas entre el régimen libio y las potencias occidentales. Y sobre los argumentos que abundan en los medios de comunicación, exentos de contraste informativo, nos dice: "Telesur envía dos equipos al área, que no encuentran rastros de bombardeos. El ejército ruso demuestra con imágenes satelitales que tales ataques no ocurrieron. Sí hay nutridos intercambios de fuego entre leales y sublevados. Éstos no son, por tanto, manifestantes inermes. Las agencias de Estados Unidos, cuyo ejército es de mercenarios, mienten que los defensores del gobierno son 'mercenarios'".
Por mi parte me apunto a los mismos argumentos que defendí cuando lo de Iraq y que, siguiendo a Isaac Rosa, como ha escrito hoy en Público, "una matanza no se para con una matanza mayor, los pueblos no se liberan a bombazos ni la democracia se impone con las armas".