La desnudez del
“David” de Miguel Ángel no gusta a alguna gente. Así lo han manifestado padres
y madres de un colegio de Florida. Y tanto lo han hecho, que han forzado la
dimisión de la directora del centro. ¡Qué es eso que sus hijas e hijos puedan
ver el cuerpo desnudo de un varón!¡Ni hablar, que es pecado! ¿Y eso de
profundizar en el conocimiento de lo que hizo el autor de la escultura?
¡Tonterías! ¡Pobre Michelangelo Buonarroti! Una de las cumbres del arte
universal. Y en sus tres facetas de escultor, pintor y arquitecto, aunque él se
sintiera más como lo primero y de ahí que sus obras de las otras dos artes
pareciesen salidas de un cincel. Miguel Ángel, como lo llamamos por estos
lares, fue un artista todoterreno. Hijo de un tiempo en proceso de cambio, pero
en el que la religión seguía siendo un componente importante de la sociedad. El
tiempo del Renacimiento que desde la segunda mitad del siglo XV, en las
ciudades italianas, y a lo largo del XVI, ya expandido por Europa Occidental,
buscaba aunar los ecos de la Antigüedad clásica y el cristianismo triunfante
desde siglos atrás, todo ello cristalizado en un neoplatonismo que se dejó
sentir entre novedoso y atrevido. Eso se tradujo en el mundo del arte en la
intención de mostrar la belleza de los cuerpos desnudos en toda su dimensión
como medida de la grandeza divina. Todavía lejos de lo que fueron sus años de
madurez, el Miguel Ángel del “David” dio rienda suelta a su genialidad para
mostrarnos a un mito bíblico dentro de los cánones clásicos. Joven y lleno de ímpetu, hizo de un bloque de
mármol semiabandonado una obra que ha pasado a la posteridad por su
grandiosidad. Hecha para ser contemplada desde distintos puntos de vista, en lo
formal sobresale su disposición en contraposto y la anatomía detallada de su
cuerpo. A su vez, representando el momento previo al enfrentamiento del
personaje con Goliat, su rostro refleja una tensión contenida. Y por encima de
todo, estamos ante la alegoría de la ciudad de Florencia, en la que se aúna la belleza y la inteligencia de las que gustaba hacer gala a sus dirigentes y
habitantes. ¡Ay de la ignorancia!