Ayer me
enteré de la muerte de Paco Algora. Ha estado unido al instituto Trafalgar en
los últimos años. Prácticamente cada curso venía a dejar constancia entre el
alumnado de lo que sabía, que no era poco. Hablaba de literatura, ajena y
también propia, y de sus vivencias. Contaba, leía y transmitía.
Fue un
actor conocido, encasillado dentro de los considerados como secundarios, pero
reconocido en la profesión y muy reconocible por su cara y en su voz tan
características. Mi generación tiene sus primeros recuerdos, siendo
adolescentes, de la serie Curro Jiménez en el papel del fraile. En mi caso la
mente lo tiene retenido también en algunas series de televisión y películas de
interés con directores de prestigio. Varias de ellas han sido adaptaciones de
novelas, como El Quijote de Miguel de Cervantes, dirigida por Manuel Gutiérrez
Aragón; La colmena, por Mario Camus; Tiempo de silencio, por Vicente Aranda; El
Dorado, por Carlos Saura; La balsa de
piedra, por George Sluizer; o Lázaro de Tormes, por Fernando Fernán Gómez y
José Luis García Sánchez.
Paco se
vino a vivir a Vejer hace unos veinte años. Cansado de lo que había e inmerso
en una crisis existencial, encontró en la tranquilidad y la belleza de este
pueblo gaditano un remanso de paz. Siguió trabajando cuando lo llamaban y
empezó a escribir. Poesía y teatro. En una de las ocasiones que estuvo en el
instituto dejó algunos libros suyos. Me hice con dos: Romance loco. Coplas de
ciego y Con la soga al cuello, éste, una pequeña obra de teatro y con una
dedicatoria en la que aparece, además del correspondiente abrazo, la frase
"¡Resistir es vencer!". Y es que, pese a todo, no dejó de ser un
rebelde. Siempre con causa, como dejó constancia hace un par de años en
Algeciras cuando participó en el despliegue de una bandera republicana.
La última
vez que hablé con él fue en el mismo Vejer. Estaba sentado en un banco de una
de las calles próximas al Castillo y presto se levantó cuando me vio. Era 2013,
el año del 75 aniversario de la segregación de Barbate del municipio de Vejer,
y me pidió que intercediera acerca de un humilde compromiso profesional ante un
miembro de la comisión formada al efecto en Barbate. No andaba bien de dinero y
cualquier ocasión de conseguirlo era de agradecer.
Ayer, cuando supe que murió, sentí pena. Al fin y al cabo, sin haber tenido amistad, algo de él he compartido: su presencia en las pantallas, sus estancias en el instituto y alguna que otra breve conversación.
Ayer, cuando supe que murió, sentí pena. Al fin y al cabo, sin haber tenido amistad, algo de él he compartido: su presencia en las pantallas, sus estancias en el instituto y alguna que otra breve conversación.
(Este escrito también se ha publicado en el blog Trafalgar por la Paz)