Me llegó ayer un correo de mi amiga Charo con un artículo de Lucas León Simón (Julio Anguita o por qué no todos los políticos son iguales), que viene muy a cuento de la hipocresía política que tenemos que aguantar un día tras otro. En realidad su autor lo publicó hace un par de meses, pero traza un acertado retrato de la figura del que fuera alcalde de Córdoba, secretario general del PCE y coordinador de IU en un aspecto muy de actualidad. Ya me he referido en varias ocasiones a Julio y el ejemplo de dignidad y compostura que le ha acompañado. Lo he hecho también de otras personas de IU, que es la tónica general de quienes, siendo cargos públicos, no han hecho uso de ellos para su propio beneficio. En el código del cargo público de IU las retribuciones pertenecen a la organización, que se encarga de redistribuirlas según sus necesidades, de manera que lo que cada cual puede percibir debe estar en consonancia con lo que previamente ganaba en su anterior trabajo o dentro del nivel laboral de la función que ejerce. Por eso Anguita nunca ha percibido más del sueldo que ganaba como maestro y ahora sólo percibe la pensión que le corresponde de ese trabajo. Ésa ha sido una de las señas de identidad de IU desde que nació, algo que no sé el grado de conocimiento que se tiene por la gente o el interés que existe por tenerlo en cuenta. Una práctica digna que concuerda con ese "porque somos militantes de la vida" de Mario Benedetti. Algo que está muy lejos de la mayor parte del resto de los grupos políticos, donde la acumulación de retribuciones, con frecuencia muy elevadas, resultan más que escandalosas. Y es que, cambiando el sentido de la frase manida, "todos los políticos no son iguales". Existe mucha diferencia. Falta poner el acento.