"Eurínome, hija de Océano y de encantadora belleza, le dio las tres Cárites de hermosas mejillas, Aglaya, Eufrósine y la deliciosa Talía. De sus párpados brota el amor que afloja los miembros cuando miran y bellas son las miradas que desprenden bajo sus cejas".
Así es como, a finales del siglo -VIII o principios del -VII, el poeta Hesíodo se refirió en el verso 910 de su libro Teogonía (dedicado al origen de los dioses) a tres de las musas más famosas: las Cárites, conocidas desde la época romana como Gracias.
En el Museo Arqueológico de Nápoles pude ver dos obras que representaban esos personajes y que fueron rescatadas entre las ruinas de Pompeya. La primera de ellas, la más conocida, se trata de un fresco que se encontró en la Casa de Titus Dentatius Panthera, datada entre finales del siglo -I y principios del I. La otra, del siglo I y encontrada en la conocida como Casa de Apolo, es una reconstrucción en pasta vítrea realizada desde el original.
En sus orígenes las Cárites eran unas musas que estuvieron vinculadas a la diosa Afrodita e incluso a su hijo Eros, teniendo como común denominador su relación con lo agradable o placentero. A cada una se le asignó cualidades propias, de manera que a Talía le correspondía lo floreciente; a Eufrósine, la alegría; y a Aglaya, la inteligencia. Posteriormente esas cualidades fueron adaptándose a otras culturas del mundo occidental, desde la propiamente romana hasta la interpretación neoplatónica que se hizo durante los siglos XV y XVI por artistas de las ciudades italianas, y que continuó en siglos posteriores. Por eso es frecuente que se les atribuya, respectivamente, las cualidades de la sensualidad, la simpatía y la pulcritud. Esta última, situada en las representaciones iconográficas siempre de espaldas y en el centro.
Aparecen formando una tríada, la mayor parte de las veces en círculo, risueñas, en movimiento y mostrando su belleza. Inicialmente, en el mundo griego, aparecían con unas túnicas finas que cubrían sus cuerpos. La desnudez data de la época helenística (desde finales del siglo -IV), cuando el naturalismo fue ganando terreno a la serenidad propia del periodo clásico, un rasgo que fue recogido y continuado en el mundo romano. La popularidad de la que gozaban es lo que explica que en Pompeya se hayan rescatado las dos obras a las que me he referido y que se conservan en el Museo napolitano.
El tema de las Tres Gracias se ha tratado mucho en el mundo del arte, siendo, además, uno de los más reconocibles. Dentro de la profusión de obras de las que han sido objeto, famosos son los cuadros de Sandro Botticelli (del siglo XV, formando parte de "La Primavera"), Raffaello Sanzio/Rafael (XVI) o Pieter Paul Rubens (XVII); o la escultura de Antonio Canova (XIX). Sin olvidarnos del siglo XX, del que podemos recordar esa reinterpretación tan atrevida que en 1905 hizo Pablo Picasso en "Las tres holandesas", en este caso con unas humildes campesinas como protagonistas; o, por no irnos muy lejos en el tiempo, el trabajo de Manuel Valdés con su "Rubens como pretexto".