La visita al Museo Arqueológico de Nápoles hace un mes tuvo un añadido, sorprendente, que fue la exposición temporal de algunas obras de Picasso y que está inscrita dentro de la celebración del 50 aniversario de su fallecimiento, acaecido en 1973, como ocurriera con Pablo Neruda y Pau Casals. De ahí que se aludiera por entonces a la muerte de los tres Pablos. La presencia de Picasso en Nápoles tiene una relación directa con la fascinación que para el artista malagueño tuvo a lo largo de su vida el mundo clásico en su obra. Y a ello contribuyó la visita que en 1917 realizó a las ruinas de Pompeya. La exposición se ha realizado en colaboración con el Museo Británico de Londres y el Nacional Picasso de París.
Y entre las obras expuestas se encuentra un cuadro, reconocible para mí y motivo por el que lo fotografié, pero del que poco más sabía. Se trata de "Mujer sentada", pintado al óleo en 1920 (hay quien lo data en el año siguiente) y uno de tantos trabajos hechos por el artista, entre pinturas, dibujos y esculturas, con ese mismo título y en estilos diferentes, del clasicismo al cubismo. La obra pertenece a la colección que se expone permanentemente en el museo parisino y retrata a Olga, la primera esposa del pintor y madre de su hijo Paulo.
Olga, ataviada con una túnica blanca, está sentada sobre una silla y con las piernas cruzadas, mostrando un semblante pensativo, que se refuerza con la posición de su mano derecha sobre la cara. Una composición muy propia del mundo clásico, que se ve por el tono pausado que se desprende.
Hay, sin embargo, rasgos que se salen de lo clásico, como ocurre, en primer lugar, con el fuerte contraste de luz y de color existente entre un fondo oscuro, que apenas nos permite ver la silla, y las tonalidades grisáceas de la túnica y rosáceas/carnosas de la cara, los brazos y los pies. Las pinceladas, a su vez, aparecen sueltas, como diluidas sobre el lienzo. Por último, se percibe rigidez en los pliegues y desproporción en las cuatro extremidades, entre las que resalta el primer plano del pie izquierdo. No debemos perder de vista un hecho: en esos años Picasso era el artista cubista por excelencia, pero en tránsito de su etapa analítica, más geométrica y a veces bordeando la abstracción, a la sintética, donde va recuperando la figuración nunca perdida. Pero cuidado, no estamos ante un cuadro cubista, sino ante un trabajo que posiblemente buscara seguir cultivando las formas más clásicas y tradicionales de la representación. En la forma de concebirlo estilísticamente me viene a la memoria sus "Dos mujeres corriendo por la playa", de 1922 y expuesta también el museo parisino, donde, si bien se representa a las protagonistas en movimiento y con una luminosidad mediterránea, se mantienen algunos de los rasgos antes descritos.
Para Bernard, nieto del pintor e hijo de Paulo, el retrato tiene que ver con un estado de ánimo muy frecuente en su madre, en el que la melancolía ocupaba buena parte de su vida. No debemos perder de vista que Olga Jojlova, rusa de nacimiento, pertenecía a una familia de la aristocracia que se opuso a la revolución de 1917 y que varios miembros de ella sufrieron sus rigores. Se ha comentado que, coincidiendo con la nueva relación afectiva entre la pareja y el nacimiento del hijo en 1921, Picasso tendió a atenuar durante unos años el estilo rompedor del cubismo, evolucionando hacia las formas a las que nos hemos referido antes.
En fin, una visita, la del Museo Arqueológico de Nápoles, cargada de emociones, sorpresas ya hasta un poco de suerte. Las emociones, lógicas por el caudal de obras allí presentes. La suerte, porque la exposición sobre Picasso acababa de ser inaugurada a principios de abril, estando prevista su duración hasta el mes de junio. Y entre las sorpresas -para mí, si cabe, mayor-, mi enorme admiración por el genio del arte que es Picasso. Y allí, tras la mole del Heracles/Hércules de la colección Farnese, estaba situada la "Mujer sentada".