sábado, 22 de abril de 2017

Mozart y Salieri, cara a cara, pero no tan rivales


















Para mucha gente referirse a Antonio Salieri (1750-1825) es hacerlo a través de Amadeus, la película que dirigió Milos Forman a mediados de los ochenta, donde nos muestra al músico veneciano como un hombre tortuoso que se debate entre la envidia y la admiración por Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Éste, a su vez, reconocido unánimemente tras su muerte como genio y una de las cumbres del mundo de la música, es presentado como una persona inmadura e inestable. 


José María Roca, sin embargo, ha escrito una obra teatral, Mozart vs. Salieri, en la que se aleja de esa línea de interpretación, en gran medida dicotómica, que inauguró en el siglo XIX Aleksander Puskhin y la recogió en el XX Peter Shaffer. Ahora se nos ofrecen dos personajes coetáneos y no muy distantes en edad que vivieron en la Viena imperial y hasta llegaron a influirse mutuamente. El autor evita equilibrarlos en méritos musicales, valorándolos en cuanto que buscaban ante todo la belleza desde la creatividad. Mozart sigue siendo lo que fue, ese genio antes referido, pero nos muestra a Salieri como un gran músico que, a lo sumo, tuvo la mala suerte de verse eclipsado por el primero. Sin olvidar tampoco que en los años que coincidieron en Viena el mundo llamémosle occidental estaba en proceso de cambio político, con una revolución francesa, no muy lejana geográficamente, que iba dejando huella en ideas y hasta en las propias obras musicales.    

A lo largo de una hora se ofrece un diálogo constante, rico en palabras y matices, con la música de uno y otro acompañándolo. Mientras hablan se reconocen mutuamente y muestran las situaciones contradictorias que vivieron, cuando no sufrieron. Salieri, el mayor y también más longevo, vivió dentro del éxito profesional oscuro de profesor y director, pero cuasi desconocido en su faceta creadora. Mozart, el más joven, pero muerto prematuramente, pasó de la fama de niño prodigio a la incapacidad de hacer valer su obra mientras vivió. 

El desarrollo de la obra es presentado en un espacio intemporal, a modo de limbo, cuando Mozart, muerto años atrás, recibe al recién fallecido Salieri, iniciándose así un diálogo donde van repasando y aclarando distintos aspectos de sus vidas. La puesta en escena, austera pero precisa, está dotada de una singularidad que la enriquece: a través de dos cámaras dirigidas a cada personaje podemos ver sus primeros planos en sendas pantallas de televisión cruzadas entre sí. Como actores, con bastante buen hacer, Javier Castro, en el papel de Salieri, y Alex Peña, en el de Mozart. Y la compañía, sevillana, Producciones Imperdibles.

Eso es lo que vi(mos) y disfruté(amos) ayer en Chiclana. Con un pero, que en realidad es una pena: sólo asistimos una treintena de personas.