jueves, 23 de marzo de 2023

Ramón Tamames y la moción de censura


He seguido buena parte de las sesiones de la moción de censura contra Pedro Sánchez y su Gobierno. Y entre tantas cosas que han ocurrido, voy a centrarme en Ramón Tamames: sus palabras, sus gestos, sus mensajes... Inteligente como es, ha sabido aprovechar esa cualidad para esconder sus flaquezas. En lo físico, en lo intelectual y en lo moral. Eso no ha impedido que podamos ponerlas al descubierto. Pero vayamos por partes, tomando como referencia algunas de ellas.

Derivada de su edad, ha estado su limitación física, razón por la que criticó en varias ocasiones que las intervenciones de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz fueran largas. Su reivindicación de la brevedad le llevó, por ejemplo, a que repitiera reiteradamente lo de "etcétera, etcétera" durante su exposición como candidato alternativo; que interrumpiera a Sánchez con eso del "tocho de 20 páginas"; o que anunciara al final de la mañana del primer día, tras su replica al presidente del Gobierno, que no iba a intervenir más, por lo que quedó mudo hasta al día siguiente.  Todo eso explica que para el receso del primer día pidiera una almohada y una manta con el fin de descansar. Su cara le delataba. Pero, en todo caso, el responsable fue él mismo por haber aceptado ser el candidato. 

Más importantes fueron otros aspectos, en este caso de contenido. Y es que reflejó con claridad la naturaleza de su discurso, claramente imbricado en lo más reaccionario de lo político y en lo puramente neoliberal de lo económico. El diagnóstico de la situación política y de lo que está llevando a cabo el Gobierno entró de lleno en lo que las derechas españolas llevan diciendo desde el primer momento, cuando en el pleno de investidura de enero de 2020 lanzaron el mensaje de "Gobierno ilegítimo". Una expresión que hunde sus raíces en los años treinta y que sirvió a los golpistas civiles y militares para lanzarse a degüello contra los gobiernos reformistas de la Segunda República. Expresión, claramente antidemocrática, que niega que una mayoría parlamentaria, plural y progresista, pueda votar cuantas medidas estime oportunas. Unas medidas que en su mayoría favorecen a los sectores sociales más humildes y vulnerables de la sociedad, que amplían los derechos sociales y civiles, que combaten los intentos por coartar la separación de poderes o que buscan resolver situaciones para mejorar las relaciones con y entre los territorios. Sin que eso suponga que en el seno del Gobierno y entre quienes lo apoyan se den contradicciones. 

Entre las cuestiones que más acentuó Tamames estuvieron su defensa de la monarquía y de la unidad de España. Apeló para ello a la Constitución, como si fueran esos dos los únicos artículos. Eso llevó a Yolanda Díaz a recordarle que la carta magna también incluye cosas como los derechos fundamentales o la intervención de los poderes públicos en la economía.     

En sus primeras palabras el candidato nos recordó su estancia en la cárcel en el año 1956 y su deseo desde ese momento de luchar por la reconciliación. Con su idealización de la Transición pretendió deslegitimar a quienes han ido poniendo de relieve sus límites y hasta sus errores. Engreído de su participación en la lucha antifranquista, minimizó o despreció a quienes, de generaciones posteriores, siguen luchando por mejorar el presente, lo que incluye, entre tantas otras cosas, dignificar a quienes sufrieron los horrores del fascismo. 

Y es aquí donde Tamames dejó presente dos cosas: una, su apego al relato ahistórico creado por publicistas neofranquistas ("historietadores", como apuntó en su día Alberto Reig Tapia) y recogido por el conjunto de las derechas; y otra, derivado de lo anterior, su ignorancia en determinados momentos de lo histórico, pese a considerarse un entendido en ese campo. Decir que la guerra civil empezó en 1934 y poner a Francisco Largo Caballero como referente, está lejos de la veracidad. Porque el golpismo reaccionario contra la República empezó desde el mismo 1931. Basta con leer las investigaciones de Ángel Viñas, basadas en documentos de archivos, que han puesto al descubierto el golpismo que fue alimentado por los sectores sociales oligárquicos y que contó finalmente con la ayuda militar del fascismo italiano.

En lo referente a las mujeres, Tamames lo redujo durante su primera intervención a denunciar que la tasa de fecundidad estaba por debajo de la tasa de reposición. Una  perversa alusión que Yolanda Díaz supo interpretar en toda su dimensión, al reprocharle su visión de las mujeres reducida al papel de meras reproductoras, pero alejada, cuando no ausente, de la igualdad de género y como personas libres y con derechos. Y para rematar la cosa, en su intervención final Tamames soltó lo que para él era su ideal de mujer: esa Isabel la Católica que en el siglo XVI (sic, sí, pues murió en 1504), según él, mandaba más que el rey. 

La recurrente apelación que Tamames hizo a su lucha antifranquista tuvo su contrapunto en las palabras con las que le contestó Patxi López, en su papel de portavoz del PSOE. Su padre, trabajador, socialista y también represaliado durante la dictadura, como su madre, murió sin dejar de lado las ideas que siempre defendió. Un dardo contra un presuntuoso de su pasado.

Y es que el que hasta ayer fue candidato de la derecha más reaccionario ha dejado constancia de su miseria moral. Ojo, algo que no es de última hora, sino que viene de lejos, desde el momento en que a finales de los años ochenta abandonó Izquierda Unida, se pasó al CDS y propició con su voto la llegada de la derecha al gobierno municipal de Madrid. El mismo que, de inmediato, se  dedicó al mundo de los negocios y que con el paso de los años fue transmutando su pensamiento. Fue dejando constancia de ello en los medios de comunicación, cada vez  más reaccionarios, por los que desfiló, llegando a los territorios del neoliberalismo y de la derecha política. 

Su recorrido, en lo fundamental, me recuerda al de Miguel de Unamuno, quien fue de joven socialista y luego se mantuvo en posiciones políticas democráticas, pero que, llegado el verano de 1936, acabó poniéndose del lado de los golpistas que instalaron el fascismo en España. El catedrático bilbaíno/salmantino al menos tuvo tiempo de medio arrepentirse, lo que, como se ha apuntado en algunas investigaciones, pudo suponer su asesinato por parte de quienes lo utilizaron mientras pudieron. Ignoro qué pasará en el futuro con Tamames.