No pretendo robarle unos versos a Fernando Macías. Todo lo contrario. A Fernando lo conocí hace años por la militancia común en Izquierda Unida y las numerosas reuniones que durante varios años compartimos en los órganos dirigentes provinciales. En varias conversaciones mostramos el reconocimiento mutuo de las asambleas locales donde realizábamos nuestra labor política. La suya, formada por gente joven y con mucha ilusión, creciendo poco a poco, con seguridad. La nuestra, que sorprendió durante unos años por la pujanza que mantuvo, llegando a ser durante tres legislaturas la segunda fuerza del ayuntamiento. Recuerdo su inquietud en la primavera de 2008 por lo que estaba ocurriendo aquí –él lo sabe- y sus esfuerzos por intentar arreglar las cosas y -a mí personalmente- por sacarme del pozo en el que me encontraba. Semanas más tarde, postrado en la cama del hospital, cuando empecé a recuperar el pulso que había perdido, encontré la ocasión de leer su libro, poema por poema, con la tranquilidad de quien necesita disfrutar de las palabras bellas.
Hace unas semanas, oteando por donde mis sensores me lo permiten, atisbé las posibilidades que Fernando tenía de alcanzar la alcaldía de su pueblo, Medina Sidonia, a la que ya empezó a aspirar siendo muy joven, allá por 1999. Ilusionado por mi parte, estuve a punto de dedicarle durante la campaña electoral unas palabras y me acerqué de nuevo a su libro de poemas La criminal pasión de poseer (editado por Libros de la herida, Sevilla, 2007). Supe de éste por él mismo cuando lo publicó y aunque no pude asistir a su presentación, pronto adquirí un ejemplar.
Redescubriendo algunos de sus versos, me parecen muy propios de su andadura y la de su gente los que acaban el primero de los poemas “Los insectos que habitan el papel”:
Y en esto afirmo mi aspereza
Con esperanza clara –desvencijado-
Perdiendo batallas uno es más fuerte.
Tiene más paz. Aprende.
Coherente con lo que su vida lleva siendo desde hace tiempo, de compromiso desprendido para hacernos mejores cada día, en “Es cada cual” traza lo que en el fondo resulta ser la causa de los males de este mundo y que el título del libro define con precisión:
Cada uno se encierra en su garito
Se esconde en su destierro
Desaparece (…)
Cada uno quiere ser el mar
Y poseer
Más estrellas de mar
Que el mar que tiene enfrente.
En su delimitación de los obstáculos que entorpecen los actos humanos y los que abren enormes horizontes, en “Los hombres nuevos” antepone la fe y la esperanza, para quedarse con la segunda:
Sí.
Hemos perdido la fe
Y un inmenso mar nos queda
De vacío en los templos.
Hemos perdido la fe.
Tenemos ya todo el sitio
Para la esperanza.
Me he alegrado por lo ocurrido el domingo y estoy seguro que iniciará con su sensibilidad, su buen hacer y la de su gente un nuevo camino para su pueblo. Si sigue con la ilusión que desprendía hace años, lo logrará. Conociéndolo, hará uso con prudencia de su aforismo en verso: “La fama es la confirmación / de todas las sospechas”.
Y para acabar, me quedo con los versos que dan título a este escrito, que son con los que acaba el poema “Tierra”, hermosos como todos y quizás inconscientemente inspirados en otros muy conocidos machadianos:
Es hermoso mirar las suelas en el camino.