He visto hoy el documental La Sauceda, de la utopía al horror. Está basado en los sucesos ocurridos durante los primeros meses de la Guerra Civil en un rincón geográfico colindante entre las provincias de Cádiz y Málaga.
Hace poco más de cuatro años salió a la luz la localización de la fosa común en el paraje conocido como El Marrufo, perteneciente al término municipal de Jerez de la Frontera (ver de este cuaderno la entrada "Una noticia espeluznante sobre la represión franquista"). Próximo a La Sauceda y situado en el término de Cortes de la Frontera, se trata de un lugar hoy prácticamente despoblado, pero hasta el otoño de 1936 lleno de vida. Allí moraron desde siglos numerosas personas, dedicadas sobre todo al pastoreo y a la recolección de recursos del monte, desarrollando incluso prácticas comunitarias en la siembra, el pasto del ganado o el uso del horno y el molino. Gentes que desde décadas lucharon por hacer un mundo mejor y que durante los años de la Segunda República participaron del sueño colectivo para hacerlo realidad.
Pero la Sauceda acabó convirtiéndose en un lugar de muerte. Mucha gente de los pueblos gaditanos más próximos fue refugiándose allí tras el golpe militar de julio de 1936, la progresiva conquista territorial de las tropas sublevadas y la consiguiente represión sangrienta que iban aplicando. Por su situación estratégica acabó siendo además un lugar de paso de las tropas sublevadas desde Cádiz hacia Málaga.
Y es en este contexto en el que La Sauceda acabó convirtiéndose en escenario de uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Civil. Durante el otoño de 1936 varios bombardeos destruyeron viviendas, mataron a personas de todas las edades y en muchos casos provocaron la huida hacia otros lugares. Lo que vino después fue una sucesión de situaciones donde se unieron las detenciones, las torturas, los fusilamientos, las humillaciones, las requisas de lo poco que tenían, el exilio... Y el cortijo de El Marrufo acabó siendo la fosa común para muchas personas. Un cúmulo de horrores y la implosión de un terror generalizado. La presencia del fascismo, en suma.
A la brutalidad de lo ocurrido se unió otro hecho: el despoblamiento de la zona, esparcidas sus gentes hacia otros municipios. Y con ello, la apariencia de que todo acabaría ahogado en el paisaje de areniscas y alcornoques. Eso ha propiciado que la memoria quedara fragmentada y dispersa. Y ha dificultado que pudiera conocerse lo ocurrido en toda su dimensión.
Pese a ello sólo faltó que se fueran uniendo piezas. Que quienes vivieron esos años se atrevieran a sacar a la luz lo que escondían en sus casas, sigilosamente iban transmitiendo a sus descendientes o contaban con temor a la gente allegada. También que quienes trabajan en los campos de la historia y la arqueología pusieran sus conocimientos y recursos al servicio común. O que las asociaciones de memoria contribuyeran con su tarea de coordinación y divulgación, como han hecho la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y El Marrufo (AFRESAMA) y el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar.
Juan Miguel León Moriche, como director y guionista, y José Antonio Bermejo Canua, como realizador, han aportado, con su buen hacer en forma de documental, un eslabón más. No el último, pero necesario para poder seguir sabiendo más y seguir manteniendo la memoria.