Anteayer leí el artículo de Isidoro Moreno titulado "Turismo: ¿oportunidad o problema?", en el que alude a un informe realizado por el grupo de investigación Etnocórdoba y se centra sobre todo en la realidad andaluza. Consciente de las repercusiones que tiene la masificación de determinados lugares y momentos del año (por fiestas, vacaciones...), el antropólogo sevillano no duda en plantear que "o nuestras ciudades (Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga, muchos
municipios del litoral…) lo ponen todo al servicio del turismo como actividad
central y casi única -lo que equivaldría a su turistización y a una separación
radical entre la ciudad de los turistas y la ciudad donde vive la gente- o se
encara la gestión del turismo dentro de un modelo de ciudad diversificada en
sus actividades y al servicio, en primer lugar, del bienestar de sus habitantes".
Conozco algo lo que está haciendo el gobierno municipal de Conil acerca del peligro de degradación del turismo que reciben derivado de las fiestas de despedida de solteros o solteras. He tenido la suerte de hablar con algunos de sus miembros, aparte de lo que se oye o lee por los medios de comunicación, y lo tienen claro: no quieren ese tipo de prácticas en su municipio y por ello llevan varios años estableciendo normas que las regulen.
Ya hace unos años me referí en este cuaderno al problema. Aunque estaba focalizado en el caso de Venecia ("El fantasma del turismo de masas"), me hacía eco de un informe elaborado por la World Monument Fundation, y, entre otras cosas, escribía que nos encontramos antes "Un turismo fatuo, consumista, degradante y pseudocultural, que mina poco
a poco los lugares por donde pasa".
El dilema planteado por Moreno debe resolverse, pues el fenómeno del turismo masivo va a más y está conllevando la transformación de muchas cosas en los ámbitos donde se desarrolla, alterando su estructura económica, el modo de vida de la gente, la relación con la naturaleza, la conservación del patrimonio cultural... Sirvan estas líneas para alentar, de un lado, a un debate necesario, pero, ante todo, para alertar de un problema que, de no solucionarse, nos va a llevar a un callejón sin salida.