Los resultados del pasado 20 de diciembre no han alterado en lo fundamental los que hubo en las elecciones andaluzas de abril. El mapa político no se ha alterado en el orden de los grupos políticos y en cuanto a los votos obtenidos no ha habido grandes variaciones ni en el número ni en los porcentajes. Otra casi ha sido lo que ha influido el incremento de participación, que ha sido de casi medio millón de personas y siete puntos, hasta llegar al 71,7%.
Grupos y coaliciones
Así se han repartido los votos:
Primero, el PSOE con 1.400.000 votos (31,5%), que prácticamente se ha mantenido, bajando en 9.000. Mantiene el medio rural como el principal cantera de sufragios, así como su dificultad para recobrar el terreno perdido en las principales ciudades.
Segundo, el PP con 1.292.000 votos (29,1%) y subiendo en 228.000 (2,3 puntos). Al contrario que el PSOE, está consolidado como primera fuerza en las zonas urbanas, sobre todo las capitales y las zonas costeras, y en la provincia de Almería.
Tercero, Podemos con 749.000 votos (16,9%) y una subida de 159.000 (2,1 puntos). Basa sus votos en el medio urbano, sobre todo de las principales ciudades y especialmente de algunas de la Bahía de Cádiz, y prosigue su crecimiento en aquellos pueblos de fuerte presencia jornalera donde IU conseguía buenos resultados.
Cuarto, Ciudadanos con 612.000 votos (13,8%) y la mayor subida: 243.000 (4,5 puntos). Al igual que el PP, se trata ante todo de un partido de base urbana.
Y quinto, UP-IU con 256.000 votos (5,8%), que ha sido la más perjudicada con la pérdida de 18.000 (1,1%) y con ellos de influencia en antiguos bastiones rurales. Los mejores resultados provinciales los ha tenido en Córdoba y Málaga, en este último caso a unos pocos miles de votos de conseguir un escaño.
No conviene olvidar, sin embargo, que en relación a las generales de 2011, el PP ha perdido 690.000 votos (15,5 puntos), el PSOE lo ha hecho en 190.000 (3,9 puntos) e UP-IU, 104.000 (2,5 puntos). Al margen del ya desaparecido PA (obtuvo 77.000 votos) o la duramente castigada UPyD (ha pasado de 208.000 a 23.000), Podemos y Ciudadanos han sido los grandes beneficiados, aprovechándose de las pérdidas antes indicadas y de quienes salieron de la abstención.
Bloques político-ideológicos
PSOE, Podemos y UP-IU han sumado 2.405.000 votos (54,2%). 132.000 votos más que en las elecciones andaluzas de abril, si bien, en términos porcentuales, casi tres puntos menos (57,1%). PP y Ciudadanos, por su parte, han sumado 1.927.000 votos (42,9%), subiendo 471.000 votos y casi 7 puntos (36,1%).
Si sumamos sólo los votos de Podemos y UP-IU, el aproximadamente millón de votos (22,7%) ha supuesto una subida de un punto sobre abril, lo que indica.
En el seno de la izquierda se ha producido un trasvase de votos desde el PSOE y UP-IU hacia Podemos, pero posiblemente en una cuantía por debajo de lo que ha ocurrido en otros lugares. La subida de Podemos debe de haberse basado más en anteriores abstencionistas y, quizás, en mayor medida en quienes han accedido al voto por primera vez.
Parece claro que en estas elecciones ha habido una mayor movilización de voto de la derecha sobre las elecciones de abril, que ha reducido las distancias con respecto al de la izquierda: si en abril fue de 21 puntos, ahora lo ha sido de unos 11 puntos.
Desglosando ahora el voto en tres bloques, la cosa quedaría así: Podemos y UP-IU, por la izquierda, 22,7%; el PSOE, 31,5%; y la derecha, 42,9%.
Una interpretación de lo ocurrido
Hablar de Andalucía es hacerlo de un ámbito que tiene una enorme influencia en el equilibrio político territorial del estado. Aparte de su población, donde ocupa el primer lugar entre las comunidades, es, por ahora, el elemento que desequilibra la balanza en favor del predominio de la visión unitaria del estado, fortaleciéndola y dejando en minoría a las opciones centrífugas, bien las que defienden la soberanía de cada territorio o bien las que son abiertamente independentistas.
Después del breve paréntesis de 2001 y 2012, cuando el PP fue el partido más votado en las tres elecciones habidas, su importancia ha ido decreciendo. Primero, cuando fue desplazado de la posibilidad de gobernar en 2012 en la comunidad tras el pacto entre el PSOE e IU. Luego, ya en 2015, con el duro fiasco de las elecciones andaluzas de abril, cuando tuvo que sufrir el aterrizaje de Ciudadanos, que se hizo con un sorprendente casi 14% de los votos; y las pérdidas sufridas en mayo en las elecciones municipales. Y ahora, sin que haya recuperado el primer puesto, pese a la subida derivada de la movilización de votantes que se abstuvieron meses antes.
Y en este panorama el PSOE en Andalucía sigue jugando un papel primordial. Además de ser el partido más votado, es también el que ocupa la centralidad del mapa político, recogiendo votos de distintos sectores políticos, incluyendo tanto los más moderados del centro como la izquierda. Sigue siendo por el centro un muro al crecimiento de la derecha. Y también una fuerza que atrae votos por la izquierda, impidiendo que la presencia de otros grupos sea mayor. Andalucía ha estado entre las comunidades donde no ha tenido lugar el sorpasso por la izquierda.
Fuera de Andalucía el PSOE aporta dos cosas que son de suma importancia: votos a su partido y más después de la bajada generalizada sufrida en casi todos los territorios; y peso en la correlación de fuerzas en el equilibrio territorial. Pese a haber sido la única comunidad que consiguió la autonomía por la vía del artículo 151, sus gobernantes, siempre con la presencia ininterrumpida del PSOE, se han posicionado frente a Cataluña y el País Vasco.
Y lo que representa políticamente la actual presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, está en esa línea. No en vano ha encontrado en Ciudadanos su principal aliado externo.