Azúa, el más veterano, pasa por ser un reconocido intelectual: es profesor universitario, filósofo, novelista, columnista de periódicos, poeta y hasta académico de la Lengua. Su relación con la política le viene de lejos, no estando exenta de un largo viraje desde la izquierda comunista hasta la derecha: fue militante del grupo comunista Bandera Roja durante la dictadura, luego votante del PSOE, más recientemente ha apoyado públicamente a UPyD y en la actualidad, a Ciudadanos. Enemigo acérrimo del nacionalismo catalán (y vasco), defiende un nacionalismo español (que niega) centralista.
Rojo pertenece a una generación posterior, pero también ha conocido la dictadura, aunque en sus postrimerías. He leído que llegó a militar en la comunista ORT. Se hizo famoso a finales de los setenta como reportero en la revolución sandinista triunfante. Luego estuvo compaginando labores periodísticas más tranquilas con la presencia en escenarios más arriesgados. Quizás por ello fu como alcanzó una de las subdirecciones del diario El Mundo, tras cuya marcha alcanzó una millonaria (en euros) indemnización. Dueño y director de Periodista Digital, también es asiduo de las tertulias (bien pagadas). Es practicante de una incontinencia verbal que pretende encubrir como si fuera una fina ironía. Busca, en fin, conjugar sus formas burdas con unos contenidos francamente reaccionarios.
Azúa, Bermán y Rojo, cada uno en su dimensión, son preclaros representantes de la derecha española. De generaciones distintas, acaban pareciéndose en muchas cosas, además de la forma que tienen de calificar a quienes consideran en sus antípodas ideológicas, incluyendo la ranciedumbre, el clasismo y la misoginia que afloran en sus palabras.