Cuentan que en cierta ocasión, durante la ocupación alemana de París, un oficial alemán se dirigió a Pablo Picasso preguntándole, entre jocoso y despreciativo, y dirigiéndose a una fotografía del cuadro Guernica, si había "hecho esto", a lo que el pintor le respondió con un rotundo "no, han sido ustedes".
La obra, pintada en la primavera de 1937 para que pudiera estar presente en el Pabellón de España de la Exposición Universal de París, ha marcado toda una época y más, porque sigue teniendo vigencia por su doble valor: el artístico y el simbólico.
Se ha escrito mucho acerca de la forma en que se fraguó y, por supuesto, sobre su significado. Pero de lo que parece no haber duda es sobre el efecto que tuvo el bombardeo sobre la villa de Gernika, ocurrido el 26 de abril de 1937, para que Picasso acabara dando forma a la forma.
No pretendo ahora extenderme en los pormenores de lo ocurrido ese ni de la obra como tal. Recomiendo leer el libro de Herbert R. Southworth La destrucción de Guernica. Periodismo, diplomacia, propaganda e historia (Valencia, Ruedo Ibérico, 1977). Un análisis minucioso de lo ocurrido y de los intentos de manipulación por parte de la jefatura político-militar del bando sublevado contra la República y, años después, por el propio régimen fascista. Primero, negando que el bombardeo fuera obra suya para atribuirlo a las propias autoridades republicanas e incluso vascas; y luego, ya derrotada la Alemania nazi, responsabilizando al antiguo aliado.
No tiene dudas Southworth en decir que, si bien el bombardeo fue obra de la aviación alemana, que estaba interesada en experimentar los efectos de una nueva táctica militar sobre la población civil, la decisión de llevarlo a cabo correspondió a la jefatura político-militar franquista. Semanas antes el alto mando sublevado había amenazado a la población vasca y sus autoridades de acciones de "tierra quemada" si no se rendían. Lo ocurrido días antes en otras ciudades, como Durango, lo estaba demostrando. Unas amenazas que se inscribían dentro de una estrategia desplegada desde el comienzo de la guerra, consistente en destruir al enemigo. ¿Acaso no lo estaba haciendo Queipo de Llano en Andalucía?
Duda el historiador norteamericano acerca de la causa última de la forma tan violenta con que se hizo. Se pregunta si no fue una advertencia de lo que podría ocurrir cuando se lanzara la ofensiva contra Bilbao. Y al final del libro escribe: "¿Es una casualidad que la más conocida de las atrocidades de la atroz guerra civil española sea el bombardeo de Guernica, bombardeo de una ciudad católica, poblada por católicos practicantes, por los mercenarios fascistas de la cruzada del siglo veinte?".