Hoy se cumple medio siglo del asesinato Martin Luther King. Un disparo lejano con un rifle acabó con su vida cuando salía acompañado al balcón del hotel de Menphis (Tennesse) donde se alojaba. Había acudido a esa ciudad en solidaridad con los trabajadores de la basura, que estaban llevando a cabo una huelga. Tres años atrás le ocurrió algo parecido en Nueva York a otro dirigente afroamericano, Malcon X. Y cinco antes en Dallas (Texas), esta vez montado en un automóvil que iba descubierto, había sido John F. Kennedy, presidente del país. No hace mucho, en un instituto de Florida, se produjo la enésima matanza por disparos de rifle de las habidas en centros educativos. Cuando no son rifles, son armas cortas, pero el caso es que la violencia sigue presente, sin que parezca que tenga fin.
Es EEUU un país de rifles. Parece que forman parte de su paisaje. Ocupan un lugar importante en el ajuar de los muebles domésticos de muchas viviendas y su ruido -¡pam, pam!- a veces compite con el rugir de los coches. Fue imprescindible en la época de la conquista del Oeste. Para matar a indios, para defender propiedades privadas... Pasada ya la época de la conquista continental, empezó a formar parte de otras más lejanas. Convertido en gran imperio, desde hace casi tres décadas en solitario, el rifle sigue manteniendo su lugar, aunque haya voces que lo pongan en duda. Un icono -para mucha gente, el verdadero- del país.
Martin Luther King era un dirigente afroamericano importante. En el momento de su muerte, el principal. Tenía fama de pacifista, por aquello de que no defendió el uso de la violencia. Se le catalogó también de moderado, distante de lo que representó Malcom X o lo que en esos años estaba naciendo en forma de Panteras Negras. Una imagen, la del negro bueno, con un claro tinte paternalista, que es la que han pretendido que pasara a la historia. Tras su asesinato, claro, porque el hecho de que tuviera el fin que tuvo, demuestra que era peligroso.
Si es cierto lo de su apuesta por la paz, no lo es tanto lo de su moderación, al menos si es entendida de una forma edulcorada. Y es que Luther King fue claro cuando hablaba y también cuando actuaba. Fue capaz de entender las raíces del problema que vivía la comunidad afroamericana en EEUU. Para él no era sólo cuestión de derechos civiles, lo que era importante, por supuesto. La clave se encontraba en la justicia social. Y ésta no existe en una sociedad capitalista. Por eso apeló al socialismo: "si queremos alcanzar una igualdad real, los EEUU tendrán que afrontar una forma modificada de socialismo". Y criticó la guerra de Vietnam, que estaba en su momento culminante en esos años: "Estamos gastando todo este dinero en muerte y destrucción, y no el dinero suficiente en la vida y el desarrollo constructivo". Demasiado para el sistema.
La situación de su comunidad lo era por su pobreza y por su condición racial. Algo que todavía perdura, porque apenas han cambiado las cosas. Ya no hay leyes que discriminen a sus gentes, al menos las descaradas de la segregación, pero sigue habiendo injusticias en forma de pobreza, marginación y discriminación.
(Imagen: viñeta de Vasco Gargalo, en Rebelión)