En abril del año pasado envié un trabajo en el curso Diálogo de Civilizaciones y Diversidad Cultural, coordinado por el profesor Antonio Castellanos y dentro del máster Cultura de Paz, que titulé "La cultura saharaui. Una cultura milenaria en un contexto conflictivo". Lo que aquí aparece se corresponde con la primera parte, en la que hago una breve reflexión teórica acerca del concepto de cultura.
Una duda epistemológica inicial
A la hora de iniciar este trabajo me he visto envuelto en varias dudas, derivadas, en parte, de la manera de tratar la información de la que dispongo; y, en parte, de la forma de abordarlo epistemológicamente. Ello me ha obligado a tener que ordenar mis escasos conocimientos en el campo de la antropología y de la sociología, también de la historia, a la vez que buscar nuevas fuentes de información, con el fin de profundizar un poco más.
Definir la palabra cultura supone un reto, en la medida que depende tanto de la disciplina que se tome como referencia como de la perspectiva elegida en una de esas disciplinas. En un diccionario de Antropología (Álvarez y Álvarez, 1986) se parte de la idea de una “herencia social de una sociedad” para a continuación referirse a un conocimiento total de “creencias, usos, costumbres y normas”, dentro de lo espiritual, así como “técnicas heredadas” y “el equipamiento técnico” de una sociedad, dentro de lo material. En otro diccionario, éste de Sociología (Strobl, 1980), muy en la línea de la anterior, se distingue lo material de lo inmaterial. Harris (2000, pp. 165-166) define la cultura como el “estilo de vida total, socialmente adquirido, en un grupo de personas, que incluye los modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar”.
Teniendo en cuenta a Lévi-Strauss
Francia quizás sea el país europeo-occidental donde se ha hecho más hincapié en la totalidad social como una estructura donde conviven distintos niveles. Desde el paradigma estrictamente marxista se ha destacado el modelo de la base económica / superestructura política e ideológica, la autonomía de cada nivel y la determinación en última instancia de lo económico. Teniendo en cuenta que esta tradición racionalista no es exclusiva del marxismo, otros paradigmas, más o menos próximos con aquél, como el de Annales o el estructuralismo de Lévi-Strauss, también se han visto influidos. Incluso en el Reino Unido ha habido historiadores que se les puede encuadrar dentro del marxismo estructuralista, con Perry Anderson como el autor más relevante.
Acercándome a Lévi-Strauss he podido comprender mejor todo esto, para lo que me ha ayudado la relectura parcial de su obra Antropología estructural y algunos trabajos sobre él, como La estética de Lévi-Strauss o un artículo de Althusser.
Para el padre de la antropología estructuralista, la estructura no es una realidad empírica que se pueda observar, sino un modelo teórico desde el que se puede explicar la realidad social. Huye, de esta manera, del modelo inductivo y con él de la observación permanente de los acontecimientos en principio aislados, aunque después puedan ser comprendidos desde su análisis a posteriori. Opta, por tanto, por el modelo deductivo, de base cartesiana y de las ciencias positivas actuales, desde la formulación de una hipótesis a verificar que sirva para construir una teoría explicativa. Para él las diferentes culturas, tan diversas a través del tiempo y en la actualidad, tendrían unos patrones comunes de conductas, mitos o lenguas, lo que permitiría entender sus características y los cambios que se producen en ellas.
Su obra ha sido ampliamente reconocida, incluso por quienes, de alguna manera, le han criticado en mayor o menor grado. Es destacable, por ejemplo, que el etnocentrismo dominante haya ido perdiendo terreno en los estudios antropológicos y en las otras ciencias sociales en favor de una mayor valoración de la pluralidad cultural. Considerándose él mismo marxista, fue duramente criticado desde ese campo por quienes, reconociéndole sus importantes aportaciones a mundo de la antropología, osó extender su teoría al conjunto de las ciencias sociales, incluyendo la Historia.
Conocer para comprender y actuar
El conocimiento humano no es más que una continua búsqueda por comprender la realidad en todas sus manifestaciones. Dotarnos de modelos teóricos para intentar comprender la realidad pasada y presente no tiene por qué ser incompatible con aprender de las experiencias vividas. Para quienes nos planteamos proyectos sociales para el presente desde posiciones igualitarias en todos los órdenes de la vida y respetando la pluralidad de expresiones, el dotarse del conocimiento de la realidad sirve de gran ayuda. Pero esa conciencia de las cosas, para que sea útil, no debe separarse de la acción, de lo que Marx llamó praxis o, si se quiere, del suceso del que hablaba Thompson. Quien esto escribe, quizás por deformación profesional, no puede por menos que referirse a la Historia entendida como una disciplina global. Ha habido historiadores que así lo han hecho desde el estudio de la realidades culturales, en especial las culturas populares (Batjin, Thompson, Vovelle…). Concebir la realidad social, siguiendo al propio Thompson, como una síntesis de “las relaciones productivas en las que el hombre nace” y la manera en la que “las experiencias se manejan en términos culturales: encarnadas en tradiciones, en sistemas de valores, ideas y formas institucionales” (Kaye, p. 162), supone una forma de tratar la cultura desde una dimensión más amplia que el mero análisis de aspectos como el arte, la literatura o la música, entre otros, tratados de una forma yuxtapuesta o alejada de la realidad social.
Isidoro Moreno (2002, p. 138) se ha referido a la cultura como “el conjunto de representaciones colectivas, de cogniciones y valores” que, entre otras cosas, “dotan de significado a la existencia de los individuos y del pueblo que se identifican con ella, especialmente a través de los elementos que en cada época son seleccionados como marcadores de identidad”. La noción de identidad resulta para él como uno de los elementos centrales de las actuaciones humanas.
En este trabajo se ha buscado un tratamiento de la cultura desde una perspectiva que abarca lo material y lo espiritual, lo material y lo inmaterial, las relaciones sociales y las expresiones de un pueblo… También teniendo en cuenta una concepción dinámica, que entiende que las relaciones y las creaciones humanas se sitúan dentro de un proceso continuo de construcción colectiva donde las personas actúan por sí mismas y en relación a las otras, y donde cada cultura está sometida a las influencias mutuas con otras, lo que hace que a la vez que se transforman, también mantienen rasgos de identidad propios.
Bibliografía
ALTHUSSER, L. (1966). Sobre Lévi-Strauss, en http://www.scribd.com/doc/16175213/Althusser-Louis-Sobre-LeviStrauss-1966 (consultado el 1-12-2009).
ÁLVAREZ, A. y ÁLVAREZ, J. A. (1986). Antropología cultural. Diccionarios Ridoduero. Madrid, Rioduero.
FONTANA, J. (1992). La historia después del fin de la historia. Reflexiones acerca de la situación actual de la ciencia histórica. Barcelona, Crítica.
GINER, F. (1996). Sociología. Barcelona, Península.
GUILHERME, J. (1978). La estética de Lévi-Strauss. Barcelona, Destino.
HARRIS, M. (2000). Introducción a la antropología general. Madrid, Alianza.
HARRIS, M. (1990). Antropología cultural, 3 vv. Madrid, Alianza.
KAYE, H. J. (1989). Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio. Zaragoza, Universidad de Zaragoza.
LÉVI-SRAUSS, C. (1968). Antropología estructural. Buenos Aires, Eudeba.
MORENO, I. (1979). Cultura y modos de producción. Una visión de la antropología desde el materialismo histórico. Madrid, Nuestra Cultura.
MORENO, I. (2002). La cultura andaluza en el comienzo del tercer milenio: balance y perspectivas, en Revista de Estudios Regionales, n. 63, http://www. revistaestudiosregionales.com/pdfs/pdf717.pdf, pp. 137-157 (consultado el 29-03-2010).
STROBL, W. (1980). Sociología. Diccionarios Ridoduero. Madrid, Rioduero.