Hace unos
días recibí de un correo el electrónico de un alumno donde me refería el enlace
de un artículo de Armando Robles titulado “Blas Infante, el absurdo mito andaluz”. Tenía que ver con un trabajo que he mandado hacer en la asignatura de Historia
de España al alumnado de 2º de Bachillerato en la modalidad de Personas
Adultas. Con el título “Andalucía, andalucismo y Blas Infante” he pretendido
que conocieran más acerca de los orígenes del andalucismo político y el papel
que jugó en ello Blas Infante.
Para mi
alumno el artículo antes referido le parecía interesante, al salirse del
contenido de la información que había ido recopilando, si bien me preguntaba
qué opinaba del mismo. Teniendo en cuenta cuál es el diario donde se había
publicado, Alerta digital, un medio
del entorno de la extrema derecha española, podemos hacernos una idea de por
dónde van los tiros. Le indicaba que se utilizan algunos términos desde la
perspectiva del pensamiento reaccionario español, tales como separatismo, masonería e
islam.
El primero,
con el que acusaba a Infante de ser separatista, contrasta con un hecho
incuestionable: nunca lo fue. Su visión del andalucismo era la de ser parte de
un ente más amplio, que llamó indistintamente España o Iberia, desde una
vocación universal. Una especie de federalismo, o también confederalismo, que
reconociera la diversidad de pueblos existentes en la Península Ibérica, entre
los cuales se encuentra Andalucía.
Otro de los
términos, el de masonería, es utilizado por Robles despectivamente. Que lo
fuera o no resulta secundario, pero hacerlo en ese sentido nos recuerda a la
fobia que desde la España Negra se ha tenido a ese movimiento. Precisamente por
su ligazón al liberalismo, en los primeros momentos, y a la defensa de la democracia,
después. El mismo fantasma que llevó a Franco y el franquismo a elaborar una
ley específica de lucha “contra la masonería y el comunismo”, de hablar de
conspiración judeo-masónica-comunista internacional cuando se atacaba al
régimen, e incluso, en el no va más de sus neurosis, a montar una sala masónica
en lo que fue el Archivo Histórico Nacional, Sección de la Guerra Civil, sito
en Salamanca.
Y dentro de
esos fantasmas, la referencia que se hace al islam supone la transmutación en
la actualidad de otro de larga trayectoria en nuestra historia. Si antes lo era
el judaísmo, ahora lo es el islam, convertido en el chivo expiatorio de
nuestros días en los movimientos de extrema derecha europeos y estadounidenses.
Que Infante se convirtiera o no a esa religión resulta irrelevante, no así
denostar que reivindicara Al-Ándalus como una realidad histórica innegable.
En la
contestación que di a mi alumno le indiqué que la cuestión principal no estaba
en lo que dice en el artículo, sino si se corresponde o no con la realidad. Por
eso le recordaba que mi intención en la elaboración de ese trabajo, como en otros,
era que indagaran acerca del pensamiento de Blas Infante, y en él sus objetivos
políticos dentro del andalucismo en desarrollo y de su posición ante el
problema social que vivía Andalucía. Por eso le invitaba a que destacara en su
trabajo lo controvertido del personaje, que aún en nuestros días sigue siendo
motivo de duros ataques.
Mi interés por el tema
Supe de la
figura de Infante allá en los años de la Transición, concretamente a través de
la referencia que del hacía Isidoro Moreno en su libro Andalucía: subdesarrollo, clases sociales y regionalismo (1978). Empecé a comprender su visión historicista
del pueblo andaluz, con orígenes en tiempos remotos; su idea de una España
descentralizada; y su sensibilidad social, haciendo de los jornaleros la
esencia del pueblo andaluz y por ello ser partidario del reparto de los
latifundios entre pequeños propietarios desde la influencia del georgismo.
Posteriormente
fui leyendo otros trabajos, entre los que destaco los de José Acosta (1979),
Antonio M. Bernal (1980), J. A. Lacomba, J.L. Ortiz de Lanzagorta y José Acosta
(1985), Juan Antonio Lacomba (1988) e Isidoro Moreno (1993). No han sido las
únicas, como puede verse en la bibliografía que aporto al final, pero creo que
de todas las obras he podido extraer conclusiones importantes acerca de la dimensión
de la figura que nos ocupa y el momento en que vivió.
Hace dos
décadas, en febrero de1997, escribí en Debate
Ciudadano una pequeña semblanza de Infante, que reproduje en 2016 en este cuaderno
con el título “Blas Infante, ochenta años después de su asesinato”.
Los primeros acercamientos de tratamiento
en el aula
A lo largo
de mi trayectoria docente me he preocupado de prestar atención a este tema
dentro de la asignatura donde puede hacerse mejor: la Historia de España.
Primero, en 3º de BUP, y luego, desde el curso 2001-02, en 2º de Bachillerato. A
ello puedo unir otra asignatura, Geografía de Andalucía, que impartí en varias
ocasiones entre los cursos 2000-01 y 2007-08.
Ya en 1991,
con motivo de la celebración del 28 de febrero, preparé un mural, titulado
“Andalucía en la Historia Contemporánea”, en el que reflejaba, mediante
fotografías y textos breves, los hitos y los personajes más relevantes habidos
desde principios del siglo XIX. Estaba formado por 7 partes: 1. Andalucía, cuna
del liberalismo; 2. Entre la miseria y el olvido; 3. Los intentos de dignificar
Andalucía; 4. Entre la esperanza y la tragedia; 5. Una época de oscuridad; 6.
Renace la esperanza; 7. La autonomía. En esos años fui proponiendo al alumnado
algunas actividades sencillas para su realización en el aula.
Más tarde,
en el curso 1994-95, elaboré junto al compañero Ángel Abela de los Riscos,
dentro de un Seminario Permanente, unos materiales didácticos para ser
trabajados en el aula. Su título y estructura eran los mismos que el del mural
antes referido. Fruto de ello fueron dos cuadernos: uno estaba dirigido al
profesorado, donde se explicaba la propuesta didáctica en sus objetivos, su
metodología y sus contenidos; el segundo, al alumnado, constando cada una de
las partes de una introducción histórica, una colección de documentos (escritos e imágenes) y unas
actividades.
Buscábamos “fomentar
la pertenencia una realidad con personalidad definida a través del estudio de
la Historia, lo que debe ayudar a comprender cómo se han ido conformando los rasgos
materiales, políticos y culturales representativos del pueblo andaluz, y la
necesidad de ser conscientes en la crítica y compromiso frente a situaciones de
injusticia o en la defensa de los logros políticos, sociales y culturales que
dignifican a las personas individualmente y a la comunidad en su conjunto”.
La identidad andaluza desde la Geografía
En el curso
2000-01 tuve la oportunidad de impartir en 1º de Bachillerato la asignatura
optativa Geografía de Andalucía. Entre sus contenidos se encontraban la identidad
e imagen de Andalucía, y las raíces históricas. Fue una buena ocasión para fomentar
entre el alumnado el conocimiento de la realidad andaluza, aun cuando fueran
los aspectos geográficos los principales. También, una bonita experiencia
pedagógica que duró hasta el curso 2007-08.
Integrando Andalucía dentro de la
asignatura Historia de España
Desde el
curso 2001-02, ya en la asignatura propia de 2º de Bachillerato, elaboré mis
propios materiales de estudio y trabajo. Por eso me resultó fácil introducir los
contenidos referentes a Andalucía dentro del conjunto. En lo que respecta a los
orígenes del andalucismo, a finales del siglo XIX y dentro del tema dedicado a
la Restauración, me refiero de la siguiente manera:
En Andalucía el andalucismo ya se
expresó en 1883 a través de la llamada Constitución de Federalista de
Antequera. En los años siguientes aparecieron distintos personajes y
publicaciones que fueron dando a conocer la historia de Andalucía y
sistematizaron sus rasgos culturales. Entre otras destacaron las figuras de
Antonio Guichot, José Mª Izquierdo o Antonio Machado Álvarez, la actividad
cultural en torno al Ateneo sevillano o la revista Bética.
Bajo la influencia sobre todo
de Cataluña en el siglo XX se planteó la
necesidad de que ese movimiento tuviera un carácter político. Para ello surgió
la idea de que Andalucía se dotara de instituciones políticas propias e incluso
que se tomaran medidas sociales que permitieran la reforma de la propiedad de
la tierra. En este contexto destacó la
figura de Blas Infante, autor en 1915 de la obra El ideal andaluz, en la
defendía la recuperación de lo andaluz desde su historia y un pasado de
esplendor, que concretaba en Al Ándalus,
a la vez que reivindicaba la necesidad de que se dotara de instituciones
políticas propias.
En cuanto
al protagonismo de Infante durante las primeras décadas del siglo XX, ya dentro
del tema referido a la crisis de la restauración y la dictadura de Primo de Rivera,
tengo dedicado un apéndice con el título
“Andalucía y el movimiento político cultural-regionalista: Blas Infante”. Es
así como aparece reflejado:
El nacionalismo andaluz fue desde el
primer momento débil y mostró algunos rasgos diferentes. Los círculos
andalucistas lo componían principalmente gentes de las clases medias urbanas,
que eran minoritarias. Su actividad fue intensa, publicando revistas y libros,
organizando congresos y asambleas, creando los
centros andaluces, etc. En esa labor jugaron un papel importante a
finales del siglo XIX historiadores como Alejandro Guichot y José Mª Izquierdo,
o folkloristas como Antonio Machado Álvarez (padre de los hermanos Machado).
Destacó, así mismo, la actividad cultural en torno al Ateneo sevillano o la
revista Bética.
Bajo la influencia especialmente
Cataluña se planteó la necesidad de que ese movimiento tuviera un carácter
político. Aunque la Constitución Federalista de Antequera de 1883 tuvo escasa
repercusión, la idea de que Andalucía se
dotara de instituciones políticas propias fue tomando más cuerpo en el siglo
XX. A ello se unió la propuesta de tomar
medidas sociales que permitieran la reforma de la propiedad de la tierra.
En este contexto destacó Blas Infante. Tres fueron las fuentes
de su pensamiento. Una, los historiadores que habían indagado acerca del pasado
andaluz, como Guichot o Izquierdo. En 1915 publicó la obra El ideal andaluz, en
la defendía la recuperación de lo andaluz desde su historia y un pasado de
esplendor, que concretaba en Al Ándalus.
La segunda fuente era el georgismo, una corriente de pensamiento económico de
la época que defendía la reforma agraria aplicando un impuesto progresivo sobre
las grandes propiedades e impulsando los
asentamientos y ayudas al pequeño campesinado. Por eso Infante defendió la
reforma agraria en Andalucía. La tercera fuente fueron las influencias de los
nacionalismos de otros territorios, sobre de Cataluña, defendiendo una
organización confederal del estado con unas instituciones y una hacienda
autónomas.
En la Asamblea de Ronda de 1918 los
andalucistas aprobaron los símbolos (bandera, escudo e himno) y en la Asamblea
de Córdoba de 1919 sentaron las bases del nacionalismo andaluz, demandando unas
instituciones propias y una reforma en la propiedad de la tierra. Pese al apoyo limitado que tenían, se-guían
el proceso iniciado en Cataluña (Mancomunidad de Diputaciones) y en otros
territorios (País Vasco, Galicia, Valencia...).
Después de la Dictadura de Primo de
Rivera, con la llegada de la Segunda República Blas Infante impulsó de nuevo el
andalucismo, fundando las Juntas Liberalistas. El camino seguido por las
diputaciones provinciales desembocó en la Asamblea de Córdoba de enero de 1933,
donde se aprobó un Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía. Tras el paréntesis de los gobiernos de
centro-derecha, en la primavera del 36 se volvió a reactivar el proceso. El 15
de junio se hizo público un manifiesto, escrito por el propio Infante,
demandando la autonomía. El 5 de julio en
la Asamblea de Sevilla se le nombró Presidente de Honor de la Junta
Regional. Días después se inició la Guerra Civil. Sevilla cayó desde el
principio en el bando sublevado, que se opuso desde el principio a cualquier
fórmula de autonomía. Así acabó el proceso iniciado años antes y hasta la
propia vida de Blas Infante, que murió fusilado en agosto.
Concluyendo
He querido dejar constancia de mi interés por Andalucía, los orígenes del movimiento andalucista y la figura de Blas Infante. Un tema que sigue siendo bastante desconocido, sobre todo fuera de Andalucía. Siendo una tierra tan peculiar, lo más frecuente es identificarla con los aspectos más folclóricos, cargados de estereotipos y mistificados con frecuencia hasta identificarlos con lo español. Así fue, en mayor medida, durante los años del régimen franquista. Y como si se volviera a mirar hacia atrás, en los tiempos que corren está siendo utilizada en la confrontación existente entre la tendencia política centrípeta en España y aquellas que, de distintas formas, buscan un reconfiguración de las partes que la componen con el objetivo de profundizar en la democracia.
Desde que estoy viviendo en Andalucía, que ya supera las tres décadas, he notado en los últimos años una propensión cada vez mayor a identificarse con los símbolos del estado monárquico en vez de los andaluces. Preocupante, en la medida que buena parte de los problemas que tenemos son herencia del dominio ejercido por determinados sectores sociales, que han defendido siempre una sociedad clasista y el centralismo. Blas Infante luchó contra ello. En la letra del himno apeló a pedir "tierra y libertad". Lo primero, como expresión de una sociedad más igualitaria; lo segundo, como expresión de la soberanía colectiva de un pueblo. Por eso sigue teniendo vigencia.
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