Eso es lo que estamos viendo estos días. No es nada nuevo, pero están surgiendo en un contexto diferente. Podemos ya no es el partido que se las prometía felices cuando iba subiendo en intención de voto hasta disputar la primacía con el PP. Tampoco el que, solo o en compañía, mantenía unos niveles de representación más que aceptables, por encima del 20% de los votos. Desde hace un año las cosas le pintan peor. Los sondeos dan para Unidos Podemos y las confluencias territoriales (En Comuns Podem, En Marea y Compromis Podem) un descenso por debajo del 20%, relegados además a la cuarta plaza.
Ante este panorama resulta lógico que las fricciones aumenten. Si ya las hubo en los momentos más dulces, ¿cómo no las va a haber ahora? Hace unos días salió el asunto Íñigo Errejón, previsible candidato a la Comunidad de Madrid, que lanzó el órdago de dejarle de hecho manos libres para montar una candidatura a su medida. Ayer saltó lo de Carolina Bescansa con un documento de propuesta-borrador en el que se ofrece un pacto con Errejón para controlar la candidatura madrileña frente a Pablo Iglesias y sentar así las bases de un asalto posterior al ámbito estatal. Está también el anuncio de Lorena Ruíz-Huerta, actual portavoz del grupo en la Asamblea de Madrid y miembro de Izquierda Anticapitalista, de no presentar su candidatura a las primarias, críticas con el sistema de reparto de puestos iniciado. A ello hay que unir, por qué no y aunque esté fuera del espacio de Podemos, la oferta hecha a Carmena desde el PSOE para encabezar la candidatura municipal de la capital.
Estamos asistiendo a una recomposición en el seno de Podemos con vistas a intentar solucionar las malas perspectivas electorales. En el caso de Errejón y de Bescansa, cada cual por su lado, asignando las piezas clave, delimitando cuáles deben ser las secundarias y minimizando incluso lo que tenga que ver con posibles confluencias, que en el caso de Madrid tiene, entre otros, el nombre de IU. En lo que respecta con Ruíz-Huerta e Izquierda Anticapitalista, su apuesta por la unidad popular supone la confluencia de cuantos grupos la busquen desde posiciones de izquierda, como ya se hiciera en la candidatura municipal de 2015. Iglesias, por ahora, calla. Su único movimiento ha sido aceptar el órdago de Errejón, con vistas a no dar una imagen de desunión.
Ahora mismo la situación en la Comunidad de Madrid está convulsa. El caso Cifuentes, con la cerrazón del PP, la ambigüedad de Ciudadanos y la moción de censura presentada por el PSOE, ha hecho que sea este último grupo el que esté llevando la iniciativa política. Es lo que explicaría en Podemos la ofensiva desde los sectores críticos y/u opuestos al liderazgo de Iglesias e incluso la oferta lanzada desde el PSOE a Carmena.
Ésta es un personaje que se está convirtiendo en una de las claves, por lo que es objeto de disputa. Más que por lo que hace efectivamente como por lo que simboliza. Proveniente del sector eurocomunista del PCE, se ha mantenido, como buena parte de sus miembros más representativos, en un limbo próximo al PSOE, pero por su izquierda. La llegada de Podemos al escenario político les ha dado cierta vida desde su propia consideración de que pueden aportar su veteranía tanto política, interrumpida en la primera línea a principios de los ochenta, como profesional. Una especie de ambición política simbólica, sin estridencias, cargada de una gran dosis de bonhomía.
Durante la pasada crisis en el gobierno municipal de Madrid pudo verse el juego de posiciones en el seno de Ahora Podemos, formado por una amalgama de grupos. Cuando el ministro Cristóbal Montoro obligó a modificar los presupuestos, la aceptación por parte de Carmena conllevó una división del voto en su seno. La alcaldesa sólo encontró el apoyo de Podemos, tanto de quienes ostentan concejalías como desde la dirección central.
No hace mucho Alberto Garzón, coordinador federal de IU, apremió a Iglesias a avanzar en la confluencia. En Andalucía parece que la situación está más favorable, con una mayor voluntad entre las partes de llegar a acuerdos. El tiempo corre y las prisas de última hora no son buenas de cara a las citas electorales que vienen. En un año están ya las municipales y las autonómicas de la mayoría de las comunidades, sin contar con posibles adelantos de otras. Iglesias, sin embargo, no ha respondido. Me imagino que los problemas internos que tiene se lo están impidiendo. Es lo que hay.